La Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) tiene trazada una ruta muy clara, para que en el año 2050, la industria aeronáutica logre la meta de tener cero emisiones de CO2, las responsables del cambio climático. Sin embargo, hay que ser claros, si no hacemos esto con el debido cuidado, el riesgo de acelerar los efectos que se desean combatir estará siempre presente.

Tal parece que una pandemia no fue suficiente para que el ser humano se diera cuenta que vamos muy deprisa. Sí, estimados lectores, odio la inmediatez y tener que estar siempre corriendo porque “tenemos prisa” ¿pero prisa de qué?; de manera artificial aceleramos procesos por esa maldita prisa, y con ese ritmo generamos más CO2 en el camino.

Esta semana, como suele suceder todos los años, la Ciudad de México se inundó. Y que quede claro, tenemos registros históricos de que la capital del país incluso estuvo deshabitada varios años a causa de las inundaciones (1629-1635 como las de 1446, 1449, 1555, 1604, 1607 y 1692 que terminó en motín).

Y este año pre electoral no va a perderse la maravillosa oportunidad, ni la bonita costumbre del golpeteo fútil, y ya usan el tema de las inundaciones., sobre todo las que se dieron en las instalaciones del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM).

Los viudos del NAIM, cada vez que sucede un evento de este tipo, salen a clamar por regresar a la construcción de ese aeropuerto, que a duras penas llevaba 30% de construido. La peor decisión fue precisamente comenzar la construcción de una terminal aérea en un vaso regulador para la ciudad, y no lo digo solamente yo, sino un encumbrado miembro del Partido Acción Nacional: José Luis Luege Tamargo, quien fuera director general de la Comisión Nacional del Agua.

¡No señores!, la cuenca del Valle de México no es cuestión de partidos y colores, estamos hablando de la sobrevivencia de la propia ciudad. Mientras algunos sectores buscan atacar el cambio climático, pareciera que a los políticos, y sus respectivos voceros, el tema “ecológico” es de ocasión y lo invocan solo si les funciona para golpetear al contrincante.

Lo digo sin empacho: estoy harta hasta la médula de este golpeteo sin sentido, en donde todo se reduce a un “quítate tú para que me quede yo”, sin importarles nada pues su objetivo es tener el poder por el poder y nada más.

Por esta razón, la opinión de Luege Tamargo es aún más valiosa, pues trasciende el tema electoral, de partidos, ideologías y demás mañas; se centra en un punto fundamental: la necesidad que tiene esta ciudad de un vaso regulador que le impida inundarse.

Así que aquellos trasnochados que sueñan con el regreso del NAIM, entérense de una buena vez que lo hacen sin pensar en las afectaciones que ocasiona al cambio climático.

Algunos alegan que el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) es un fracaso, y que el actual AICM no tiene mantenimiento porque se tiene que pagar la cancelación del NAIM.

Pero muchos se quedan con esta información, sin mayor análisis porque consideran que no tiene caso. Estas personas creen que si en las próximas elecciones obtiene el poder una fuerza diferente a la que hoy gobierna, en automático se retomaría la construcción de ese enorme y gigantesco HUB llamado NAIM, con el que -según ellos- prácticamente el país saldría de la pobreza.

Dejen les comento, de un tiempo a la fecha he estado revisando muy diverso material audiovisual sobre urbanismo y propuestas reales de cómo hacer nuestras ciudades más “vivibles”.

En la gran mayoría se señala que un grave error ha sido centralizar todo en el auto, le llaman “autocentrismo”. Aquí quiero recordarles que, como señalé en la columna donde hable del SAF (el combustible menos contaminante dentro de la aviación), una de las industrias más contaminantes es la del transporte, sea marítimo, terrestre o aéreo.

Traigo a colación el “autocentrismo” porque el principal argumento que escucho como amarga queja es: “no hay vías de acceso para llegar al AIFA”, porque en su cabeza sólo hay una forma de llegar al aeropuerto: en automóvil.

La verdad es que ya existen muchas opciones de transporte compartido para llegar a dicha terminal; pero tener que tomar un camión (aunque sea proporcionado por la misma línea aérea), provoca quejas entre aquellos que asumen que su código postal les da “status y prebendas”, entonces no es opción y se vuelve “imposible” llegar al “chaifa”, como ellos le llaman.

Mientras exista este tipo de visión reduccionista y golpista, jamás nos daremos cuenta de la dimensión que adquieren los temas que -como sociedad- deberíamos estar abordando por nuestra propia sobrevivencia, y que en lugar de comenzar la creación de infraestructura, de forma paulatina y sin dañar el medio ambiente, deberíamos tener un aeropuertote, con miles de operaciones, porque eso es la señal más clara y contundente de “progreso”.

Por eso que yo celebro cómo han crecido las operaciones en el AIFA. Cuando se inauguró la nueva terminal aérea, en promedio se operaban 12 vuelos al día (entre salidas y llegadas), y lo sabemos todos, las voces más críticas exigían para no catalogarlo de “fracaso” ver más de mil vuelos en “el día dos” de operaciones.

Poco antes de cumplir año y medio de operaciones, el AIFA contabilizó durante el mes de julio 2,029 vuelos comerciales, de los cuales 1,856 fueron vuelos nacionales y 173 a destinos internacionales. Esta cifra representa un crecimiento del 10% respecto al mes anterior.

Amo la aviación, pero no por ello la defiendo a ultranza. Cuando hay que criticar las malas decisiones de quienes la administran, lo hago sin miramientos. Pero con la misma vehemencia, reclamo cuando se pretende utilizarla para golpetear a una administración, como en este caso, adjudicar que las inundaciones del AICM son consecuencia de cancelar el NAIM.

El problema de las inundaciones no es exclusivo del AICM sino de toda la Ciudad de México, y antes de achacarle la responsabilidad a la cancelación de una obra que estaba destinada al fracaso, ¿por qué no revisamos las consecuencias de las acciones impunes de los cárteles inmobiliarios? Yo no veo que sean señalados, con la misma virulencia, de ser los responsables del colapso de las tuberías del desagüe, por ejemplo.