“Si hay un idiota en el poder es porque quienes lo eligieron están bien representados”, Mahatma Gandhi

En economía no existe nada peor que la incertidumbre. Los efectos nocivos son diversos y afectan a todos los agentes económicos:

  • Los hogares reaccionan con compras precipitadas para después ajustar sus gastos; iniciando así un ahorro precautorio ante el inminente aumento en los precios de los bienes y servicios.
  • Las empresas retrasan y contraen sus proyectos de inversión, por la inexistencia de valores económicos confiables. No se pueden estimar tasas de retorno del capital si existe el riesgo de que los costos de producción pudieran sufrir incrementos súbitos y considerables.
  • Los mercados financieros padecen de una gran volatilidad por la fragilidad de los balances futuros de las empresas y surgen burbujas especulativas impredecibles por presiones inflacionarias y por el futuro incierto de la tasa de interés y del tipo de cambio.
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  • El sistema financiero encarece los créditos y se contrae la demanda de créditos para el consumo y la inversión. Ante expectativas que se tornan negativas, los primeros en reaccionar con nerviosismo son los que participan en los mercados de capitales, a tal punto que su escepticismo se refleja en los índices bursátiles, llevando a continuas pérdidas.

Hay decisiones que afectan el funcionamiento de una economía, como es el caso de los aranceles, pero es peor que se mantenga el suspenso día con día o mes con mes. Es mejor contemplar un futuro claro y predecible, aunque sea contrario a nuestros intereses; para reaccionar y tomar decisiones que contrarresten las iniciativas que nos dañan, superando de una vez por todas el entorno especulativo. Dejemos que el lobo aullé solo, basta de sufrir sus estúpidas amenazas: tenemos la capacidad de catapultar nuestra economía ante cualquier escenario, por muy adverso que este sea.

No es tiempo de timoratos o pusilánimes. Ricardo Anaya habla de una crisis devastadora: “que México se quebrará como un ejote”; en tanto que un grupo selecto de conservadores actúan por animadversión: suponen que la imposición de aranceles llevará a un resquebrajamiento de la presidenta Sheinbaum y al proyecto de nación que ella representa. No entienden que sólo es el acabose de un modelo económico sustentado en las exportaciones, mismo que ha estado superpuesto en tratados de libre comercio, siendo el último el T-MEC; que ahora se resquebraja unilateralmente por obra y gracia del presidente energúmeno de Estados Unidos.

El periódico “El Financiero” publicó su encuesta con un resultado sobresaliente: Claudia Sheinbaum cuenta con el respaldo del 85% de los mexicanos, un porcentaje sin precedente histórico. Ante la imposición de los aranceles, nuestra presidenta convoca a una asamblea pública en el Zócalo de México para el próximo domingo 9 de marzo para enfrentar este nuevo desafío con el apoyo de nuestro pueblo. Ella convoca a la unidad que siempre fortalece, mientras que los opositores hacen una lectura ahistórica: no entienden que nuestra conciencia en torno a la libertad, la independencia y la soberanía nacional se ha forjado por más de doscientos años. Claudia desde un principio fue clara y precisa: podemos cooperar o colaborar, mas no subordinarnos o someternos; en tanto que los otros aspiraban a que se le hiciera daño a México, acercándolos a la traición y a la abyección; justo, por eso, serán víctimas de una soledad insoportable que los llevará a la extinción política. Llevan desde ahora a cuestas la pesada piedra de Miramón.

Es grave que actúen implícita o explícitamente contra los intereses de México, pero además que se sientan atraídos por lo que concibe un paranoico, que le da a los aranceles un uso político. Como asegurar las fronteras contra el “fentanilo” con simples tarifas, cuando los problemas de adicción se encuentran en el interior de Estados Unidos; mismos que no se puede atajar porque, además de la demanda creciente, es muy probable que exista una colisión entre poderosas mafias e instituciones corrompidas. Echar la culpa resulta cómodo, lo cierto es que nos encontramos ante los rasgos más característicos de una sociedad decadente: un presidente estulto, instituciones poco confiables y ciudadanos que antes de razonar, se dejan seducir por las promesas de un embaucador. Quién sabe si esto último se mantenga, ante las medidas sin freno y la teatralidad de Trump, sus índices de aceptación han decrecido; algunas encuestas sitúan su nivel de aceptación en un mediocre 41%.

No existe algo razonable que salga de Trump: su política es intuitiva y sus acciones son reactivas, como las de cualquier reptil. Lejos de la prudencia, le gusta sembrar incertidumbre, dañando las expectativas de múltiples agentes económicos no sólo del mundo, sino de su propio país. No entiende que un arancel es un sobreprecio o un sobrecosto que le impone a los consumidores y a las empresas de Estados Unidos; que difiere o pospone acciones de consumo e inversión en el mismo seno de la economía estadounidense, lo que retrae su crecimiento; que deteriora expectativas en el mercado de capitales, haciendo caer a sus propias bolsas; y que las barreras proteccionistas poco sirven para tener empresas más productivas y competitivas en el ámbito internacional.

Los analistas económicos empiezan alertar sobre un periodo de estanflación y sobre desbarajustes irresponsables, tal como señala el CEO de la empresa Ford Motor Company, Jim Farley:

“Trump ha hablado mucho de volver a nuestra industria automotriz más fuerte, de traer más producción e innovación a los Estados Unidos, pero hasta ahora lo que hemos visto es un montón de costos y un montón de caos”.

Ni pensar que Trump pueda pensar como un estadista, ni como una persona que tenga pleno conocimiento de lo que hace. Dudo que razone sobre los agregados económicos, piensa más bien como un mercachifle que concibe a los negocios como resultado de simples negociaciones, en donde el que muestra más “punch” obtiene más ganancias. Dista mucho de ver a la economía como un todo, como un sistema general en donde las variables son mutuamente interdependientes. No entiende que hay decisiones que dañan, que giran como un búmeran; que existen instrumentos comerciales riesgosos que impactan en precios y costos y, por ende, en una menor productividad.

La gran pregunta es si México debería responder de la misma forma, haciendo eco al caos que está provocando Trump en el mundo y, sobre todo, en su propio país. Debemos creer en la inteligencia política de Sheinbaum, ella bien sabe que los gobiernos de los países deben ante todo infundir la certidumbre que se requiere para cumplir con las metas de crecimiento económico y estabilidad de precios. Qué se pueden imponer aranceles, pero que esto pudiera ser lo menos indicado en términos del consumo y de la inversión; qué ante la agresividad arancelaria lo más conveniente es tener una política comercial selectiva que asegure primero la provisión de bienes de consumo, intermedios y de inversión que se requieren internamente con el menor coste posible; y que, ante el fin del tratado comercial y la contracción del mercado exportador, lo pertinente es abrir fuentes alternativas de comercio e inversión.

Lo más importante está en el mercado interno, en continuar forjando su expansión para aspirar a mejores tasas de crecimiento y a tasas históricas de bajo desempleo. No podemos dudar de nuestra creatividad, de la posibilidad de avanzar en el desarrollo de industrias “punta”, sustentadas en la electro movilidad, en la automatización y en la autonomía de los procesos productivos y de los servicios tecnológicos; menos de que no es factible sustituir importaciones en las industrias tradicionales o en la de bienes duraderos. Esas son las fortalezas que no ven los que ahora se acobardan; sin denotar que hemos mantenido episodios brillantes en etapas convulsas o aciagas. Nos fue bien antes e inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial y superamos en dos años la mayor parálisis económica que ha afectado a la humanidad por la crisis sanitaria del COVID.

Tenemos una presidenta que actúa analíticamente y que concibe que la economía no es producto de acciones aisladas. Sabe que hay hipótesis superadas, que es imposible cerrarse al mundo porque los procesos productivos tienden a ser más globales y que se requiere de contar con cadenas de suministro. Qué el Estado no puede ni debe abandonar sus principios rectores en materia de asignación de recursos; de distribución de la renta y de la riqueza; de estabilidad de precios; de equidad en el desarrollo regional (siendo México un país vasto en territorio y desigual) y de impulso a la infraestructura y a la conectividad para mantener sin cesar los efectos multiplicadores en el trabajo, en el consumo y en la inversión.

Trump podrá someternos por la fuerza – no dudo que esto quiera este esperpento de tirano – pero no con la razón. Ante ese propósito avieso, encontrará a un pueblo unido que odia todo tipo de injerencismo y que por eso mismo desprecia las conductas nefandas de pusilánimes y canallas. Nuestro clamor por la dignidad y la justicia hará eco en todos los rincones del orbe: somos una de las mayores potencias culturales del mundo.