Un buen amigo oaxaqueño-tlaxcalteca, David Cabrera Canales, me compartió recién un breve video de 2023 que hemos dejado de tener presente.

En él aparece Beatriz Paredes en su ya famosa alocución en el escenario de los Diálogos que el año pasado organizará la alianza de partidos que antes de su ejercicio de votación interna optó por nominar a Xóchitl Gálvez a la presidencia de la República.

La diferencia entre Xóchitl y Paredes puede ser medida en millas, pero cabe reducirla a una clave que la ahora candidata y su coalición pasaron por alto: el valor del pesar, el arrepentimiento y el perdón.

En aquel pasaje al que me refiero, doña Beatriz Paredes aseveró que el gobierno del presidente López Obrador es un accidente de la historia motivado por los errores que los gobiernos previos (priistas y panistas) cometieron defraudando la confianza que la sociedad les otorgó de manera reiterada para gobernar en favor de los más marginados

La diferencia es que Claudia no tiene que ofrecer esa disculpa porque hasta ahora las percepciones indican que la mayoría del pueblo no se siente traicionado por el gobierno de López Obrador, como si se sintió agraviado en 2017-2018.

Haber hecho un sincero “mea culpa” era una actitud obligada de Xóchitl en el marco de relaciones políticas cocidas en el contexto de una cultura social fuertemente cristiana y católica, aunque a la vez sea laica.

Mas valía haber asumido culpas y solicitar la indulgencia que señalar, acusar o denunciar sin fundamentos firmes, cual ocurrió sobre todo en el tercer debate presidencial, a Claudia quien representa la segunda etapa de la resurrección, además en versión femenina, de la mayoría popular todavía sangrante después de su martirio y crucifixión durante el periodo neoliberal.

La diferencia también reside en que Jorge Máynez no parece estar vinculado por aquel pasado, de tal forma que hizo bien en seguir mirando al horizonte del presente y el futuro joven.

Ahora hay que esperar que las diferencias se diriman de manera pacífica en las urnas, aún con las consabidas complicaciones y complejidades que enfrentamos, pues siguen de pie las instituciones guardianas de elecciones libres y auténticas.

Esperar que quienes pierdan, que no lo perderán todo, entren al purgatorio o al cuarto de reflexiones y realicen un acto de contrición y expiación que contribuya a mejorar la calidad de la vida pública.

Al mismo tiempo, habrá que esperar que la Dra. Claudia Sheinbaum, Morena y aliados estén a la altura de las complejas circunstancias nacionales y globales, mantengan los buenos legados de su líder moral y no duden en cambiar lo que no funcionó en el sexenio que está por concluir.

Deberán demostrar, en todo caso, que este último no se trató de una anomalía o un accidente, según advirtió Beatriz Paredes, sino de un elemento clave dentro de un proceso histórico que fue precipitado por los graves errores y abusos de la práctica neoliberal, a cambio de admitir que este modelo también heredó cosas positivas a un país que si combina con sabiduría equidad, libertad y buen gobierno podrá acceder a la justicia con prosperidad.

Cuando en 2029 el PRI cumpla 100 y el PAN 90 años de vida, 4 decenios después del Frente Democrático Nacional y la fundación del PRD, en el tiempo en que Claudia esté finalizando su sexenio, esperemos que quien pretenda sucederla en busca de la continuidad no tenga que rescatar el video de Beatriz Paredes para solicitar el perdón de quienes le habrán reiterado su confianza a Morena y aliados, en rigor, al lopezobradorismo el próximo 2 de junio.

Es así porque, de lo contrario, es posible que esa confianza se vuelque hacia Movimiento Ciudadano, que todavía no requiere el acto de contrición, aunque por momentos se le vea caer en el deseo de convocar a un pre-jubileo.

Peor, quizás. Sería indeseable que a la diestra del Cristo resucitado aparezca un Dimas o Gestas, o aún más, un Barrabás que reclame una “solución final” al drama mexicano del primer tercio del siglo 21.

Es preocupante que para entonces algunos lleguen a cuestionar: ¿Cuál sería la diferencia?