Un par de iniciativas han planteado en nuestro país criminalizar y prohibir los corridos tumbados por contener en sus letras, una invitación o glorificación del crimen organizado.
Lo han hecho desde el punitivismo y también desde el incentivo positivo a otro tipo de contenidos regionales que no se apeguen a esa narrativa mal adaptada de Disney, la de los criminoaspiracionales que creen poder salir de la miseria mediante el crimen, que construye al sicario aventurado que va venciendo en su camino por convertirse en un gran narco, logrando al ser un “capo de capos” tener lujos, propiedades, autos, alcohol al por mayor, sustancias y algunos, dicen, “viejas de a monton”.
A pesar del feminismo y la convicción profunda sobre el impacto que los discursos machistas tienen en el ideario colectivo, en el fondo, este debate tiene que ver con el otro México que no se siente representado en la música pop o ranchera. No me atrevería a apoyar la censura de quienes tienen contextos tan dispares aun cuando el contenido de sus expresiones me parezca profundamente violento, misógino y amenazante. Hablo de ese México del más fuerte, integrado por jóvenes que no se sienten parte del mismo México que sus gobernantes y los impolutos cultos qué critican ese tipo de música, del México que no entra a Twitter ni tiene espacio para la superioridad moral de condenar a quienes ven la serie “Narcos” en Netflix. Basta con hacer un recuento por los narcocorridos y la música de banda norteña que cuenta hazañas de viejos narcos para entender que el fenómeno cultural no es nuevo. De hecho, se ha sabido que personajes como el vocalista de “K-paz de la Sierra” o Valentín Elizalde fallecieron por ataques criminales y amenazas de otras agrupaciones delictivas al presentarse en “sus territorios”.
Pero lo que sucede con los corridos tumbados es distinto. Son los niños de la Guerra contra el Narco de Calderón que crecieron en el abandono y la precariedad de comunidades en las que sus madres, solas algunas por la migración de sus maridos o solas porque sus parejas fueron ultimados o desaparecidos, tuvieron que trabajar y criar al tiempo en que las calles fungían de segundo hogar, gestando un espacio para que desde muy jóvenes, los ideales del narco fuesen promesa para dejar de ver sufrir a sus familias. En el fondo, siento compasión por una atrocidades circular tan grande: Los niños crecieron anhelando o romantizando realidades duras mediante expresiones musicales como los corridos tumbados. Cantaban y se grababan con celulares, algunos tuvieron patrocinadores también del crimen e inclusive, promotores en Estados Unidos que les permitieron acceder a las grandes ligas, al éxito en Spotify, a los espectaculares y anuncios iluminados de Hollywood, a las peleas del Canelo en Las Vegas y a eventos que jamás se habrían imaginado desde esa troca en la sierra donde comenzaron a bromear cantando sus vidas y penas. Siento compasión por quienes los escuchan y creen en ese camino glorificado que maquilla la realidad de trauma, tortura, muerte, vacío y decadencia que implican el negocio de las drogas. No se imaginan que creer en aquellas canciones o querer tener esas vidas podría arrebatarles de la peor manera, la simple oportunidad de existir. No se imaginan que esa madre a la que quieren sacar de la pobreza podría convertirse en una buscadora eterna que deambula con dolor.
El debate se intensificó debido a las proyecciones de “El Chapo”, del Cártel de Sinaloa y “El Mencho” del Jalisco Nueva Generación, que se proyectaron durante el concierto de Los Alegres del Barranco en el Auditorio Telmex de la Universidad de Guadalajara. En ese lugar, el presidente municipal ya busca prohibiciones y sanciones, al tiempo que se abrió una investigación contra la Udg por los hechos y una carpeta penal por apología del delito. Ese mismo espacio universitario en el que han desaparecido al menos 3 estudiantes en menos de 15 días.
A Guadalajara se le suma Nayarit que desde febrero de 2025 prohibió los corridos tumbados en espacios públicos, en tanto que en 2023, Tijuana canceló conciertos de Peso Pluma tras amenazas del CJNG.
El hecho es que la prohibición, aún por las causas más nobles, siempre me recuerda al régimen de Francisco Franco y su censura cultural de cuatro décadas. Esos poemas no escritos y las liras no sonadas.
En este debate, la cuestión se trata de esos niños que no llegarán a adultos y esas víctimas incontables que podrían morir en manos de esos mismos niños. La narco cultura no se agota en los corridos tumbados y a pesar de la prohibición pública por transmitirlos en espacios comunes, universitarios e institucionales, creo que no podrá pararse del todo el impulso por escucharlos. De hecho, es sorprendente que este escándalo se haga vivo por el hecho de que los corridos tumbados y la promoción criminal llegara a los espacios universitarios. Como si las universidades fueran leídas como el resquicio de alguna espacio secular o el refugio minoritario de los jóvenes que valen la pena y no se entendiera como un pulmón de la sociedad. Como si no importara que los jóvenes afuera de las universidades han convivido con corridos tumbados por lo menos unos 10 años mientras que al ser tocado el preciado espacio de los pensamientos y profesiones, ahora ya importa.
En Jalisco a los integrantes de esa banda les han cancelado las visas de trabajo en Estados Unidos y la Fiscalía del Estado trabaja en aplicar estrictamente el artículo 142 del Código Penal local, que impone hasta seis meses de prisión por exaltar el crimen. La presidenta optó por combatir la apología del narco mediante incentivos positivos y ha lanzado una convocatoria llamada “México Canta y Encanta”. La ambiciosa apuesta quiere llevar al estrellato, de la mano a disqueras y productoras mexicanas y norteamericanas, a las nuevas generaciones de artistas que hablen sobre el amor y no sobre la guerra.
Hay un enorme universo entre los jóvenes rurales y urbanos, entre los universitarios y los jornaleros, campesinos, trabajadores... esos otros jóvenes que son más vulnerables de ser cooptados de manera voluntaria o forzada por el crimen organizado. Y aún con esas profundas diferencias, creo que es tiempo de apostar y celebrar proyectos que inviertan en los talentos nuevos y no en la cárcel como única respuesta. Que no le apuestan a la censura y que aún la más dura de las expresiones, es justamente, libertad de expresión. Tiempos de moralizar y responsabilizar a la industria del entretenimiento norteamericana que también ha disemindo el germen del criminoaspiracionismo.
El hecho de tener a Sheinbaum como presidenta y no a Franco, brinda alivio y me parece que el anhelo más profundo es que varias estrategias encaminadas a un mismo objetivo puedan florecer en llevar paz y que la producción cultural pueda narrar hazañas de otro tipo, de la historia o de la naturaleza. Encontrar al nuevo Juan Gabriel y a una nueva Shakira, seguir hablando de lo que duele sin cantar para justificar o glorificar las duras realidades que hoy nos toca tener. Sin embargo, lo que nadie debería de permitirse en este debate es colocar un estigma en quienes se han refugiado en la música como creadores o como consumidores, pues poco de su culpa es habiendo tenido que crecer en el país que les pudimos ofrecer.