A todas las personas que, con solidaridad y empatía, se unieron en la búsqueda y difusión de mi ficha de desaparición:
Quiero expresar mi más profundo agradecimiento por su invaluable apoyo, gracias a su compromiso y esfuerzo colectivo. Hoy puedo reunirme nuevamente con mis seres queridos, sin su ayuda encontrarme habría sido una tarea más difícil.
Hoy me dirijo a ustedes, no sólo para aclarar lo sucedido, sino también para compartir una reflexión sobre cómo se manejan este tipo de situaciones y cómo afectan a las personas involucradas.
Ninguna mujer tendría que sentir vergüenza de haber sobrevivido a una privación ilegal de la libertad.
Ninguna mujer tendría que salir con miedo por el acoso y la violencia digital.
Es alarmante, observar que en nuestra sociedad la aparición con vida de una mujer sea motivo de controversia, mientras que su hallazgo sin vida o violentada genera menos incomodidad. Esta reacción refleja una profunda deshumanización y normalización de la violencia de género que debemos erradicar. Las cifras son escalofriantes, en México de 2008 a 2023 se reportó la desaparición de un promedio de 18 mujeres al día de las cuales el 21% no han sido localizadas, además del total de personas desaparecidas en el país el 24.7% corresponde a niñas y mujeres, concentrándose así el 56.13%.
Es sorprendente, el nivel de machismo y de misoginia que ha llevado a comunicadores y periodistas a desinformar sobre lo que me sucedió. Conocen mi rostro pero no mi historia, la violencia mediática y la violencia digital en el plano virtual es real. Las mujeres pertenecientes a colectivas qué me arroparon, me dijeron que no era mi culpa y hoy yo se lo digo a las zacatecanas qué salen con miedo a la calle: nunca es nuestra culpa.
Además de luchar por sanar y recuperarme de lo vivido, hoy me encuentro en la necesidad de pedir respeto, un alto a la especulación y la certeza de que como yo, todas deberíamos ser halladas sin que eso conlleve un linchamiento mediático por tener la osadía de sobrevivir.
Hago un llamado urgente a la sociedad y a los medios de comunicación para que se informen adecuadamente antes de compartir contenido en redes sociales, la desinformación que circuló durante mi caso, me hizo sentir que mi vida había terminado, y que quizás algunos estarían más satisfechos si así fuera, es fundamental que todos asumamos la responsabilidad de verificar la veracidad de la información que difundimos, evitando así causar daño adicional a las víctimas y a sus familias, la empatía, el respeto y la solidaridad deben ser los pilares que guíen nuestras acciones, sólo así construiremos una sociedad más justa y humana para todas y todos. Durante mi situación, estuve vulnerable y desprotegida. Encontrarme en la necesidad de hablarlo públicamente genera una revictimización en mi contra provocada por aquellos que dudan de mi integridad y que usan mi nombre, el de mis familiares y de quienes me han ayudado para avanzar en agendas hostiles qué solo responden a sus intereses personales. Mi dolor no es un instrumento para monetizar.
Aunque ahora se esclarecieron los hechos y estoy en casa, las consecuencias de lo ocurrido han tenido un impacto profundo en mi vida y en la de mis seres queridos. Este proceso me ha enseñado que, a veces, las circunstancias pueden superarnos, y que todos somos susceptibles de ser víctimas.
Este proceso ha sido extremadamente doloroso no solo para mí, sino también para mi familia y amigos, quienes han sufrido angustia y preocupaciones innecesarias. El desgaste emocional y la presión que han generado no es proporcional a mis supuestos actos. Hago un llamado a la Secretaría de Gobernación para observar cómo es que los discursos de odio y la violencia mediática genera situaciones hostiles en contra de las sobrevivientes, a los medios de comunicación, a usuarios que comunican mediante redes sociales y a la sociedad en general a que traten este tipo de situaciones con empatía y responsabilidad, recordando que detrás de cada noticia hay personas reales con sentimientos y dignidad.
A pesar de los comentarios y mensajes que me han apedreado de forma digital por haber sobrevivido, alzó la voz con júbilo por estar con mi familia, celebro poder abrazar a mi madre, agradezco a Dios la oportunidad de volver a sentarme a tomar café con mi padre y abrazar a mis hermanos, le digo a las personas que esperaban que mi destino fuese el peor que hoy comprendo que los únicos que importan son las personas que verdaderamente me conocen y aprecian. Y aquellas personas que, sin conocerme, me han querido viva y libre.
Es una lástima que hayamos normalizado tanto las malas noticias que ahora la indignación sea por no encontrarnos sin vida, pero aquello no nubla mis ganas de seguir creciendo, viviendo y trabajando con ilusión por un mejor futuro.
Finalmente, quiero expresar mi gratitud a quienes me han brindado su apoyo incondicional, así como el diputado José Narro Cespedes, a la licenciada Frida A. Gómez y a la senadora Geovanna Bañuelos. Este ha sido un momento de aprendizaje y crecimiento para mí, y espero que mi experiencia sirva para generar un diálogo más compasivo y justo en el futuro.
Atentamente,
Zaida Estrada.