Quienes se adhieren y abrazan las causas del pueblo, son merecedores de ese reconocimiento social al que llamamos apoyo. Es allí donde los gobiernos, legalmente constituidos por mandato popular, encuentran ese respaldo para tomar decisiones importantes en torno a las políticas públicas que benefician al país. A nuestro juicio, México, a comparación de otras décadas, vive una transición democrática que ha marcado un precedente relevante, especialmente por el humanismo de los protagonistas del proceso de transformación. Eso pasó, queda claro, desde que López Obrador tomó protesta como el primer mandatario emanado de la izquierda.

Desde ese entonces, recuerdo, Claudia Sheinbaum, que hoy es heredera del bastón de mando, era parte de la columna vertebral del movimiento por la lucha democrática del país. Es, sin ir más lejos, el mismo humanismo profundo que proyectó AMLO. La jefa de Estado, en ese sentido, ha manifestado esa sencillez y humildad para conducir las riendas del país. Eso, en cada presentación o acto público, lo reivindica ante los ojos de todos. Ayer, por ejemplo, hicieron alusión a la lista de reconocimiento de una de las revistas internacionales más influyentes como Time. En esa misma conferencia, de hecho, la propia Sheinbaum contestó que esos datos, como muchos otros, son gracias al respaldo del pueblo. Al referirnos a una respuesta de esa naturaleza, nos damos cuenta del nivel tan elevado con el que se maneja Claudia.

Ayer, que atestiguamos ese hecho, me llenó de orgullo estar representado por una presidenta como Claudia Sheinbaum. El tamaño de esa sencillez, sin duda, es igual a la que López Obrador proyectaba cuando departía de frente con el pueblo. Desayunar en un puesto callejero, o degustar un platillo típico de cada región en pleno tránsito de una gira de trabajo, se llama entender las causas del pueblo de México. Eso, como tal, es algo muy común en este proceso de transformación. La misma Claudia Sheinbaum, en esos recorridos territoriales, se baja a saludar a la gente; dialoga con ellos y, de paso, recibe propuestas y peticiones que, desde luego, son tomadas en cuenta para encontrar una solución a las demandas que aquejan. Eso refuerza el humanismo que sentó las bases desde aquel histórico triunfo del 2018. Baste ver la calidad humana con la que Claudia trata a la ciudadanía.

Claudia Sheinbaum, que siempre se preparó para tomar la estafeta que dejaría López Obrador, como ella mismo dijo, está a la altura del pueblo de México. Más del 80% de la población, de todas las clases, apoya su gestión. Eso, en pocas palabras, la ha convertido en una de las mujeres más poderosas del mundo, en torno al trabajo presidencial que arrancó hace ocho meses. Y con ese gran arraigo y sentido de identidad hacia ella, podemos aludir que nuestro país, en esa concepción de un modelo que se consagrará con el Plan México, avanza a pasos agigantados. Eso, por un lado, pone a Claudia ante los ojos de todo el universo, especialmente porque ha sido capaz de defender la soberanía.

En virtud de todo ello, más allá de la sencillez que desliza Claudia Sheinbaum por los elogios de las revistas internacionales, tiene bien merecido el reconocimiento, sin dejar de lado, eso sí, la enorme base social que el pueblo de México ha construido. Eso, efectivamente, se volvió una política pública eficaz que hoy está cosechando frutos a nivel nacional. Sin embargo, Sheinbaum, ante ese humanismo, ha preferido darle el mérito a la población, al grado de ser, para ella, el punto crucial que le da mayor sentido a una nación que, como tal, se entrega al trabajo de su mandataria. Por eso y por muchas razones, podemos definir, sin exagerar, que el humanismo de la 4T es visible y, lo mejor de todo, cuenta con millones de personas que avalan el quehacer de Claudia Sheinbaum.

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Y un gobierno que no reprime, no golpea y no endurece las políticas contra la población civil, siempre tendrá el respaldo del grueso de la ciudadanía. Eso, en gran parte, se debe al humanismo de un gobierno que es empático con las causas justas. Por eso, como ocurrió con el mismo AMLO, Sheinbaum acapara la atención del mundo no solo por aspectos sociales, sino por el modelo eficaz que, desde luego, se profundizará con el Plan México.

Notas finales

Uno de los principales objetivos, desde los tiempos de Andrés Manuel López Obrador, fue consolidar una política de alianzas. Hoy, podemos decirlo así, hay una fuerza progresista donde caben expresiones que, en décadas, han caminado de la mano de la lucha democrática de México. Una de esas fuerzas, evidentemente, es el Partido del Trabajo, un aliado muy cercano que ha contribuido a concretar este proyecto de transformación, que por supuesto ha venido a revolucionar un cambio sustancial. Alberto Anaya, presidente nacional del PT, es una pieza crucial del engranaje para dar este paso importante a la consagración de la 4T. Ellos, como Morena, tienen el derecho a ser partidarios de este enorme reconocimiento, especialmente por el trabajo de coordinación de los senadores que realiza Anaya desde la Cámara Alta. En ese mismo liderazgo podemos aludir a Reginaldo Sandoval, que lidera los trabajos de su fracción parlamentaria desde San Lázaro. Uno y otro, con mucha claridad, han estado en los momentos donde la unidad es un factor determinante. Esa cohesión sucedió en la defensa de la soberanía, pero también en el respaldo del Plan México, como uno de los grandes detonadores del desarrollo a escala mundial.