Hace poco, con ese estilo peculiar, la oposición montó un show escandaloso porque la presidenta Claudia Sheinbaum viajó a la invitación de la cumbre en avión comercial. Debido a que al PRIAN le molesta eso, muchos actores del conservadurismo ventilaron el grado de clasismo que ha llegado al límite de la intransigencia. Ellos, de hecho, tuvieron que tragar sapos luego del exitoso paso de Claudia en el país de Canadá. Esa cumbre sirvió de telón de fondo para llevar a cabo encuentros de primer nivel con jefes de Estado. Entonces, Sheinbaum, en una combinación de circunstancias, nos demostró que puede seguir perfectamente esa política de austeridad que, ante los ojos del mundo, le ha traído elogios y comentarios positivos. La otra cuestión, más allá de lo que diga Carlos Alazraki, es lo provechoso que vimos cada reunión al más alto nivel.

Más allá de lo emblemática que significa la semblanza de Andrés Manuel López Obrador, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, vive una verdadera apoteosis. Su aprobación, en el post de su regreso de Canadá, llegó a su pico más alto con 82% de aprobación a nivel nacional. Eso, con todo y lo que representa la era de transformación, nunca lo habíamos visto, al menos con esa efervescencia que provoca la imagen de Claudia. Eso, como era de esperarse desde los inicios, está cumpliendo las expectativas que el mismo AMLO deslizó en ese ejercicio de transición. Él, que no se equivocó en esbozar halagos, dijo que, por mucho, estamos en presencia de la mejor jefa de Estado del mundo. Y vaya que sí: la presidenta, en una escala global, ha llegado a las primeras posiciones de popularidad.

Todo eso se basa, es evidente, por los actos y la congruencia con la que se maneja nuestra presidenta constitucional. A ello, hay que sumarle otros factores, podemos añadirle cómo se ha ido profundizando el proyecto de transformación. Los programas sociales y la asistencia a los sectores más vulnerables del país, son los ejemplos más claros de la responsabilidad con la que carga Sheinbaum. Eso exige trabajo y dedicación, pero sobre todo cercanía con el pueblo de México. Y aquellos que están dispuestos a sacrificar el tiempo para atender las causas que aquejan a la ciudadanía, se ganan el cariño. Todo eso lo hemos constatado en cada una de sus giras y encuentros a lo largo y ancho del país. De hecho, nos ha tocado la oportunidad —en un par de ocasiones— ver el poder de convocatoria que provoca la presencia de Claudia. Entonces ella, un referente mundial, alcanza la cima de esos niveles tan importantes de la esfera internacional.

Esa aprobación, en ese sentido, ya rebasó los niveles que, en su momento, promedió el mismo Andrés Manuel López Obrador. Haciendo un contraste, Claudia Sheinbaum rompió todos los paradigmas de la política en nuestro país. Primero, ha dejado un precedente relevante en el papel fundamental que juega la mujer en nuestro territorio. Esa convicción y trabajo arduo, que se ha ido acompañando de un gabinete altamente efectivo en todas las dependencias, le han permitido dar un brinco en los índices de aprobación. Llegar al 82%, sin duda, es una buena noticia para la gobernabilidad y la imagen que se proyecta. La legitimidad de la que hablamos, en efecto, se notó en la cumbre del G7. Basta ver como Claudia acaparó la atención de los líderes mundiales. La respuesta a todo ello es simple: cumplir los compromisos que se pactaron con la sociedad y, de paso, tener esa transparencia en el manejo de los recursos que, a la postre, le ha dado la pauta para entregar cuentas claras.

La misma Claudia, desde que fue jefa de gobierno de la Ciudad de México, ha mantenido esa constante de trabajo. Supo capitalizar esa enorme tribuna y, al final de cuentas, la militancia de Morena no se equivocó en elegir a ella para darle continuidad al proyecto de transformación. De hecho, apenas hemos llegado a rebasar el primer semestre de un largo periodo de gobierno y, aun así, vemos el abrumador respaldo que, para ser precisos, ha alcanzado su pico más alto con 82%. Eso, desde luego, son buenas noticias para México, pero, de igual manera, un balde de agua fría para la oposición, sobre todo ahora que entramos en una fase previa con miras al 2027.

A propósito de ello, ayer circuló una encuesta que, en términos de eficiencia, acertó en los pronósticos de Durango y Veracruz. Esa metodología, que ha prendido las alarmas en Acción Nacional, pone en empate técnico a Morena y el blanquiazul en Querétaro. Y como esto apenas ha comenzado, vemos la desesperación del gobernador Mauricio Kuri. Él, que no podrá meter las manos en un proceso democrático, no tendrá más remedio que aceptar la transición que, a todas luces, piden a gritos en ese punto del país. De hecho, sea quien sea el candidato del PRIAN, ante el avance sustancial del lopezobradorismo, todo pinta bien para la izquierda y, en esa lógica, para un hombre, que será el encargado de cargar la batuta, de la coordinación en defensa del voto.