El día de ayer se hicieron virales unas fotografías de Emilio Lozoya Austin, el testigo protegido por el caso Odebrecht, que en un principio llegó extraditado de España directo a un hospital de primer nivel, porque las condiciones de salud en que llegó al país, no eran muy buenas; después se le otorgó el privilegio de tener arraigo domiciliario, y ahora no sé en calidad de qué se encuentra el hombre, porque lo veo muy privilegiado, como si no tuviera graves problemas con la justicia y sobre todo con el pueblo de México por su participación en casos de corrupción.
Como ciudadana, veo que es un hombre que no teme por su vida en lo absoluto o de plano es de los que dicen que “de algo nos tenemos que morir” y que eso de que es un testigo protegido que teme por su integridad, pues él mismo lo hizo pedazos, al exhibirse como si nada en reconocido restaurante de lujo en Las Lomas, de la CDMX.
Obviamente esto genera todo tipo de reacciones entre los férreos defensores de la 4T y el Gobierno del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), que poco tiene que ver con la impartición de justicia, ya que se supone que estamos en un país con tres niveles de gobierno: el Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo y el Poder Judicial, y que parte de la lucha por la que llegamos e impulsamos al presidente es para que sean poderes independientes para el beneficio general de la ciudadanía.
Estábamos tan acostumbrados a que de una figura presidencial salían toda clase de atropellos, que hoy en pleno cambio de régimen, queremos seguir culpando a una sola persona de todo lo que sucede en el país y no es así, porque ya no somos iguales y eso duele y duele mucho a quienes ya no tienen todo el poder en sus manos.
Lo que queremos y buscamos al exhibir este tipo de acciones que son consideradas burlas para el pueblo, es que la aplicación de la justicia sea una realidad, que la impunidad se termine y avance el camino de la justicia y que se de el inicio de una verdadera transformación en el poder judicial para poder frenar la corrupción que sigue imperando en muchos niveles del gobierno, aunque no nos guste, nadie dijo que sería fácil y por eso no podemos parar, ni ceder en el camino del cambio verdadero.
Acabar con la corrupción no es el fin que debemos de perseguir como pueblo, debemos enfocarnos en exigir que se acabe con la impunidad para bajar los niveles de corrupción que tanto daño nos hace y que solo benefician a unas cuantas familias que se apoderan de los recursos que deberían de ser para elevar la calidad de vida del pueblo de México. Exijamos cárcel para los corruptos y también la confiscación de los bienes robados a la nación.
Por la impunidad, no recuperar lo robado y la malversación de recursos, es que no alcanza nunca para una educación libre y gratuita, para medicamentos, pensiones, y mucho menos para tapar baches. Ojalá que Emilio Lozoya sea un referente para iniciar con la lucha por acabar con la impunidad y que el fiscal Alejandro Gertz Manero responda sobre las investigaciones que ya tienen mucho tiempo detenidas y que no se ve por ningún lado avance alguno.
No se trata de golpear a AMLO, se trata de que no sigamos siendo golpeados y ninguneados como pueblo bueno y sabio por el viejo sistema corrupto, opresor e impune que se resiste a morir. Necesitamos impulsar una agenda para sanear al Poder judicial, que es el último bastión de la corrupción del viejo régimen, en el cual están sus protectores, pagándoles el favor de haberlos puesto en esas posiciones que privilegian sus actos corruptos y enfermizos. Abrazo virtual.
Janny Barrera en Twitter @CPJannyBarrera