Para las y los políticos mexicanos cambiar de afiliación partidista es cosa sencilla, sucede con demasiada frecuencia, sobre todo en procesos electorales y existen tan pocos incentivos negativos al hacerlo que existen quienes han cambiado de partido, tal vez sin cambiar de ideales o de valores -si es que acaso los tenían- tantas veces como han podido… Dicho de una manera sutil, han cambiado de partido político debido a un fenómeno complejo influenciado por diversos factores.
Una razón primordial para este comportamiento de cambio de partido es la naturaleza dinámica y fluida que existe en la política mexicana, caracterizada por alianzas cambiantes y poco probables, así como la formación de coaliciones que antes parecían impensables. Además, ambiciones personales, cambios ideológicos y consideraciones estratégicas desempeñan roles fundamentales en impulsar a los políticos a cambiar de partido.
México cuenta con un sistema multipartidista en el que varios partidos políticos compiten por el poder. Los partidos que antes eran grandes como el Partido Revolucionario Institucional, el Partido Acción Nacional y el Partido de la Revolución Democrática, han experimentado transformaciones a lo largo de la historia, llevando a los políticos a reevaluar sus lealtades políticas. Además de que con la reciente creación de un gran partido dominante como Morena, todas las piezas se han reacomodado. A medida que evolucionan las dinámicas de poder, los políticos pueden percibir oportunidades para avanzar en sus carreras al alinearse con un partido mejor posicionado para el éxito.
Las ambiciones personales y la búsqueda de influencia política a menudo motivan el cambio de partido. Los políticos pueden cambiar de partido en busca de posiciones de mayor jerarquía, mayor visibilidad o mayor influencia en la formulación de políticas. La búsqueda del éxito electoral puede llevar a los políticos a unirse a partidos con perspectivas electorales más sólidas, especialmente durante los ciclos electorales. Este manejo estratégico refleja la naturaleza pragmática de la política mexicana, donde la lealtad a un partido específico puede ceder ante las aspiraciones individuales.
Otra de las algunas razones que han dado quienes cambian de bando son las acusaciones de corrupción o disputas internas dentro de un partido para distanciarse y buscar nuevas afiliaciones. Escándalos o luchas internas de poder pueden llevar a los políticos a percibir que su futuro político es más seguro en un partido diferente, aparentemente libre de las controversias que afectan a su afiliación actual.
Sin embargo, este abusivo comportamiento, que muchas veces tiene más tintes de intereses personales de quienes se mueven y de la manutención del poder por quienes los aceptan, generará menos dividendos en la preferencia electoral. Pocos son los proyectos personales que realmente pueden sostener y subsanar un cambio de color con un respaldo real hacia el proyecto en lugar de la confianza en la base electoral que se tenía por la institución política que los abanderaba además de mencionar que el bono de confianza que el partido que actualmente se ostenta en el poder les da, poco a poco irá desapareciendo y será necesario seguir cambiando.
Urge en México congruencia de la clase política, mejores filtros para que quienes buscan solo llegar por llegar busquen más que el cambio simple de playera. La ciudadanía cada vez es más apática y cada vez mira con mayor lamento este tipo de actos abusivos y convenencieros que les pueden hacer pensar que aunque cambien de playera y de color, los jugadores siempre son los mismos.