La verdad es que los economistas no nos hemos dado el tiempo suficiente para explicar el fenómeno de las remesas, sobre todo, de su incremento significativo de 2018 a 2023. Es importante mostrar, primero, la evolución del ingreso por remesas durante un periodo más largo, de 1995 a 2023 (abril):
En un primera etapa, de 1995 a 2007, se puede suponer que el comportamiento de las remesas se derivó del crecimiento acelerado de la migración, originado por dos fenómenos lamentables: 1) la incapacidad para incorporar al mercado de trabajo a millones de personas, particularmente, a las nuevas generaciones que requerían de empleo; y 2) los bajos salarios, cuyos niveles se situaban por debajo de los niveles de bienestar mínimo, acendrados por la profundización de la economía informal. Los datos indican que durante los sesenta emigraban a Estados Unidos alrededor de 28 mil personas al año; cifra que subió durante el periodo 1995 a 2000 a 360 mil personas; y que experimentó una nueva expansión de 2000 a 2006, al elevarse el número de migrantes a 500 mil personas, en promedio, por año. Así, durante la administración del presidente Fox se estima que emigraron alrededor de 3 millones de personas. (Liliana Meza González. Saldo de la administración foxista en el tema migratorio). La población de origen mexicano (primera, segunda y tercera generación) en Estados Unidos, por su parte, se amplió de 21.7 millones en 2000 a 29 millones en 2006.
Se puede distinguir un segundo periodo, de 2008 a 2016, en donde el flujo por ingreso de remesas no sólo no crece, sino que disminuye. La explicación simple lleva a señalar que esto fue producto de la crisis hipotecaria en los Estados Unidos, lo que redundó en una contracción del mercado laboral en casi todas actividades económicas y de manera específica en el ramo de la construcción; lo que a su vez ocasionó una importante merma en el ingreso de la población remitente de divisas. Por muy razonable que parezca esta explicación, tiene el inconveniente de suponer que la crisis hipotecaria tuvo un impacto de seis años. ¿No existirán acaso otras causas, como la débil prevalencia del Estado de derecho en México y la desconfianza que esto generó?
También se cree que en la disminución de las remesas influyó la política agresiva del gobierno norteamericano para contener el fenómeno migratorio. Las estadísticas indican que el flujo migratorio a Estados Unidos sólo registró un incremento de 2008 a 2016 de 161 mil personas; aun cuando la población de origen mexicano pasó de 30.7 a 36.3 millones de personas. ¿Por qué tantas personas con ascendencia mexicana dejaron de tener un nexo solidario con sus familias y sus comunidades?
¿Cómo explicar el incremento de 28 mil millones de dólares en el monto de remesas de 2018 a 2022? Cabe aclarar que para 2023 se ha proyectado un ingreso de divisas por remesas de 60 mil millones de dólares, alcanzándose ya en abril un ingreso acumulado de 19 mil millones de dólares. Las explicaciones simples parecen cuestionables, primero, porque el número de emigrantes de mexicanos muestra disminución en el periodo, para situarse en 2022 en menos de 11 millones de personas. Podría argumentarse que no sólo los inmigrantes de recién arribo a Estados Unidos remiten remesas. Aun así, la población de origen mexicano sólo registra un incremento durante los últimos cinco años de alrededor de 550 mil personas; es decir, el incremento de la masa poblacional resulta del todo insuficiente para explicar la evolución de las remesas durante este periodo.
La otra explicación, simple, es que se han incrementado los ingresos que reciben los inmigrantes de origen mexicano en Estados Unidos; lo que explicaría los mayores excedentes que tienen para remitir a sus familias. Ante la crisis del COVID-19, se argumentó que la población de ascendencia mexicana recibió una considerable porción de transferencias del gobierno de Estados Unidos; lo que le permitió no sólo mantener el mismo nivel de remesas, sino incrementarlo en forma significativa. Esto podría ser lógico para 2020, pero, lo seguirá siendo para 2021 y – sobre todo – para 2022, años en que las remesas experimentaron un incremento de 11 y 7 mil millones de dólares, respectivamente.
Explicar el comportamiento de las remesas resulta un verdadero dolor de cabeza. Se piensa que una recesión en Estados Unidos llevará a la reducción de su flujo; pero ello va a depender de los sectores económicos que se vean seriamente afectados y de la capacidad que tenga su gobierno para ahuyentar o para atenuar esa fase indeseable del ciclo económico. Por cierto, conforme a las últimas cifras, parece que se diluye la posibilidad de que Estados Unidos caiga en recesión en el segundo semestre o en el último trimestre de 2023. Esta es una muy buena noticia.
Otro elemento que se concebía alentaba a las remesas era la devaluación del tipo de cambio; ello porque tiene como efecto ampliar la capacidad de compra de las familias receptoras por cada dólar en su poder. Esto - al menos así parece - no resulta ya del todo cierto porque la importante apreciación del tipo de cambio experimentada en los dos últimos años no ha llevado a la contracción del flujo de remesas. Este fenómeno, en donde se conjuga una continua apreciación cambiaria con un mayor ingreso de divisas por remesas, conviene analizarlo con cuidado, haciendo los cortes estadísticos pertinentes.
Tradicionalmente se piensa en por los menos tres motivaciones de los inmigrantes de origen mexicano para remitir remesas: 1) la altruista, que tiene que ver con vínculos afectivos y con la prerrogativa de elevar el nivel de bienestar de la familia que quedó en casa; 2) la del beneficio propio, que se relaciona con el deseo de ampliar ahorros y activos, particularmente de bienes inmuebles, con la añoranza de algún día “regresar al terruño”; y 3) la del reconocimiento y prestigio social, en la que se ponderan lazos espirituales con la comunidad de origen, sobre todo en las comunidades rurales en donde “la tierra es todo: origen y destino”. (Telésforo Ramírez García, “Factores determinantes del envío de remesas: el caso de los inmigrantes mexicanos en la zona metropolitana de Chicago”, Consejo Nacional de Población, 2010).
En efecto, actúan las tres motivaciones, pero en medio de estas, necesariamente tiene que existir un cambio en los patrones de ahorro y de colocación de las remesas tanto de los migrantes como de las familias receptoras. Muchos cambios se han dado dignos de tomarse en cuenta: en 2023, 99% de las remesas se dan mediante transferencias electrónicas, cuando estas representaban 69% en 2000 y menos de 50% en los noventa del siglo pasado; conforme a algunas encuestas, más de 70% de los migrantes y alrededor de 50% de las familias receptoras tienen alguna cuenta bancaria; y se estima que alrededor de 25% del número de transacciones (no de los montos) por remesas se utilizan para ampliar, construir y adquirir bienes inmuebles o invertir en negocios propios. En materia de bancarización todavía queda mucho por hacer y se cuenta con un espacio muy amplio de oportunidades que las instituciones privadas y del gobierno deben aprovechar.
Nos cuesta trabajo entender, pero atrás de las remesas existen cambios sociales y culturales trascendentes, entre ellos: la presencia de una población migrante joven (alrededor de 50% cuenta con una edad de 20 a 29 años); ahora predominantemente de origen urbano (60% del total); dedicada en Estados Unidos a actividades distintas a las primarias (menos de 5% se dedica a la agricultura) y con una mayor cultura financiera. Reitero, hay que alejarnos de la añeja idea de que las remesas sólo sirven para proveer de bienes básicos a las familias en México; créanme si sólo sirvieran para adquirir tortillas, chiles, frijoles, calzado y ropa, su tamaño y su crecimiento serían irrelevantes.