Terminó el sexenio de Andrés Manuel López Obrador; para millones de mexicanos estos años se nos fueron como el agua; para la oposición pasaron lentos y como si estuviesen bajo ella, quedándose sin oxígeno, exangües y para su desgracia morados. Tendrán que aguantar seis años más…
Andrés Manuel López Obrador deja un México distinto, a un pueblo viviendo con esperanza, con la certeza de mejorar. Gracias a la “revolución de las conciencias” la mayoría de los mexicanos estamos más informados. Su voz llegó todos los días hasta el rincón más lejano, hablando de manera sencilla para que comprendiéramos la situación del país y además hizo que nos grabáramos en el corazón que todos tenemos el derecho a vivir con dignidad.
Ahora los obreros y los trabajadores reciben una remuneración más digna; hombres y mujeres que por décadas fueron explotados por los gobiernos anteriores con salarios míseros y largas jornadas. Poco a poco los empresarios ambiciosos y avaros les fueron retirando sus beneficios –con anuencia del gobierno– para después despedirlos sin tener que pagarles nada, o si acaso tan solo unos pesos.
Había sesiones en el Congreso en las que “discutían” si el salario mínimo debía incrementarse, para que al final de las mismas salieran con la infame decisión de que lo habían aumentado uno o dos pesos, porque de otra manera se dispararía la inflación. Ellos eran los únicos que tenían derecho a recibir millones mensuales, anuales, más los bonos y “moches”; que se jodan los pobres al fin así les gusta vivir.
Llegó el populista, el dictador, el tirano… incrementó el salario mínimo.
En 2018 vino el “peligro para México” llamado Andrés Manuel, quien traía bajo su brazo muchas propuestas entre ellas la austeridad republicana, que no le convenía a los funcionarios, a los expresidentes, a los empresarios. Los expresidentes ya no recibirían su millonaria pensión, se les retirarían todos los beneficios; porque los pobres, los de abajo son primero.
Se acabaría la condonación de impuestos, se rompería el círculo de privilegios. Los impuestos tendrían que pagarse para poder levantar al país y atender a los más necesitados, para darles una mejor vida. Para el presidente López Obrador todos y cada uno de los mexicanos tenemos derecho a vivir con dignidad y con esperanza, por eso la entrega de los apoyos a los adultos mayores, las becas escolares, el de jóvenes construyendo el futuro, el incremento al salario mínimo… nada quedó en palabras, como ocurría en todos y cada uno de los sexenios anteriores.
El presidente Andrés Manuel dijo “¡no les voy a fallar!”... Y no nos falló.
López Obrador recorrió el país bajo el sol abrasador, bajo la lluvia, entre el lodazal. Estuvo en todos lados sin miedo. Fue a donde ningún otro se atrevería a poner un pie siquiera ni aun teniendo cientos de guaruras a sus espaldas, no. AMLO fue a cada rincón a convivir, a fraternizar para escuchar las peticiones de los más necesitados. Él se internó en la selva, en la sierra, sin protección porque sabía que el pueblo lo cuidaría, estaba seguro que no le fallaría y así fue.
Se sentaba a dialogar en el suelo, en la arena, sobre la hierba, en el quicio de una tienda a saborear el café de olla que, orgullosos, le ofrecían los habitantes del lugar en jarritos de barro o de peltre despostillado. Convivir con ellos era su deleite y su voz, la del pueblo, se convertía en música que lo llenaba de energía para seguir gobernando. Comía en casas hechas de paja, de carrizo, disfrutaba de las tortillas hechas a mano, percibiendo el olor a leña. Fue amigo de todos, estrechó cientos, miles, millones de manos en cada jornada, dejando su corazón en cada lugar y en cada ser llenándolo de esperanza y alegría.
“El pueblo pone y el pueblo quita, y es el único soberano al que debo sumisión y obediencia”, dijo el presidente. Él se dio al pueblo cada uno de estos 2,190 días, sin verse mermado de energía y entusiasmo. Jamás se vio disminuida la entereza de trabajar incansable para dejar a un México mejor. El pueblo se entregó a él y ésta es la primera vez que millones de mexicanos lamentamos que termine el sexenio de un presidente. Cumplió la mayoría de sus promesas de campaña. Dijo que se va contento y satisfecho con lo realizado dejando al país en manos de Claudia Sheinbaum, mujer culta, honrada y buena persona que continuará con esta transformación de la mano del pueblo.
México extrañará su presencia. Palacio Nacional echará de menos su voz, aunque su eco resonará en cada rincón, sus palabras y sus frases de aliento quedarán grabadas en nuestras mentes. Sus clases de historia serán extrañadas, su risa, su sencillez y sobre todo su calidez. Siempre fue paciente ante las imprecaciones, los insultos, las calumnias…
López Obrador ha hecho historia, y nosotros pertenecemos a ella. Tenemos la dicha de haber presenciado este cambio en el que por primera vez, México aparece en las buenas listas y no solo en los primeros lugares de las negras.
López Obrador se convirtió en un líder mundial por su esfuerzo, su dedicación y verdadero amor a la patria, por su necedad de conservar su soberanía.
Presidente Andrés Manuel López Obrador, gracias por haber llevado a México hacia otro rumbo, por haber sentado las bases firmes para que este país siga adelante. Nosotros los mexicanos siempre recordaremos su voz, que se quedará anidada, arraigada en cada rincón, en cada región del país y sobre todo en millones de corazones.
Comenzó el éxodo de la corrupción, del racismo, del odio, del retroceso, de la impunidad… ¡Gracias, presidente Andrés Manuel López Obrador! ¡Juntos hicimos historia!