Tras la reaparición del presidente Andrés Manuel López Obrador, una vez que hubo superado la covid-19, la opinión pública y la oposición han revirado nuevamente contra el jefe del Estado, y, como de costumbre, contra el subsecretario Hugo López-Gatell.

AMLO se rehúsa a portar mascarillas. Punto. No habrá argumento científico que le haga cambiar de razón. A pesar de las advertencias nacionales e internacionales en torno a la importancia del uso de las mascarillas, mismo si el paciente ha quedado inmunizado tras haber contraído la enfermedad o por efecto de la vacuna, el presidente – y algunos de sus correligionarios- se empecinan en negarse a colocar sobre su rostro el mentado pedazo de tela.

El acuerdo sobre los efectos positivos de las mascarillas son cuasi consensuales. El Dr. Anthony Fauci, principal asesor del presidente Joe Biden en materia de combate contra la pandemia (el López-Gatell mexicano) circula en redes un vídeo oficial por el cual exhorta a los ciudadanos a comprender la relevancia de portar el cubrebocas ¡aun tras haber sido vacunado! Fuaci asevera que el efecto de la inmunización – natural o por la vacuna- no limita que el individuo vacunado o recuperado resulte infectante.

Exigen la renuncia de Hugo López-Gattel.

En otro contexto, en el marco de la sesión del Senado del día de ayer, la oposición, en voz de la senadora Alejandra Reynoso, exigió – nuevamente- la renuncia de López-Gatell, y llamó al subsecretario “doctor muerte” Este apelativo, desmedido a todas luces, evoca el recuerdo del Ángel de la Muerte, a saber, aquel maligno doctor alemán responsable de la experimentación y muerte de miles de seres humanos en Auschwitz durante la ocupación alemana en Polonia. ¡Cúan disparatada se antoja la comparación! ¿Se lee tan aburdamente como se escucha?

Si bien López-Gatell y su equipo han cometido serios errores, y suscribo la idea de la necesidad de su relevo en aras de una reconfiguración de la estrategia sanitaria, insisto en los dos propósitos de la oposición y de un buen número de columnistas en tratar al subsecretario como si de él dependiese la integridad de la responsabilidad política en el combate contra la pandemia.

Sin embargo, si tan solo el presidente AMLO sirviese como ejemplo ante los millones de mexicanos que siguen su voz, y si él mismo se decidiera a cambiar la estrategia y a renovar a los responsables de su conducción, los estragos de la pandemia quizá serían menores, y eliminaría un elemento de la ecuación que ha culminado en más de 165,00 fallecidos, pues México se enfrentaría, en este caso, solamente a sus condiciones estructurales. Poca cosa.