Si no lo decimos unos no lo van a decir nunca otros: AMLO se retira del poder con 63% de aceptación de su gestión de gobierno y se aleja definitivamente del poder. Es una inmensa lección ética y política e ideológica para toda la clase política mexicana incluyendo los de su partido y aliados, casi todos sin excepción pasan de un cargo a otro, claro no es la mismo la presidencia de la república el máximo cargo público de la república misma y del Estado mexicano. Pero qué trabajo le da a muchos, muchos, alejarse del poder. ¿Cómo establecer un equilibrio entre el brindar la larga y brillante experiencia acumulada en la lucha política en la academia en las relaciones sociales y profesionales altamente aprovechables que significa mantener un compromiso con una causa política, y la necesidad de jubilarse en un momento determinado?.
Hoy ese momento lo define, la enfermedad, la marginación política, la muerte repentina, y otras causas, menos la decisión consciente del momento del retiro. Ello significa que por lo general y muy claramente, los políticos que llegan a muy altos cargos en la administración pública o en la representación política desarrollan una casi inevitable adicción al poder, siempre correlacionada con un acendrado egocentrismo y narcisismo arraigado en su estructura de personalidad individual y en sus relaciones sociales y de poder.
La derecha reaccionaria en México siempre desarrollo y explotó hasta donde pudo el slogan propagandístico de que el presidente AMLO era un político de oposición obsesionado por llegar al máximo poder en México y luego aferrarse a él. Siempre fue falso pero hoy se demuestra que esa calumniosa demagogia fue y es falsa. Nadie como él se desprende del poder y renuncia a cualquier contacto con el mismo en condiciones en que tiene tanta popularidad y las riendas del poder con rienda corta en sus manos. Transfiere todo el que tiene, se va, se aleja de verdad.
Muchos dirán que lo hace porque su salud es mala y él lo ha reconocido. También es verdad, pero hay quienes en su capacidad de mantenerse en el poder máximo, a pesar de mala salud deciden sostenerse y muere al seno del mismo. Un ejemplo es el presidente Franklin Delano Roossvelt el presidente estadounidense más brillante que dicho país ha tenido. Mentor de muchos y por mucho.
AMLO ha decidido irse sin hacer caso al “canto de las sirenas” dentro de su propio círculo íntimo y del partido político que él formó. Cada que se lo sugirieron, ratificó que su convicción histórica, política e ideológica era basada en el histórico movimiento que ’el prócer de la democracia’ Francisco Indalecio Madero, acuñó para derrocar mediante una gran rebelión campesina y popular, a Porfirio Díaz, insigne dictador, que más allá del desarrollo que logró para México, ejerció a sangre y fuego un poder de más de 30 años, sin crear un mecanismo constitucional sucesorio que permitiera un retiro del poder ordenado, legal organizado y eficaz, y fue precisamente esa adicción enfermiza al poder lo que sumió a México en una lucha armada entre distintas facciones que duró no hasta 1917 en que se promulgó una constitución política para un nuevo Estado, sino más allá, hasta 1940.
La adicción al poder, por todo lo que ello implica o conlleva, se corresponde con los solitarios, ultra poderosos, que se concentran en sus reductos privilegiados a decir por encima de millones de personas. No olvidar la frase del ex presidente José López Portillo, “en la soledad de mi despacho decidí nacionalizar la banca y decretar el control de cambios”, palabras más, palabras menos. Los solitarios y el gran poder son casi siempre consustanciales, nada más ajeno al presidente AMLO, un gran animal político de las plazas públicas, un líder de masas, que necesita imperiosamente los gritos de la gente que lo aclama, el diálogo que ella establece, la medición del pulso de sus ideas y de sus decisiones proyectadas para calibrar y medir los pasos hacia adelante o las luchas para afirmar los intereses de esas masas sociales que le apoyan o lo aclaman, que lo retroalimentan, y luego va a consultar a su más cercanos colaboradores a los líderes de las cámaras del Congreso, etc, a quien sea necesario, nunca exento de errores de cálculos insuficientes, de fallas.
Su pasión, su gran pasión es la lucha política de masas, no la guerrilla política, la lucha organizada, del amalgamiento de los intereses populares, la batalla contra quienes los obstruyen y quienes dicen que no los obstruyen y lucran con la demagogia política en contra del pueblo. Y luego el ejercicio calculado del poder, mesurado y compartido, pero no perdona la traición. Es irreductible en ello como lo son los grandes dirigentes de masas.
Hoy ha dado una gran lección, rinde su último informe de actividades al pueblo y reitera que se aleja para siempre, agradece la confianza y el apoyo para él, al movimiento por él iniciado, pero heredero de muchos otros. Dice Pablo Gómez que de derrotas también avanza la historia. El presidente AMLO ha sido un líder que sufrió derrotas parciales muy dolorosas pero transitorias, al final, un líder victorioso, nunca rindió la plaza, hoy transfiere el poder para que la lucha siga hasta logar nuevas victorias. Las luchas verdaderas son largas, tortuosas, accidentadas pero que más temprano que tarde ofrece nuevas e importantes victorias.
Dije cuando se dio a conocer la victoria arrolladora de la Dra. Claudia Sheinbaum, que la estrella del líder AMLO empezaba a apagarse irremediablemente. Hoy ese proceso continúa. Pero AMLO ya entró a la historia por derecho propio escribiendo páginas brillantes, dejando pendientes y luchas que dar. Así son las obras humanas siempre incompletas. Hasta la victoria siempre presidente.