Era un axioma asociar el cambio climático con el cada día más cercano fin de la humanidad. Axioma, en efecto: una “proposición tan clara y evidente que se admite sin demostración”.
La palabra axioma, según entiendo, tiene su origen en una voz griega, ἄξιος o axios, que significa digno, merecedor, valioso, apropiado.
Axios se utiliza, sobre todo, en contextos religiosos, para guiar la conducta de las personas creyentes en su relación con Dios.
Desde 2016 tiene un significado periodístico. Surgió ese año el sitio informativo de internet llamado Axios, como respuesta a otro axioma —cito a Wikipedia—: “Los medios de comunicación están rotos, y con demasiada frecuencia son una estafa”. Imposible refutar esta afirmación.
El primer axioma aquí mencionado ha sido puesto en duda por Bill Gates, un hombre genial que, como filántropo, ha realizado enormes aportaciones —miles de millones de dólares— para estudiar las consecuencias del cambio climático.
Hace unos días, leo en Axios, en un texto de Amy Harder, que Gates “está replanteando el debate sobre el cambio climático”. El filántropo ha provocado no solo reacciones intelectuales, sino la furia de activistas e inclusive de científicos.
¿Qué dijo Bill Gates sobre el cambio climático? En resumidas cuentas —tomo la síntesis de la inteligencia artificial de Google—, el multimillonario, un hombre paradigma de inteligencia y creatividad tecnológica, ha argumentado que, si bien es un problema grave, el cambio climático no representa una amenaza existencial para la supervivencia de la civilización humana. Por lo tanto, el enfoque actual debe cambiar.
La propuesta de Gates exige un giro en la lucha contra las consecuencias del cambio climático: pasar de un énfasis exclusivo en la reducción de emisiones a corto plazo a priorizar la mitigación del sufrimiento humano inmediato, con el combate a la pobreza y la prevención de enfermedades en los países menos favorecidos por la economía.
Un especialista de las universidades de Oxford y de California, Berkeley, Esteban Lezak, dijo en un artículo de este domingo en The New York Times que, de plano, Bill Gates tiene un punto que debe ser atendido.
Y es que, resulta imposible negarlo, “la quema de combustibles fósiles representa una amenaza existencial para toda la civilización humana”, pero…
La anterior visión, “oscura” según Lezak, ignora un hecho simple: “El cambio climático no es un meteoro gigante que se estrella contra la Tierra. No todos sufriremos por igual”.
En las catástrofes climáticas siempre quienes más sufren son las personas pobres, no por estar condenadas a la mala suerte, sino por vivir en la pobreza.
En las tragedias generadas por fenómenos naturales, casi toda la gente que muere carece de hogar o reside en viviendas de ínfima calidad.
Activistas, gente de la política y aun la dedicada a la ciencia, en el diseño de políticas para combatir el cambio climático suele ignorar el dato de la pobreza: olvidan que siempre los mismos grupos sociales, los más pobres, sufren los peores efectos de las inundaciones: “Las personas ricas generalmente pueden permitirse huir de un desastre y reconstruir una casa dañada. Un ingreso estable y ahorros financieros pueden marcar la diferencia entre una tragedia que cambia un año y una tragedia que cambia una vida”.
La compasión y la indignación, afirma el experto citado, deberían ser la respuesta apropiada a tan gran injusticia. “Pero cuando quienes estamos relativamente a salvo del cambio climático nos dejamos llevar por visiones de un apocalipsis planetario, podemos perder de vista nuestra propia complicidad y caer en el victimismo”.
El investigador de las universidades de Oxford y de California, Berkeley conoce a una pareja acomodada de Connecticut cuya casa se inundaba constantemente durante las tormentas. Marido y esposa, frente a tantas calamidades que sufrían, actuaron como María Antonieta, quien según la leyenda recomendaba a la gente que carecía de pan…, pues hacer lo más lógico: comer pasteles. El matrimonio de Connecticut “se mudó a las montañas”. Y, desde una nueva residencia bastante confortable, el señor de la casa le dijo al experto mientras cenaban al aire libre en una noche de verano: “Supongo que se podría decir que somos refugiados climáticos”.
Tal narrativa hace que el axioma sobre el cambio climático pase de ser “simplemente incorrecto a inútil”.
En mi opinión tiene sentido la nueva propuesta de Bill Gates: “Es hora de situar el bienestar humano en el centro de nuestras estrategias climáticas”. Esto es, la prioridad debe ser acabar con la pobreza. Después veremos qué hacer con las emisiones, que con el avance tecnológico —y con lo que ya se ha invertido— podrán resultar mucho menos dañinas.
Ahora mismo lo importante es dedicar la mayor parte de los recursos, no a las famosas emisiones, sino en que disminuya la pobreza con programas efectivos de bienestar.
Es lo que ha hecho en México la 4T desde 2018. Y, por supuesto, nuestros gobiernos de izquierda, tanto el de AMLO como el de Claudia Sheinbaum han sido fuertemente cuestionados por personas preocupadas por el cambio climático que, desde sus casas de lujo, viven aterradas por el posible fin próximo de la humanidad.
Quizá Gates debería llamar a la presidenta Sheinbaum para preguntarle cómo se logró, en tan pocos años, que más de 13 millones de personas salieran de la pobreza.
La nueva propuesta de Bill Gates coincide con el lema de la 4T: “Por el bien de todos, primero los pobres”.
Los gobiernos mexicanos de izquierda han sido exitosos en la lucha contra la pobreza. En algunas áreas no ha habido el mismo avance, como en el sector salud, pero es notable el esfuerzo de la presidenta Sheinbaum por mejorar. Entregó la responsabilidad a uno de los mejores médicos mexicanos, David Kershenobich, quien por vocación ha dedicado buena parte de su vida a la medicina pública, donde nadie hace negocio.



