Semana Santa
Apostólicos Anónimos:
Ustedes recuerdan mi nacimiento sin la humildad del pesebre, sino con la pomposidad barroca de un trineo con regalos, Santa Claus, enanos y osos polares, tomando la “Chispa de la vida” bajo las notas de edulcorados villancicos (en vez de concentrarse en las letanías de las Posadas); también organizaron una semana de asueto bajos mis costillas rotas.
Los colectivos feministas saben que el Día Internacional de la Mujer es una conmemoración, no una celebración, y en vez de bailar cumbia y empedarse, pintan monumentos públicos. Si bien, en mi conmemoración no tendría caso pintar las fachadas de las embajadas de Italia e Israel (recordando que los romanos y los Fariseos me “dieron cuello”), al menos deberían entender el sentido de mi misión en la Tierra, la cual, de entrada, siempre se opuso a la Iglesia, misma que ahora organiza mi Semana Santa.
Por cierto, la conmemoración de mi muerte, debiera incluir únicamente del Jueves Santo al Domingo de Resurrección (desde la Última Cena hasta el día que resucité), los días del Domingo de Ramos y los que van del Lunes al Miércoles Santos, son puro pretexto para agregarle días al largo puente que agarraron a mis costillas rotas.
Ustedes me recordarán por frases como:
“Ama a tu prójimo como a ti mismo”, “No solo de pan vive el hombre” y “el que esté libre de pecado que arroje la primera piedra”.
Mis frases, mis parábolas, pregonaron el amor, la paz, la humildad, y pusieron a las buenas acciones por encima de la liturgia y las reglas de la Iglesia (bastante mafufas, pedantes, ridículas, supersticiosas y pomposas). Por eso me pusieron en una cruz y me clavaron cual cuadro de “La Última cena”. Mi mensaje fue: “Es más importante la ética que los reglamentos eclesiásticos”, mensaje le quitaba poder a los sacerdotes, quienes todo asunto religioso y moral lo resolvían sacrificando cabritos en el Templo (y cobrando diezmos elevados), en vez de canalizar el poder de Dios en la perfección del rebaño. Por eso buscaron la complicidad del imperialismo romano en mi condena: Gobierno e iglesia son aliadas al dirigir la fe de un pueblo hacia su favor. Se trata de educar, no de manipular, mediante miedos supersticiosos.
Me burlé de los pedantes Fariseos en cada parábola, reduciendo su erudición a palabras vacías, desprovistas de verdad, de alma y corazón, y ahora, a siglos de distancia de su complot en mi contra, la Iglesia que se construyó sobre mi sepulcro se ha dedicado a pregonar y practicar lo contrario a mis enseñanzas (así como el PRI, que emanó de la Revolución Mexicana, se ha dedicado a robar).
En el Concilio de Nicea (qué palabra más mamona) del año 325, se estableció la celebración de la Semana Santa tal y como la conocemos, sin mi consentimiento, con una pomposidad de la que siempre renegué.
Fui torturado, ultrajado y asesinado injustamente, para purgar los pecados de la banda que se come un ceviche con su “cheve” en Acapulco, tragando afrodisiacos mariscos y echando desmadre en la playa, de manera más alegre que la que tienen los budistas para recordar la muerte de Buda, o los musulmanes para recordar a Mahoma.
Está bien que me recuerden mi partida con alegría, pero se pasan de desmadre. Mejor deberían conmemorar mi muerte leyendo los Evangelios, quedándose en casa.
Atentamente:
Jesucristo.
“Sufragio Efectivo, No Crucifixión”.