El nuevo régimen mexicano de la 4T y sus dos primeros gobiernos han intentado desviar la atención acerca de paises extranjeros qué nos han provocado perjuicios a lo largo de la historia, con el reclamo a España por sucesos de hace medio milenio como ejemplo, que no ha tenido quizá en el país el éxito deseado (hubo mucho mayor reacción en España) acerca de acontecimientos ocurridos tan atrás en el tiempo; esto, sin siquiera mencionar que gracias al país ibérico, si y sólo si, es que México se puede concebir cómo nación. A lo anterior habría que agregar que el hoy rey emérito Juan Carlos I ya hizo mención verbal, a manera de solicitud de perdón, a las comunidades indígenas por aquellos traumáticos sucesos, en una visita oficial a nuestro país, en específico en Oaxaca allá por el año de 1990.

Y es que, así cómo en el contexto de choque de dos mundo, que supuso la llamada “Conquista” la relación con nuestro vecino del norte ha tenido y tiene enormes pros y contras, con la enorme diferencia que la relación con el país de las barras y las estrellas impacta, día a día y para bien y para mal, en la vida cotidiana en México. El envío de remesas de millones de trabajadores mexicanos, las crecientes exportaciones en el marco del T-MEC, más la violencia en estados fronterizos gracias al trasiego de drogas hacia aquel país, consumidor número uno del planeta y también líder en fabricación y venta de armas, son las dos caras de una misma moneda.

Pero no sólo se limita nuestra compleja relación bilateral a esos temas, históricamente, es más que sabido, parte inmensa de lo que hoy son los Estados Unidos fueron territorios de la Nueva España, luego del absurdo imperio de Agustín de Iturbide y también de México ya cómo república independiente en sus primeras décadas, sino que hay dos frases por ahí medio escondidas qué pueden explicar parte de nuestros traspiés cómo país.

La primera, estampada en una carta enviada por el señor Robert Lansing en 1915 al entonces secretario de estados de los Estados Unidos, Mr. William Randolph Hearst, el remitente se desempeñaba por entonces como alto directivo de la petrolera gringa con plantas en México, ‘Mexican Petroleum Company” en los albores de la Revolución mexicana y era también empresario de los medios de comunicación de por entonces., aconsejaba a su destinatario a abandonar la idea de una (otra más a la cuenta) invasión militar a su vecino del sur, plasmando en su misiva: “México resulta un país fácil de dominar, porque basta con influir sobre un sólo hombre: el presidente de la república, evitando así una guerra. La solución pasa por abrir las puertas de nuestras universidades a jóvenes mexicanos ambiciosos y dedicarles en el modo de vida americano y en el respeto del liderazgo de los USA (...) con algo de tiempo, esos mismos jóvenes ocuparán cargos importantes hasta, eventualmente, hacerlo de la presidencia misma (...) sin necesidad de disparar un sólo tiro, harán lo que más nos convenga, aún de forma más radical de lo que lo haríamos nosotros mismos... “, sobra decir que su sentencia y/ó consejo resultó en profecía, al llegar a los más altos cargos lo que hoy conocemos cómo tecnócratas neoliberales, que llevaron su credo al nivel de dogma, con los perjuicios a la nación que ya conocemos de sobra.

La otra frase es un alto funcionario del gobierno del presidente Jimmy Carter, de nombre Zbgnier Brzenzinti, que aconsejaba algo cómo que “(...) no conviene a los Estados Unidos una potencia emergente, cómo Japón, al sur de nuestra frontera”, esto, ante el auge petrolero y las gestiones del entonces presidente José López Portillo de tejer alianzas comerciales estratégicas con otras potencias del mundo además de los Estados Unidos. Poco después vino una dramática, abrupta e inesperada caída de los precios internacionales del crudo, hecho que hizo a nuestro México tambalearse y abandonar el franco camino al primer mundo que ya se adivinaba; ¿casualidad ese derrumbe en las cotizaciones petroleras internacionales o un movimiento de alguno de los tantos resortes que movía y aún mueve el gran imperio contemporáneo?, no se puede asegurar nada, pero tomando en cuenta ese criterio de su gobierno ante la irrupción de México cómo un actor de mayor importancia en el concierto de las naciones, imposible no luce.

Así que vaya, el gobierno de la doctora Sheinbaum debe ser firme, digno y categórico, tanto a no equivocarse en abrir frentes estériles cómo en no dejar de subrayar la enorme responsabilidad que tienen los Estados Unidos tanto en el tráfico de drogas de los carteles mexicanos debido a su bestial demanda al norte del Río Bravo, ni la violencia que ese mismo fenómeno provoca en México, sumado claro está, a la poderosísima industria de las armas de fuego de todo tipo.