(Un abogado fiscalista —ahora muy frustrado porque, asegura, con el nuevo poder judicial no volverá a ganar litigios contra el SAT— me envió como tratamiento psicológico, por correo electrónico, todo lo que a continuación publico).

Vi la serie de Netflix sobre Juan Gabriel y recordé que El Divo de Juárez, como don Ricardo Salinas Pliego, no pagaba impuestos. Me inspiré y pedí a la inteligencia artificial un diálogo en el SAT entre el artista y el empresario.

Tal diálogo es una obra de no ficción ficcionada, basada en las posturas públicas y experiencias reales tanto de Juan Gabriel como de Ricardo Salinas Pliego respecto a la obligación tributaria.

Personajes:

Ricardo Salinas Pliego: Empresario mexicano, conocido por sus prolongados litigios fiscales y, desde luego, por su postura crítica hacia el gobierno —el actual: don Ricardo antes era reconocido por servir dócilmente a los presidentes del PRI y del PAN—.

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Juan Gabriel (alias Juanga, El Divo de Juárez): Cantante y compositor mexicano, con un historial documentado de problemas con el SAT, quien creía que su arte justificaba la exención de impuestos.

Escenario: Doble. A veces en el Servicio de Administración Tributaria, a veces en la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

(La escena se abre con Salinas Pliego tecleando furiosamente en un iPad. Juan Gabriel entra, vestido con uno de sus trajes de mariachi más extravagantes, y se sienta elegantemente en un sofá cercano).

Juan Gabriel: (Con voz cantarina) Ay, Ricardo, te veo muy estresado. ¿Qué pasa, mijo? ¿Otra vez la 4T te anda buscando?

Salinas Pliego: (Sin levantar la vista del iPad) ¡Don Alberto! Siempre tan oportuno. Sí, en la 4T no entienden razones. Ahora la presidenta dice que “sencillamente hoy pueden pagar”. ¡Como si fuera pedir una pizza! Pero es un crédito fiscal de hace 16 años, no un capricho. Claudia Sheinbaum lo sabe, pero…

Juan Gabriel: (Se ajusta el sombrero) Ay, pero qué necios. ¿Debes impuestos…? Perdona la pregunta ofensiva porque, lo sabes, lo que se ve no se pregunta, mijo. Digo, lo que uno no debe, uno no lo paga. ¿Es en serio que le debes al SAT? ¿Te prestó dinero? Disculpa si trato de hacer chistes, nunca me salen.

Salinas Pliego: (Sonríe ligeramente, por primera vez) Lo dirás de broma, Juanga, pero la verdad es que ellos quieren que pague lo que no es legal. Sheinbaum abusa. Es una persecución política, no una cuestión de justicia. Quieren centralizar el poder, son... ¡comunistas! Ella y el capo de Macuspana.

Juan Gabriel: (Se levanta y empieza a caminar por la habitación) Comunistas, capitalistas, todos quieren mis canciones. Pero, ¿te refieres a AMLO? Me admiraba. ¿Me habría cobrado impuestos el capo macuspano? Tiemblo al pensarlo. ¿Cobrarme impuestos? El arte que yo entrego al pueblo debería ser suficiente. ¡Yo le doy alegría a México, a todo el mundo! ¡El gobierno debería pagarme a mí por tener a su gente feliz!

Salinas Pliego: (Asiente vigorosamente) Y deberían pagarme a mí mucho más. Yo genero empleos, Juanga. Inversión. La infraestructura del país se beneficia de mí, no de los impuestos que el gobierno despilfarra. Yo pago lo justo, lo que es correcto. Y lo correcto es lo que se me pega la gana pagar, no las ocurrencias de Sheinbaum y AMLO.

Juan Gabriel: (Se detiene frente a un espejo y se admira) Claro. Además, a ti te quieren imponer recargos que no son normales: muy abusivos, como los de Elektra, ¿no? A mí me metieron al bote por unos cuantos millones, pero salí: pagué y pacté, con dignidad eso sí: no me quebraron.

Salinas Pliego: (Se levanta, su semblante se vuelve más serio) El problema es que ahora la Corte nos está negando los aplazamientos. Quieren que la Corte decida basada solo en la ley, sin negociación en lo oscurito. Eso no es Estado de derecho: es consigna política.

Juan Gabriel: (Le da una palmadita en el hombro) Ay, mi Ricardo. Ya no te preocupes. Sigue litigando. Al final de cuentas, el dinero va y viene, pero la música se queda para siempre.

Salinas Pliego: (Vuelve a su iPad, más calmado) Tienes razón, Alberto. Les prometí pagar en 10 días, pero ya les dije que solo lo correcto. Y repito, lo correcto lo contabilizo yo, nadie más.

(Juan Gabriel sale y vuelve, ahora vestido con uno de sus trajes de lentejuelas. Ricardo Salinas Pliego se acerca a una Virgen de Guadalupe y se hinca).

Juan Gabriel: (Con un ademán de mano) Ricardo, querido, ¡qué gusto verte tan piadoso! Aunque se siente una energía... negra. ¿Será la del Servicio de Administración Tributaria?

Salinas Pliego: (Se levanta sin dejar de mirar a la Virgen) Alberto Aguilera Valadez. Siempre con el drama. (Hace la señal de la cruz) No estoy para malas vibras, ¿no me ves lidiando en el fuego de la burocracia eterna?

Juan Gabriel: (Ríe levemente) ¡Ay, no me digas! ¿En serio tú también con esas penas? Pensé que eras el rey de la planeación fiscal. Yo tuve mis problemitas, ya sabes: la vida del artista es un caos de giras y palenques, uno no siempre está al pendiente de las cuentas claras. Ni me importan: solo me importa la música y dar alegría al pueblo.

Salinas Pliego: (Se recarga en una mesa cercana) El problema no es la planeación, Alberto, es la persecución. El gobierno quiere decidir cómo gastas tu dinero. El mío, sobre todo. El dinero que genero con esfuerzo, creando empleos. Mi postura es clara: menos impuestos, más libertad económica. Me encantan Milei y Bukele, Trump no tanto porque en una de esas si me acerco a Nueva York me meten al tambo porque inventan que debo millones de dólares.

Juan Gabriel: (Curioso) ¿No hay consolidación fiscal en Estados Unidos?

Salinas Pliego: La consolidación fiscal era una herramienta legal y justa, muy necesaria para el progreso, hasta que la cambiaron por capricho. Pinches nacos Epigmenio y Jesús Ramírez, ¿o acaso fue invento de Videgaray, que se supone es de mi ideología?

Juan Gabriel: (Da una vuelta corta, pensativo) ¿Consolidación fiscal? Suena a algo muy aburrido. Mírales bostezar (voltea a ver a ministros y ministras de la SCJN). Lo mío era más simple. Una vez en Estados Unidos me querían cobrar 5 millones de dólares de adeudos de años pasados. ¡Un dineral! Tienes razón, pinches nacos. Me prohibieron hasta dar conciertos allá por un tiempo. ¿Te imaginas los escenarios sin mí? ¡Un crimen de lesa humanidad!

Salinas Pliego: (Cruza los brazos) Eso es morralla comparado con lo mío. Mis empresas deben decenas de miles de millones de pesos…, según ellos. Porque, la verdad —lo juro por la Virgen—, la neta es que no debemos nada. México me debe a mí todo su desarrollo. Llevamos más de 16 años en litigios. Es una lucha de principios, no de dinero. ¿Cuándo me ha interesado el dinero?

Juan Gabriel: ¿Tú, Tío Richie, interesado en el dinero? ¡Jamás de los jamases! Se te nota la austeridad, Ricardo: lo que se ve no se pregunta. Disculpa el chiste.

Salinas Pliego: (Encabronado) En el SAT y en la Corte hablan de evasión, yo hablo de defender mis derechos y los de mis accionistas… y los de todo el pueblo esclavizado por los comunistas. Mi lucha es de liberación. Entregaré mi vida en la pelea. Con amparos, abogados, jueces corruptos, locutores de TV Azteca, bots, lo que sea.

Juan Gabriel: (Se acerca con curiosidad) ¿Y cuál es el truco para no pagar tantos miles de millones, mi Ricardo? Digo, para el anecdotario. Yo, genio creador de obras maestras como Querida y Amor eterno, no entiendo de estrategias fiscales. Los artistas no perdemos el tiempo con abogados y contadores: los artistas solamente, pues eso: nos olvidamos de pagar. No debieron molestarme por deudas. Pero me embargaron hasta propiedades.

Salinas Pliego: (Sonríe de lado, con confianza) El truco, como tú le llamas, es aprovechar el marco legal. Es fácil, Juanga: solo inventar pérdidas mediante la consolidación fiscal, y ya. Pero en la Corte no saben que es justo aparentar pérdidas de más para así pagar menos impuestos. Contabilidad creativa, pero legal. Y, por no estudiar ética, a algo tan innovador como no pagar impuestos lo llaman abuso, cuando en realidad es talento empresarial.

Juan Gabriel: (Niega con la cabeza, con un toque de humor) ¡Ay, no, qué complicado! Lo mío era más bien ‘no me pago a mí mismo para no pagar impuestos’. (Se señala con picardía) Pero al final, la música seguía fluyendo, y la gente me quería. Eso no te lo embargan.

Salinas Pliego: (Vuelve a mirar su teléfono) Todo México vive de Elektra y el Banco Azteca. Todo México se educa con TV Azteca. Mi legado es el progreso cultural. Seguiré luchando, la Suprema Corte no tiene la última palabra. La última palabra, y la primera, y todas las palabras son mías. No hay trato especial fuera de la ley, dicen en la Corte. Pues que se atengan a la ley, la mía: la ley soy yo.

Juan Gabriel: (Se aleja lentamente, canturreando a José Alfredo) Pero sigues siendo el rey… de las marrullerías fiscales. Cuídate, Ricardo, que el SAT no perdona. Ni aquí ni allá ni acullá. Ni en esta ni en la otra vida.

(Juan Gabriel desaparece con una floritura. Ricardo Salinas Pliego se queda solo, golpeando furiosamente en su teléfono. Antes de evaporarse se acerca a la imagen de la Virgen de Guadalupe, se hinca de nuevo y le canta una de Juan Gabriel, pero dedicada al SAT y a la Corte: ‘No tengo dinero ni nada que dar’).