Esos momentos tan alentadores con los que soñamos, por fin, se hicieron realidad luego del triunfo histórico de Andrés Manuel López Obrador en aquel 2018. Eso, además de abrir camino al proceso de transformación, sentó un precedente importante en la vida pública de México. Cada quien ha escrito su propio sendero en esta línea del tiempo de la vida democrática; sin embargo, soy de los que aseguran que, como tal, tendrán que pasar siglos para ver la magnitud de lo que significó AMLO en esta época. Su imagen, de hecho, sigue provocando algarabía. Hace poco, en efecto, los propios senadores, en un debate intenso con la oposición, coreaban el nombre de él. Esa misma realidad, que nos es ajena, por supuesto, quedará grabada para la posteridad.

Lo que hizo Andrés Manuel López Obrador, durante décadas, fue insistir en el proyecto de nación que abrazaba las causas del pueblo. De hecho, muchos aseguraban, especialmente los detractores de AMLO, que se propiciaría la tercera derrota consecutiva a manos de Ricardo Anaya. Sin embargo, el destino estaba trazado y, por justicia social, la última intentona fue la definitiva, eso sí, con una aplanadora que salió a las calles a mansalva a manifestar el cambio ante el hartazgo generalizado que, en años, sembró esa oposición rapaz y mezquina. Eso, de manera concreta, se sintió con más de 30 millones de votos a lo largo y ancho de la nación. Buena parte de esa determinación, sin duda, dejó al descubierto que se pondría fin al neoliberalismo que empobreció a la ciudadanía.

Por eso y por muchas cosas el proyecto de transformación triunfó. Esa imparable manifestación, organizada por una estructura sólida, fue el motor de impulso o, mejor dicho, el vehículo para que Andrés Manuel López Obrador llegara a Palacio Nacional. Hablamos, en términos más concretos, de una articulación de sectores de la sociedad que, con un propósito en específico, fueron movilizados por una causa común. Es verdad, la base de la columna vertebral fue Morena; sin embargo, también hay que atribuirle la aportación sustancial del Partido del Trabajo, y de liderazgos como Alberto Anaya. Ellos, convencidos de lo que estaba en juego, aportaron una cantidad importante de simpatizantes que, presentes en todas las casillas y secciones, cuidaron a capa y espada cada uno de los sufragios.

Con esa misma magnitud, podemos citar a precursores claves de este proceso de transformación que, en aquel entonces, hizo posible lo que parecía una hazaña. En ese trabajo activo y continuo, desde luego, podemos aludir a Ricardo Monreal, Adán Augusto López Hernández, Luisa María Calderón y Citlalli Hernández. Y como no hablar de Marcelo Ebrard, y los puentes de interlocución que construyó con el voto de los migrantes. Esa oleada participativa, que se desbordó en el vecino país, fue fundamental para concretar el triunfo histórico. Además de catalogar eso como crucial, hay que darle el mérito a la resistencia vinculada a los atributos de un hombre que, pese a las condiciones adversas, jamás quitó el dedo del renglón. Ese triunfo, en efecto, definió parte de ese mosaico democrático de la actualidad. Hablamos del efecto que generó, sobre todo en un sistema electoral al que estábamos acostumbrados. Ese giro al paradigma, durante ese mismo periodo de transición, provocó que la gente se distanciara de los partidos tradicionales. A su vez, queda claro, favoreció el camino de la continuidad que ahora encabeza Claudia Sheinbaum.

Entonces, a siete años de haber presenciado el triunfo de Andrés Manuel López Obrador, quedan muchos recuerdos grabados en esa memoria histórica. De hecho, hoy la presidenta Claudia Sheinbaum, con esa humillante derrota que le propició a Xóchitl Gálvez, asume la responsabilidad de llevar las riendas del país. Este misma semana, que aludimos mucho en el asunto, abordamos la importancia de esa columna vertebral que ha generado, especialmente con el Plan México que se propagará por todos los rincones no solamente a través de los polos de desarrollo, sino generando más mecanismos que permitan canalizar el abanico tan amplio de recursos naturales. Eso, que también permitirá que la innovación y la tecnología sean punta de lanza, abonará para mejorar la calidad de vida de la población.

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Se espera, que sería lo mejor que le pasara al país, que este proceso de transformación, con esos números que ha ido acumulando en las encuestas de opinión pública, tenga larga vida en el poder, máxime porque en la actualidad, la oposición no ofrece alternativas para dar la pelea. Son un contrapeso blandengue que, cada vez más, muestran más limitaciones para debatir, especialmente en el legislativo. Podemos medir ese grado de vulnerabilidad al que han caído en esa evaluaciones que dan cuenta de que no hay contrapesos. Eso, repito, no es culpa de Morena, sino es el resultado o, mejor dicho, los frutos que cosechan en la derecha para hacerse merecedores, en definitiva, de ese menosprecio de la sociedad.

Notas finales

Recuerdo con mucha claridad que, desde estas tribunas de opinión, prometí a Emiliano Rojas, joven talentoso y activo en temas relacionados con el legislativo federal, darle un espacio para la difusión de los eventos Jóvenes Dialogando por la Transformación, del que él es participe como organizador. A él, con afecto y cariño, le muestro mi gratitud por los puentes de comunicación que hemos construido para facilitar el flujo de información vinculados al universo tan inmenso del salón de sesiones de San Lázaro.

Siendo así, podemos ir calificando como positiva la puesta en marcha de estos contextos donde los diputados de la fracción parlamentaria de Morena, fieles a ese estilo, abren de nueva cuenta las puertas de la cámara baja para departir y compartir experiencia con hombres y mujeres, en esa corta edad, rubros ligados a la agenda de labores, pero, de igual forma, abrir el abanico a los avances sustanciales que ha tenido el proceso de transformación. Ese telón de fondo, que será este 10 y 11 de julio, luce muy prometedor para ir agendando una visita imperdible a ese marco que ha logrado un activismo preponderante.