Más allá de los enfrentamientos verbales que provocan las medidas y declaraciones del presidente de Estados Unidos y la respuesta de la presidenta de México, la confrontación de Trump y Claudia (la reedición de la guerra de Calderón) tiene un importante trasfondo que va en contra del narcogobierno que se impuso el sexenio pasado y que está tomando matices de ruptura al interior de la llamada 4T.

Las señales son claras, mientras el gobierno de Estados Unidos intensifica su presión, vemos a Andrés Manuel López Beltrán encabezando un esfuerzo desesperado por reunir y comprometer a los más incondicionales del régimen anterior.

¿Qué pretenden los amloistas?

Su objetivo: impunidad y cumplir compromisos con el narco defendiendo lo indefendible en una lucha que, poco a poco, avanza con un cambio en la estrategia de seguridad que ha permitido capturas, decomisos y confiscaciones de productos financieros, armas y drogas en cantidades que, en los pocos meses que van de gobierno, superan a todo el sexenio anterior.

Sin embargo, la guerra interna de la 4T pone a Claudia entre la espada y la pared.

Sheinbaum se encuentra en una posición compleja. Por un lado, dar continuidad a un proyecto del que si bien forma parte, no es el suyo, aprobando leyes que responden a compromisos adquiridos por el régimen antes de que asumiera la presidencia; y por otro, enfrenta una creciente presión interna y externa. Está atrapada entre el águila imperial, el polvo blanco y el fentanilo.

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¿Hubiera podido llegar de otra forma?

La disrupción nunca es fácil, pero ella misma pactó y ha sido participe de la destrucción sistemática de las instituciones para poder llegar al poder. Ahora, está en el medio de múltiples intereses y compromisos, por lo que dar un manotazo en la mesa y asumir el control total del país no está resultando para nada sencillo. De hecho, su intento por tomar el mando está generando una crisis de gobernabilidad que, sin exagerar, podría escalar hacia un conflicto de dimensiones impredecibles.

Lo grave es que las fuerzas externas han puesto sus ojos en el país en su momento más vulnerable y la escalada de inseguridad que permitió la administración anterior, pone a la presidenta contra las cuerdas.

¿Cuál será la estrategia?

Como mujer de ciencia y con la experiencia política que tiene, sabe la importancia de planear sus movimientos y prever las consecuencias de sus decisiones, la gran pregunta es, sin una oposición que realmente represente a los ciudadanos y con una injerencia cada vez más directa del país más poderoso del mundo, ¿cuál será el desenlace de este pleito entre México y su principal socio y aliado?

Ante la adversidad que le manifiesta una buena parte de su propio partido, el que la llevó al poder ¿podrá Claudia fortalecerse con nuevos aliados, incluyendo a figuras como Felipe Calderón, tecnócratas, marinos y la ciudadanía opositora?

Por otro lado, la oligarquía cuatrotera tiene tan grandes intereses como compromisos con el gobierno que les ha permitido jugosas ganancias y beneficios, la presidenta sabe que esos compromisos no los asumieron con ella, aunque como dijo en campaña represente la continuidad, o el “segundo piso” de la tan mentada Cuarta Transformación ¿será momento de que amplíe sus alcances políticos y buscar apoyo en los empresarios sin vínculos directos con el gobierno y en fuerzas antagónicas a Andrés?

En términos económicos y comerciales, tanto las reformas constitucionales como el desmantelamiento de los organismos autónomos causan incertidumbre entre los inversionistas ¿logrará convencer a empresas transnacionales de mantenerse en un país donde la mayoría de los inversores planea irse o hacen todo por correrlos?

Movimientos y desafíos

Punto y aparte del tema de seguridad y combate al narcotráfico, pronto veremos si los movimientos estratégicos de la presidenta pudieron repercutir como golpes espectaculares en otras áreas.

Una muestra es la reforma contra el nepotismo o la de seguridad que bien parece un mensaje claro con letras neón que dice: “Hasta aquí llegaron.” Un intento por marcar límites dentro del propio régimen, anticipando que, aunque en este sexenio pueda estar sometida, el siguiente no permitirá que ese proyecto continúe avanzando.

El desafío está en revertir la destrucción institucional de los últimos seis años y reconstruir un país que, con todo y sus defectos, había logrado consolidar una democracia funcional. ¿Podrá Claudia resistir la presión o terminará siendo absorbida por el mismo sistema que ayudó a crear? De no hacerlo el proclamado segundo piso será tan solo un escalón para que otro suba mientras México baja.

Habrá que pelear dentro de la 4T.

X: @diaz_manuel