El Viernes Santo conmemora la muerte de Jesús en la cruz. A lo largo de la historia del cristianismo y de la civilización occidental, la crucifixión de Cristo ha representado un elemento de significación religiosa, cultual e identitaria que reúne a millones de personas alrededor del mundo.

Si bien existe un consenso entre las iglesias cristianas en torno a la fecha de conmemoración de la muerte de Cristo, el catolicismo romano se ha distinguido por llevar el evento a interpretaciones artísticas y teatrales que evocan el acontecimiento sucedido alrededor del año 33 de nuestra era en aquella otrora lejana provincia del Imperio romano.

La pasión y muerte de Cristo ha quedado escrita, compuesta, escenificada y pintada en letras de oro. La Pasión según San Mateo, composición del magnífico Johann Sebastian Bach, es una de las más extraordinaria piezas musicales jamás creadas.

Pintores como Diego de Velázquez y el Greco, así como tantos otros que les precedieron y sucedieron, son muestra ostensible de cómo el suceso acaecido en el Gólgota ha inspirado durante veinte siglos a los más prominentes talentos y a las mentes más preclaras.

En tiempos más recientes, producciones como la Pasión de Cristo, dirigida por Mel Gibson y protagonizada por Jim Caviezel y Monica Belluci, han buscado hacer renacer el interés por el extraordinario suceso acaecido a principios de nuestra era.

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Ciudades como Madrid, Sevilla, Roma, Lima y la Ciudad de México, entre muchas otras, son anualmente testigos presenciales de una representación teatral donde se regocija al público con una reproducción de la Pasión de Cristo; entendido este suceso como el colofón de la vida terrenal de Jesús y el inicio del escenario salvífico ofrecido a todos los cristianos.

En el mundo católico la Ciudad de México merece una mención especial. El tradicional Cristo de Iztapalapa echa raíces desde la primera mitad del siglo XIX. En esta puesta en escena hombres y mujeres, un buen número de ellos residentes en esa alcaldía, escenifican a personajes como la Virgen María, el procurador Poncio Pilato, los apóstoles Juan y Pedro y el sumo sacerdote Caifás.

Se trata, a todas luces, de un evento colmado de buenas pasiones y que representa, quizás solo por detrás del día de la guadalupana, la principal manifestación del catolicismo en México.

Según se estima, el catolicismo romano se encuentra en franca decadencia en una buena parte de Occidente, principalmente en Europa y Estados Unidos. Sin embargo, hoy el cristianismo es aún –incluidas todas las confesiones– la religión más extendida en el planeta, por delante del pujante Islam.

En suma, las conmemoraciones del Viernes Santo no son solamente una manifestación de la fe de millones de personas, sino un símbolo de identidad cultural que les convoca cada año para recordar el sacrificio del personaje histórico llamado Jesús de Nazaret, hoy como siempre, presente.