Traducción indecente en el título de un artículo periodístico, pero en el desarrollo del texto resulta necesario expresar en nuestro idioma la que fue considerada palabra del año 2024 según el Macquarie Dictionary, el referente del inglés australiano: Enshittification en español es mierdificación.
La palabra la creó un canadiense famoso en redes, Cory Doctorow —periodista y autor de ciencia ficción—. Propuso el término para referirse a la decadencia de las plataformas de internet:
“Así es como mueren las plataformas: primero, son buenas con sus usuarios; luego abusan de sus usuarios para mejorar las cosas para sus clientes comerciales; finalmente, abusan de esos clientes comerciales para obtener todo el valor para sí mismas. Luego, mueren”.
“A esto lo llamo enshittification<i> (</i>mierdificación), y es una consecuencia aparentemente inevitable que surge de la combinación de la facilidad de cambiar cómo una plataforma asigna valor, combinado con la naturaleza de ‘un mercado de dos caras’, donde la plataforma se sienta entre compradores y vendedores, manteniendo a cada uno rehén del otro, arrebatándose una parte cada vez mayor del valor que se pasa entre ellos”.
Cory Doctorow
Conocí esta mañana la palabra enshittification por un correo electrónico que recibí enviado desde un sitio especializado en el análisis de la educación superior, Times Higher Education. El título del mail no lo pudo traducir Google de inmediato: “The ‘enshittification’ of academia”, así que investigué un poco.
Un párrafo de ese correo me llevó a pensar en que si Morena aspira a sobrevivir como un movimiento realmente beneficioso para México tendrá que desechar a no pocas personas malas que se han acercado al partido y a los dos gobiernos de izquierda, el del expresidente Andrés Manuel Lopez Obrador y el de la presidenta Claudia Sheinbaum. Este es el párrafo inquietante, al menos para mí:
“Hoy analizamos en profundidad la crítica evaluación que hace un exlíder universitario sobre la ‘enshittification’ de la academia británica y sus afirmaciones de que los líderes del sector sufren el síndrome de Estocolmo en su continuo deseo de doblegarse al gobierno’.
Times Higher Education
Creo que a eso se refería Denise Maerker en su artículo de hoy en Milenio, por supuesto sin utilizar la palabra enshittification y sin mencionar al síndrome de Estocolmo, que es simple y sencillamente la reacción psicológica de la víctima de secuestro que desarrolla un vínculo positivo con su captor.
Espero que la presidenta de México haya leído el artículo de Denise “Separar al poder político del poder criminal”. Es duro, pero al mismo tiempo constructivo: busca ayudar a Claudia aportando un diagnostico sensato.
La periodista comienza con una pregunta y una respuesta, ambas muy fuertes: “¿No quiere o no puede Claudia Sheinbaum mandar un potente mensaje de que durante su gobierno no se tolerará ninguna complicidad entre autoridades y crimen organizado? Vale la pregunta porque no se le aprecia ninguna determinación en esta materia”.
En su análisis Denise Maerker aclara algo que muchas personas con demasiada frecuencia ignoramos: que desde los tiempos del PRI el presidente ha tenido absolutamente todo el poder. No es así. En la época priista el poder presidencial era mucho menor de lo que se pensaba: “Lo que el priismo desarrolló fue un complejo y sofisticado método de ajustes y negociaciones constantes entre el poder central, las élites locales y los poderes fácticos”.
Denise no duda: Claudia “tiene la intención de consolidar un poder fuerte”. Añado que cuenta para llegar a su meta con una altísima aprobación —de alrededor de 80% según el tracking diario ClaudiaMetrics— y actuaciones audaces que han sido reconocidas en todo el mundo, dos triunfos personales de la presidenta que no consiguió ningún otro gobernante mexicano. Pero… El de Morena es un sistema tan complejo —y en ciertos aspectos inclusive tan sucio— como el del viejo PRI.
Maerker lo expresa con claridad: “En ciertas regiones del país se han ido generando cacicazgos familiares gracias a la reelección y a la alternancia de miembros de una misma familia en los puestos de poder. Si a eso agregamos que esos grupos locales, en muchos casos, se han asociado con bandas criminales o, peor aún, se han convertido en grupos criminales, se entiende por qué son hoy auténticos islotes sustraídos al control del Estado: reciben recursos de la federación o de los estados que desvían para sus propios fines, mantienen alianzas criminales mutuamente beneficiosas y, cuando se requiere, respaldan al partido que les garantiza las candidaturas enviando acarreados o garantizando votos”.
¿Podrá Sheinbaum acabar con tales cacicazgos, representados inclusive en los más altos niveles del poder legislativo? Es verdad, como afirma Denise, que la iniciativa para eliminar la reelección y el nepotismo significa “asestar un golpe contra esos cacicazgos”. Pero no bastará con tal reforma legal para impedir que sigan gozando de poder excesivo no solo caciques regionales, sino políticos impresentables con influencia nacional como Pedro Haces, Manuel Velasco, Félix Salgado, etcétera.
Inclusive en el gabinete presidencial operan políticos, como Marcelo Ebrard, que no trabajan para Sheinbaum, sino para sí mismos. Es conocido el hecho de que el secretario de Economía se opone a cualquier cosa hagan sus colegas si Ebrard interpreta que quien debe ordenarlas es él.
Otro tema complejo es la relación del gabinete con los medios de comunicación. Tengo la mejor opinión del canciller Juan Ramón de la Fuente, pero él ha sido acusado de recurrir a la censura por un ejemplar embajador retirado que ha sido periodista de primer orden —participó en la fundación de la revista Proceso—, Agustín Gutiérrez Canet. Está obligado De la Fuente a explicar si llamó al propietario de El Universal, Juan Francisco Ealy Ortiz, para exigir el despido de Gutiérrez Canet, quien ha sido muy crítico de la política exterior de la 4T.
Denise Maerker habla de algo mucho más grave que malos comportamientos en el gabinete; yo los menciono porque, me parece, la presidenta Sheinbaum no solo debe controlar y desparecer con toda energía a los grupos políticos, de Morena y de otros partidos, que han pactado con el narco en distintas zonas de la nación; esto de alguna manera empezó a hacerlo Omar García Harfuch en el Estado de México, pero solo ha sido el inicio. Claudia, también, necesita un equipo más leal, esto es, uno en el que se reduzcan al mínimo las agresiones entre quienes lo integran.
¿En qué momento la gente mala penetró en Morena? Ocurrió cuando el movimiento creado por AMLO empezó a tener oportunidades reales de llegar al poder. Para evitar otro fraude electoral, el pragmatismo llevó al expresidente López Obrador a permitir alianzas con políticos de todo tipo, buenos, malos y peores.
Estoy convencido de que a Claudia no le afecta el síndrome de Estocolmo, esto es, de ninguna manera debe estar contenta viendo lo que hace toda esa gente sin moral que ha colonizado y aun secuestrado no pocos sectores de Morena.
Tristemente, quedó muy lejos y muy olvidada aquella reunión de antes de las elecciones de 2006, a la que yo asistí. En la sala de juntas de la casa de campaña de AMLO este escuchó la indigna propuesta de Manuel Camacho, hasta su muerte jefe político de Marcelo Ebrard: “Dice Elba Esther Gordillo que una cita contigo la neutraliza y no mueve a sus operadores electorales el día de las votaciones; es decir, se compromete a no hacer fraude. Pero pide verte, Andrés Manuel”. Lopez Obrador respondió: “Por ningún motivo. Con esa gente no debemos pactar nada”. Después cambió de parecer y aceptó toda clase de malas compañías para asegurar la victoria.
Así empezó al proceso de enshittificación de Morena. Las grandes empresas tecnológicas, que se mueven por intereses y no por principios, no están interesadas en revertir la mierdificación: si lo hicieran perderían dinero, y eso jamás lo aceptarían.
A Claudia Sheinbaum la motivan los principios, los ideales, la ética. A pesar de las limitaciones impuestas por las estructuras corruptas y las indebidas alianzas morenistas, ella ya tiene bien consolidado su poder. Podrá limpiar lo que está sucio en la 4T, que es bastante. Urge que ponga manos a la obra.