A los amigos, justicia y gracia; a los enemigos, la ley a secas. Esta frase en México la atribuimos a Benito Juárez, aunque, como dijo el año pasado el periodista Sergio Sarmiento en redes sociales, no está registrada en ningún escrito del llamado Benemérito de las Américas.

En América del Sur la expresión tiene menos palabras, pero el mismo significado: Para mis amigos, todo; a mis enemigos, la ley. En Perú afirman que el verdadero autor de la frase es el mariscal Óscar Raimundo Benavides Larrea. En la prensa paraguaya encontré que la atribuyen al brasileño Joselino Kubitschek.

En Argentina dicen que la autoría es del teniente general Juan Domingo Perón. En el diario La Nación encontré esta explicación histórica:

En los años setenta del siglo pasado Perón manifestaba en público su “gran admiración” respecto de las enseñanzas de Mao Zedong. Dijo que para ejercer adecuadamente el liderazgo político lo primero que debía establecerse con toda claridad era la distinción entre amigos y enemigos, para darles: “…A los amigos todo, y a los enemigos… ni justicia. Porque en esto no se puede tener dualidad”.

LA NACIÓN

Mao Zedong lo dijo de otra manera, desde luego más o menos en el mismo sentido:

“¿Quiénes son nuestros enemigos y quiénes nuestros amigos? Esta es una cuestión de importancia primordial para la revolución. Todas las anteriores luchas revolucionarias de China sólo obtuvieron magros resultados, esencialmente porque los revolucionarios no supieron unirse con los verdaderos amigos para atacar a los verdaderos enemigos. Un partido revolucionario es el guía de las masas, y cuando las descamina, ninguna revolución puede triunfar. A fin de conquistar con seguridad la victoria en la revolución y no descaminar a las masas, tenemos que cuidar de unirnos con nuestros verdaderos amigos para atacar a nuestros verdaderos enemigos. Y para distinguir a los amigos verdaderos de los verdaderos enemigos, tenemos que hacer un análisis general del estatus económico de las clases de la sociedad china y de sus respectivas actitudes hacia la revolución”.

MAO ZEDONG

Ignoro cómo tomarán sus decisiones los robots cuando dominen los gobiernos de México y Estados Unidos, y del resto de las naciones, incluyendo las Brics y también las grandes organizaciones globales como la ONU, la OTAN, la Unión Europea, la FIFA, el Comité Olímpico Internacional, la UCI (ciclista) y el Foro Económico Mundial de Davos, Suiza.

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Quizá los robots gobernadores, presidentes, primeros ministros, reyes, senadores, diputados, jueces, magistrados, y ministros serán absolutamente fríos al aplicar la ley y no distinguirán entre amigos y enemigos. Quizá, solo quizá...

Es que, ni hablar, eso sin duda podría ocurrir, pero de ninguna manera hay certeza de que así vayan a ser las cosas, ya que los robos podrían tener sentimientos que les lleven a favorecer a quienes consideren sus camaradas.

El hecho es que los robots todavía no gobiernan, así que los y las gobernantes actuales, en todo el mundo, a la hora de aplicar la ley o de negociar con base en su poder normalmente lo hacen en la lógica de la frase de Benito Juárez, desde luego después de asegurarse de que distinguen adecuadamente a las personas amigas de las enemigas.

Napoleón tenía una fórmula infalible para conocer a las verdaderas amistades: “Nunca sabrás quiénes son tus amigos, hasta que caigas en la desgracia”.

Donald Trump, cuando cayó en desgracia, esto es, cuando perdió las elecciones de 2020 frente a Joe Biden, supo que en México tenía un amigo verdadero, el entonces presidente Andrés Manuel López Obrador, quien se negó a reconocer la victoria del candidato demócrata. AMLO finalmente felicitó a Biden, pero más de 40 días después de que lo hicieran gobernantes de todo el mundo. Esos gestos, como el 2 de octubre, no se olvidan.

La anterior es una razón poderosa, pero no la más importante, que permite anticipar que se van frustrar Ciro Gómez Leyva, de Excélsior, y Raymundo Riva Palacio, de El Financiero. Los dos pronostican que el gobierno de Trump acusará a AMLO de nexos con el narco. Creo que ellos son ingenuos en este asunto. Un tipo tan pragmático como el presidente de Estados Unidos no convertirá en enemigo a un aliado probado, además sumamente popular en México.

Desde luego, hay otra razón, la verdaderamente relevante para pensar que se equivocan Ciro y Raymundo —es decir, que se trata solo de malos deseos de ambos columnistas—: Andrés Manuel es un hombre honesto al que jamás ha motivado el interés económico, que siempre es lo que está detrás de las alianzas entre gobernantes y capos de las mafias. A López Obrador no le interesan el dinero y los lujos, lo único que garantizan los narcos a los políticos.

Si Gómez Leya y Riva Palacio buscan un narcopresidente mexicano deberán acudir al distrito Chamberí, en Madrid. Ahí sugirió Ciro que vive Felipe Calderón. Lo dijo hace tiempo en su columna, cuando el columnista vivía en el exilio —en realidad se había tomado unas vacaciones largas, a las que ya volverá: él está, como yo, en edad de la jubilación—. Narró Gómez Leyva lo que le habían contado: que Calderón pasea “en los barrios de Trafalgar, Chamberí y Almagro; que por ahí vive, en un departamento muy pequeño, a juzgar por el edificio”.

Más detalles dio Carlos Alazraky, quien en sus vacaciones madrileñas tuvo “la suerte de desayunar con Calderón en Madrid”. Alazraky sí admitió que visitó al esposo de Margarita Zavala: “Lo vi, nadie me lo platicó: vive en un departamento en Chamberí, que es como Narvarte o la Roma”.

Ya está en la cárcel, en Estados Unidos, un narcopolítico importante, Genaro García Luna, jefe de las operaciones bélicas en la fallida guerra contra las drogas de Felipe Calderón. Lo lógico es que se investigue en aquel país por qué Calderón permitió a García Luna trabajar para el cártel de Sinaloa, esto es, si lo hizo por tonto o por cómplice. En cualquier caso Felipe merece un castigo ejemplar.