Hoy me invadió la nostalgia durante el trayecto para ir a dejar a mi hija mayor a su trabajo, al observar una escuela primaria, una universidad y una guardería cerradas; caí en cuenta que estamos a punto de cumplir un año del confinamiento y me invadieron recuerdos de jóvenes estudiantes, de niños y niñas corriendo por los pasillos en las escuelas primarias.
Al darme cuenta que no hay aglomeración de carros en las calles, tampoco gente corriendo de aquí para allá, que todo se encuentra como en stand by, semivacío, sin vida; no pude evitar sentir un nudo en la garganta y derramar algunas lágrimas, al pensar en esta nueva normalidad que nos pega fuerte a todas y todos.
Que difíciles momentos estamos viviendo y lo peor de todo es que nos estamos acostumbrando a perder la capacidad de asombro de vivir entre cuatro paredes, alejados cada día más del contacto físico de nuestros seres amados, nos estamos acostumbrando a vivir con el miedo diario de que una enfermedad como el covid-19 este al acecho en cada momento para poner en riesgo nuestra integridad física.
Los medios de comunicación masiva están logrando el objetivo de meternos el miedo hasta las entrañas de nuestro ser, al grado de sentir temor que ya es irreconocible.
Pocas personas siguen resistiéndose a este cambio que parece inevitable, se han desatado luchas en las calles para evitar los toques de queda, el Estado se enfrenta a las personas argumentando que es por nuestro propio bien que podemos estar en las calles, nuestra libertad está siendo coartada.
Vemos todos los días como la clase vulnerable se vuelve más vulnerable y los ricos se vuelven más ricos, y en el camino, también podemos observar que las personas están más alejadas físicamente y mas cercanas en un mundo virtual que llegó para quedarse.
¿Qué sigue? ¿Qué nos depara el grupo de personas que decide por miles de millones personas que, sin más, aceptamos lo que se nos dice que tenemos que hacer? ¿Qué planes tienen para nosotros en el futuro cercano? ¿Cuándo fue la última vez que volteaste a ver las escuelas vacías? ¿Qué es lo que queremos como humanidad?
Es triste ver como ya no se cuestiona en las redes el encerramiento, estamos perdiendo la capacidad de luchar por nuestra libertad. La esperanza que nos venden es que nos van a vacunar a 7 mil 800 millones de personas alrededor del mundo, con una vacuna que no tiene la cura contra esta pandemia mortal, pero que si nos devolverá la confianza de que no nos vamos a contagiar tan fácilmente.
En fin, hoy esa nostalgia me invadió, así como de repente me invade una desesperación de no poder hacer actividades al aire libre, de saber que parques y escuelas que antes eran punto de reunión para adquirir conocimiento, para hacer deporte, para salir a platicar, para pasear a los pequeños que van llegando a esta vida; hoy son lugares abandonados, desperdiciados, muertos.
El miedo a morir es lo que menos nos debería dar terror, porque al final de cuentas es lo único que tenemos seguro en esta vida.
Las medidas sencillas que tenemos que seguir, como lavarnos las manos, mantener limpios nuestros espacios; son vitales para que nuestra calidad de vida sea mejor, eso no nos quede la menor duda, que debemos seguir haciéndolo por siempre; pero no acostumbrarnos a perder el contacto físico.
Dicen que el amor es la fuerza que mueve al mundo, creo firmemente que es verdad y la forma de demostrar amor y cariño es muchas de las veces con el contacto físico, con la presencia en momentos de enfermedad, de depresión, de soledad, de angustia, de desesperación.
Debe ser horrible el miedo de que llegue el coronavirus y tengamos que salir adelante solos en un cuarto frío de hospital o aislados en nuestro propio hogar, sin el calor humano de una persona que nos está alentando como una tablita de salvación.
Te invito a reflexionar sobre cuantas personas han muerto de un infarto porque les dijeron que tienen esta terrible enfermedad mortal.
Alejarnos solamente fomenta lo negativo y acercarnos cura la negatividad. La presencia física aumenta nuestro sentimiento de seguridad, se fortalece nuestro sistema inmune, de hecho, lo que cura, tal vez no sea el famoso caldito de pollo, sino las manos que nos preparan ese caldito mágico para curar nuestro mal momento.
Te pido que mantengamos en alerta nuestra capacidad de asombro, nuestra capacidad de demostrar amor, que tengamos esperanza de que pronto esta pesadilla terminará y de que confiemos en que todo lo que estamos viviendo ha sido para mejorar. ¿Y tú, que sentimientos u opiniones has tenido a lo largo de esta pandemia mundial?
Abrazo con amor.
@CPJannyBarrera