La elección del cardenal estadounidense Robert Francis Prevost como el papa León XIV, el primer pontífice de origen norteamericano, ha resonado profundamente en México, un país donde el 77.7% de la población profesa la fe católica. Su nombramiento, anunciado el 8 de mayo de 2025 tras un cónclave ágil, no solo marca un hito histórico para la Iglesia Católica, sino que abre un abanico de expectativas y desafíos para una nación profundamente arraigada en su tradición religiosa. Con su trayectoria misionera en Perú, su cercanía al legado reformista del papa Francisco y su ascendencia parcialmente latina, León XIV promete influir en México de manera significativa, tanto en lo espiritual como en lo social.

Un papa con raíces cercanas a México

Aunque nacido en Chicago, Robert Prevost no es un desconocido para América Latina. Su larga labor misionera en Perú, donde incluso obtuvo la nacionalidad en 2015, le ha otorgado una sensibilidad especial hacia las realidades de la región. Durante casi cuatro décadas, trabajó en comunidades vulnerables, como las diócesis de Chulucanas y Chiclayo, enfrentando desafíos como la pobreza y la exclusión. Esta experiencia lo conecta directamente con las problemáticas que México comparte: desigualdad, migración y la búsqueda de justicia social. Además, su madre, Mildred Martínez, de ascendencia española, y su dominio del español refuerzan su vínculo cultural con el mundo hispanohablante, lo que ha generado un entusiasmo particular en México.

La presidenta Claudia Sheinbaum, en un mensaje en redes sociales, expresó su felicitación al nuevo pontífice y destacó una “convergencia humanista a favor de la paz y la prosperidad del mundo”. Este tono refleja la esperanza de que León XIV sea un aliado en la promoción de valores compartidos, como la defensa de los derechos humanos y la atención a los marginados, temas centrales en el discurso del actual gobierno mexicano. La Basílica de Guadalupe, epicentro de la devoción mariana en México, también celebró la elección con un mensaje que invoca a la Virgen para que guíe al papa en sumisión.

Continuidad del legado de Francisco

León XIV asume el papado en un momento crucial para la Iglesia Católica, marcada por la polarización entre sectores conservadores y progresistas, la secularización en algunas regiones y los retos de la evangelización en un mundo globalizado. Su elección, respaldada por 133 cardenales en apenas cuatro votaciones, sugiere un consenso en torno a su perfil moderado y su cercanía al proyecto sinodal de Francisco, que promovió una Iglesia más inclusiva y dialogante. En México, donde la influencia del papa Francisco fue notable por su visita en 2016 y su énfasis en los pobres y los migrantes, se espera que León XIV continúe esta línea.

Prevost ha manifestado su compromiso con una Iglesia “cercana al pueblo”, opuesta a una visión clerical o burocrática. En su primer discurso desde el balcón de San Pedro, pidió “ayudar a construir puentes de paz” y expresó un saludo especial a la diócesis de Chiclayo, mostrando su arraigo latinoamericano. Para México, esto podría traducirse en un papado que refuerce el papel de la Iglesia como mediadora en conflictos sociales, desde la violencia ligada al crimen organizado hasta las tensiones por la desigualdad económica. Su devoción a la Virgen de Guadalupe, evidenciada en celebraciones litúrgicas en el Vaticano, también augura una conexión espiritual con los mexicanos, para quienes la guadalupana es un símbolo de identidad y resistencia.

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Desafíos y expectativas

Sin embargo, el pontificado de León XIV no estará exento de retos. En México, la Iglesia enfrenta una creciente secularización entre los jóvenes, la competencia de iglesias evangélicas y las heridas aún abiertas por escándalos de abusos sexuales en el clero. Aunque Prevost no ha enfrentado acusaciones directas, su gestión en Perú fue cuestionada por supuestos encubrimientos, lo que podría generar escepticismo entre sectores críticos. La transparencia y la rendición de cuentas serán clave para mantener la confianza de los fieles mexicanos.

Otro desafío será su postura frente a temas sensibles como la inclusión de las mujeres en la Iglesia y los derechos de la comunidad LGBTQ+. Mientras Francisco abrió puertas al diálogo sobre estos asuntos, Prevost ha mostrado una postura más cauta. En 2012, lamentó la influencia de medios occidentales en promover “creencias contrarias al Evangelio”, lo que sugiere un enfoque conservador en ciertos aspectos doctrinales. En un país como México, donde los movimientos feministas y por la diversidad han ganado fuerza, esta posición podría generar tensiones, especialmente entre los sectores más progresistas.

En el ámbito diplomático, León XIV tendrá que navegar las complejas relaciones entre México, Estados Unidos y el Vaticano. La elección de un papa estadounidense, celebrada por el presidente Donald Trump como un “gran honor” para su país, podría interpretarse como un gesto de equilibrio geopolítico, pero también plantea preguntas sobre cómo abordará temas como la migración. México, con millones de migrantes en la frontera norte, espera un papa que abogue por políticas humanitarias, como lo hizo Francisco. La experiencia de Prevost en comunidades migrantes en Perú podría ser un activo para posicionarse como un defensor de los “humillados”, como pidió el presidente colombiano Gustavo Petro.

Un futuro de puentes

La elección de León XIV llega en un momento en que México anhela liderazgo espiritual y soluciones a sus heridas sociales. Su perfil como matemático, teólogo y misionero, combinado con su sobriedad y experiencia global, lo posiciona como un líder capaz de tender puentes entre tradición y modernidad, entre el Vaticano y las periferias. En México, se espera que su pontificado fortalezca la fe, fomente el diálogo interreligioso y apoye iniciativas contra la pobreza y la violencia.

La Conferencia del Episcopado Mexicano, al celebrar la elección, expresó su deseo de que Santa María de Guadalupe acompañe al nuevo papa. Esta invocación refleja la esperanza de que León XIV, con su corazón latinoamericano y su visión sinodal, sea un pastor que camine junto al pueblo mexicano. En un mundo fracturado, México aguarda un pontificado que, como el nombre “León” sugiere, combine coraje, nobleza y liderazgo para guiar a la Iglesia hacia un futuro de justicia y fraternidad.