En un país donde las tragedias políticas suelen disfrazarse de accidentes, pocos casos resultan tan inquietantes como los que rodean a Genaro García Luna, el hombre que fue presentado por Felipe Calderón como la gran estrella de la seguridad nacional, el “superpolicía” que encarnaba la supuesta guerra contra el narco.

Pero antes de que los tribunales de Nueva York lo exhibieran como aliado de los cárteles, García Luna ya había protagonizado dos capítulos que rozan lo inexplicable.

El primero ocurrió el 4 de noviembre de 2008. El secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, y el zar antidrogas José Luis Santiago Vasconcelos abordaron un Learjet 45 rumbo a la Ciudad de México. García Luna estaba en la lista de pasajeros, pero, según su versión, canceló “por motivos de agenda” y regresó por carretera.

Horas después, el avión se desplomó en plena hora pico sobre las calles de Las Lomas. Murieron 16 personas: nueve a bordo y siete civiles en tierra, automovilistas y peatones que nada tenían que ver con la política ni con los secretos del poder.

El gobierno de Calderón habló de un “error humano”. Pero las grabaciones de torre de control se filtraron, las pericias se manipularon y los informes oficiales nunca convencieron. Vasconcelos había denunciado amenazas y temía por su vida. Mouriño enfrentaba críticas por contratos con Pemex.

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Mientras tanto, el “hombre fuerte” de Calderón —García Luna—, sobreviviente de ocasión, siguió consolidándose como el rostro de la “seguridad” mexicana.

Tres años después, en noviembre de 2011, el entonces secretario de Gobernación Francisco Blake Mora lo invitó a volar con él rumbo a Cuernavaca. Otra vez, García Luna declinó minutos antes del despegue.

El helicóptero se estrelló poco después en Chalco, Estado de México. Murieron ocho personas: Blake Mora, su equipo y los pilotos.

La versión oficial: “la niebla”

La realidad: no hubo caja negra funcional, ni peritajes confiables, ni respuestas claras.

Dos tragedias, dos secretarios muertos, dos funcionarios que conocían demasiado, y un mismo hombre que siempre se bajó a tiempo.

¿Coincidencia? ¿Destino? ¿O instinto de supervivencia en un sistema corrompido?

García Luna sobrevivió a todos sus jefes, salió del país, y acumuló contratos por más de 2 mil millones de pesos antes de caer en manos de la justicia estadounidense.

Hoy, desde una celda en Florida, el que fue la joya del gabinete de Calderón puede presumir la suerte que muchos llamarían milagrosa.

Pero para las 24 víctimas inocentes que murieron en esos “accidentes”, su fortuna se parece más a una maldición que a un destino.

Desde la Organización Nacional de la Defensa Del Deudor te preguntamos querido lector ¿y tú, qué opinas?

Porque en México, los héroes oficiales se salvan…

y los muertos, como siempre, no tienen quién los defienda.