No resulta sorprendente para nadie que se dediquen líneas y voces para denunciar al Tribunal Electoral. Se recordará que fueron ellos mismos los que, con la honorable excepción de la ministra Janine Otálora, confirmaron la súper mayoría espuria de oficialismo.

Desde aquel momento, los magistrados Monica Soto, Felipe de la Mata y Felipe Fuentes han sido reiterativos en la confirmación de acciones que favorecen los intereses del régimen obradorista.

Lo han hecho de nuevo. Tras la reciente resolución del INE que, siguiendo, para bien o para mal, la letra constitucional y las reformas a las leyes secundarias en materia de elecciones judiciales, descartó la posibilidad de que los poderes públicos estuviesen facultados para promover los comicios, el tribunal, en un giro en contra del pronunciamiento del INE, y en contravención de la ley, ha declarado que sí que pueden el ejecutivo, el legislativo y el judicial hacer propaganda electoral.

La intención del régimen es clara: promover y movilizar, cuanto más les resulte posible dado el corto plazo de tiempo desde ahora hasta el 1 de junio, a sus bases y sindicatos con el propósito de engrosar los números de participación en las elecciones y hacer elegir a los jueces y magistrados que, por una razón y otra, convengan a sus intereses.

La presidenta Sheinbaum y sus correligionarios cuentan con salir la mañana del 1 de junio a celebrar con viva voz que las elecciones habrán sido un éxito, y que México habrá dado un ejemplo al mundo al convertirse en el primer país en elegir a sus jueces y magistrados mediante el sufragio universal. Quizás se salgan con la suya. Lo veremos.

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Los oficialistas han salido felices a celebrar el fallo del tribunal. Ufanos han cantado cómo el tribunal ha contribuido, una vez más, a enriquecer la democracia mexicana. Mezquinos. Saben bien que resultarán electos solo aquellos candidatos que cuenten con los poderes de movilización necesarios para sacar de sus hogares el 1 de junio a la inmensa mayoría de mexicanos desinteresados en participar en una farsa digna de una obra de teatro mal montada y peor actuada.