El incendiario senador Gerardo Fernández Noroña aseguró ayer, en uno de sus arrebatos autoritarios propios de los políticos de su estirpe, que Morena gobernaría por 40 años.

Es decir, a juicio del ennoblecido legislador que disfruta de los placeres del poder, el partido oficial se marcharía por allá del año 2058, suponiendo que ha tomado el año de ascenso de AMLO como referencia de inicio.

Se ha tratado quizás de un signo más de la petulancia de este impresentable senador, o tal vez, ha emitido una opinión que, desafortunadamente, bien podría anclarse en una realidad tangible.

¿Podría estar Morena 40 años en el poder? Sin duda. Sin embargo, no sería el resultado de una apertura democrática o de la madurez política de los mexicanos, sino de un contexto marcado por un partido político dispuesto a perpetuarse mediante las más detestables prácticas priistas del pasado.

Conviene recordar que el PRI se configuró como partido de Estado, como resultado de la ausencia de liderazgos políticos de oposición, y sobre todo, mediante las prácticas corporativas dirigidas a ganarse la fidelidad de los sindicatos y otros grupos de poder fáctico. De esta manera, el PRI dominó durante décadas en el Congreso, la Corte y en todos los niveles de gobierno. ¿Hoja de ruta para Morena? Lo estamos viendo.

Las columnas más leídas de hoy

Sumado a ello, la utilización de los programas sociales, amén de la propaganda oficial, convirtió al PRI en el partido hegemónico durante setenta años, dando lugar a lo que Vargas Llosa llamó “la dictadura perfecta”.

Morena pretende y puede repetirlo. Cuenta con todo para emular la hazaña, y con ello, resucitar las peores estratagemas de antaño que se creían desterradas; desde las elecciones fraudulentas, hasta el silencio de las voces opositoras y la captura de los órganos electorales.

En este contexto, se teme que Noroña pueda tener razón en sus temerarias y escalofriantes declaraciones, y que México haya entrado de lleno en una nueva era de autoritarismo, ausencia de oposición y de supresión de libertades individuales.

No es deseable, ni desde el punto de vista de la salud del país, y mucho menos, de la voz de un individuo que quisiera jugar un papel destacado en un nuevo episodio oscuro de la historia de México.