Como ha sido bien analizado, todo inició con la decisión de AMLO de incumplir su deber constitucional de enviar ternas al Senado para asignar las dos vacantes de la Sala Superior del Tribunal Electoral. No lo hizo -se estima- con el propósito de dejar al órgano con cinco magistrados, de los cuales tres son conocidos por su adhesión informal al obradorismo; a saber, Mónica Soto, Felipe de la Mata y Felipe Fuentes.

Gracias a esa mayoría afín, Morena alcanzó las dos terceras partes de la Cámara de Diputados, y con ello, contó con los votos para pasar la nefasta reforma al poder judicial.

El Tribunal ha actuado de nuevo. El miércoles pasado rechazó ordenar al INE realizar una investigación sobre el uso de acordeones en los comicios judiciales; mismos que condujeron, como se sabe, a que se cumpliese el “vatinicio” de estas impresiones, y que Loretta Ortiz, Hugo Aguilar, Yasmin Esquivel, Lenia Batres y el resto asegurasen su sitio en la Suprema Corte, así como en el Tribunal de Disciplina y los demás cargos judiciales.

A juicio de la mayoría del Tribunal, no existen elementos que apunten hacia la invalidez de la elección o hacia la necesidad de ordenar una investigación. No obstante los acordeones masivamente difundidos y repartidos, y a pesar de la precisión de los nombres en relación con los ganadores, las autoridades electorales han optado por cerrar el capítulo, darle la vuelta a la página y pasar a la historia como el Tribunal más faccioso y menos comprometido con la democracia mexicana.

Se ha sentado un mal precedente. Por un lado, la democracia electoral ha sido puesta en entredicho. Como si se hubiesen tirado a la papelera más de treinta años de avances electorales, el Tribunal, más preocupado por alinearse con el gobierno en turno que velar por el respeto de la legalidad, ha validado una elección que fue, a todas luces, una vulgar operación de Estado dirigida a colocar a un puñado de hombres y mujeres en los cargos judiciales más importantes del pais.

Y por el otro, puede anticiparse que, con miras a la elecciones de 2027, el Estado, dirigido mayoritariamente por Morena y sus aliados, repitan la fórmula de este año, y que avancen inexorablemente hacia su objetivo mayor: desmantelar las instiuciones del Estado mexicano y consolidar un nuevo sistema de partido hegemónico.