Intenso descontento y frustración generó el nombramiento de Adrián Rubalcava como director del Metro. ¿Por qué a un personaje que tiene graves acusaciones en su contra se le da semejante “oportunidad”? ¿Se le debía algo? ¿Debemos los mexicanos pagar tan cara tarifa?
Con esa designación, el eco de la frase “lo que diga el pueblo” se fue perdiendo en el túnel negro... en las intrincaciones… porque nos guste o no, Rubalcava es ahora el director del Metro.
“Hay que darle una oportunidad para que desempeñe un buen papel”, dijo la presidenta Claudia Sheinbaum.
Adrián Rubalcava se subió al tren de la política a los 18 años. Si sacamos cuentas con base en lo que él afirma, lleva el venturoso viaje 30 años... Una vez a bordo, fue cambiando de vagones: del amarillo al verde, luego al tricolor; bajaba y subía según la conveniencia y las oportunidades. Se mantuvo en el trayecto, hasta llegar a la “estación Cuajimalpa”. Ahí hizo parada como delegado y luego como alcalde. Y cuando vio la oportunidad se subió de nuevo al tren para bajarse en la “estación Coalición por México” para registrarse como candidato para la jefatura de gobierno de la Ciudad de México; no le dieron el boleto, le fue otorgado al panista Taboada.
Opacidad en su gestión y en su desempeño en Cuajimalpa… ¿y aún así le dan esa “oportunidad”?
Apagón en los circuitos de información habrá habido para haberle otorgado esa dirección, ya que la Auditoría Superior de la Federación (ASF) le hizo tres auditorías a Adrián Rubalcava que evidenciaron graves irregularidades financieras, con observaciones sin solventar sobre daño al erario durante su tripartita gestión.
La vida que llevaba Rubalcava no correspondía a lo que ganaba, afirmó la ASF en 2019. El político dijo que todo lo que poseía era gracias a donaciones. El suertudo exalcalde declaró haber recibido más de dos millones de pesos y 183 mil dólares. Y para que no se le fuera el tren, para estar siempre a tiempo, bien peinado, con su fleco bien parado, recibió relojes de lujo y obras de arte para poderlas contemplar mientras hacia el cambio de vagones o se quedaba en alguna conveniente estación.
¿Dirección? ¿Color? La que sea… Se acabaron las opciones para el político, el del copete engominado de primaria, por lo que decidió presentarse con la intención de subirse al vagón guinda. Y le abrieron las puertas…
Fue aceptado, por desgracia. Rubalcava tiene un pasado no opaco sino muy oscuro, que ha sido señalado de estar vinculado con la banda “Los Claudios”, grupo de choque acusado de extorsión y de secuestro.
El “afortunado” también ha sido acusado por organizar campañas de difamación contra periodistas y opositores.
Si gravísimas imputaciones pesan sobre él, ¿por qué las desestimaron?
Negros, no opacos, han sido los antecedentes de Rubalcava y, a pesar de ellos, fue nombrado director del Metro y en sus manos dudosas estará el presupuesto histórico de 23 mil millones de pesos, que deberían ser destinados para mejoras, modernización del Sistema de Transporte Colectivo, entre las que está planeada la instalación de 5 mil cámaras, y la creación de un nuevo centro de monitoreo. Esas cámaras deberían estar enfocadas en Adrián Rubalcava.
Ahora es director de todas las líneas, de todos los colores y destinos; el abogado es el responsable de que el Metro sea seguro para los millones de mexicanos que utilizan ese medio de transporte.
Una mina de oro. Los recursos se han desviado durante décadas, no han sido utilizados para modernizarlo.
Clara Brugada, la jefa de gobierno lo nombra, Claudia Sheinbaum la presidenta dice: “hay que darle una oportunidad a Adrián. Él tomó la decisión de apoyar a nuestro movimiento. Ya critíquenlo después de que desarrolle su actividad”.
No podemos criticarlo después, Adrián Rubalcaba representa lo que no queremos. Él no merece esa oportunidad, ese cargo tan importante. Ese presupuesto histórico no debe estar en alguien de pasado opaco, dudoso... negro.
¿No que lo que diga el pueblo? ¿Dónde quedó nuestra voz que clama rotunda inconformidad? ¿Volverá a perderse?
Hay que bajar del tren a Rubalcava. No, no merece ninguna oportunidad. Lo criticamos y lo reprobamos ahora, antes de que sea demasiado tarde.