La reputación y el estigma que arrastra Ricardo Anaya, es un producto de sus malas actuaciones. Se hizo de puestos claves en una carrera relativamente corta; atravesó por la presidencia del Congreso Federal— haciéndose rápidamente de un poder político que sorprendió a muchos. Su relación con el exmandatario, Enrique Peña Nieto, antes de que se tensara hace tres años, era muy cercana.
Eso le valió para llegar a la presidencia de Acción Nacional, entre señalamientos de traición a Gustavo Madero. Sus buenas relaciones le favorecieron el camino para nutrirse de aliados y construir su candidatura presidencial con una estrategia feroz dentro del partido donde bloqueó a todos los aspirantes, especialmente a Margarita Zavala.
Terminó perdiendo con la aplanadora de López Obrador que, con una enorme votación, lo doblegó. Optó por tomar un receso y regresó. Anunció que quiere ser candidato en 2024 y, en la medida de que la elección se torna entre suspicacias y señalamientos, su nombre se colocó en los reflectores.
Ya es la segunda ocasión que, en un corto plazo, se sitúa como favorito para ocupar el abanderamiento de la alianza en dos encuestadoras.
Es un hecho que, PAN, PRI y PRD, pactan una alianza para el 2024.
La pregunta sería...¿Movimiento Ciudadano se une a la coalición?, porque hace apenas dos semanas su votación fue muy buena considerando que fue solo. Ganó Nuevo León, y estuvo muy cerca en Campeche. Inesperada o no, el movimiento naranja ganó terreno.
Pero, si nos basamos en los triunfos a medias o las victorias parciales, el PAN ganó más que el PRI y PRD. Se impuso en más distritos y dominó dos entidades; la tragedia fue para el Revolucionario Institucional que perdió bastiones claves; asimismo, Morena le quitó de las manos al perredismo Michoacán porque obtuvo más votos. No sé si ese lugar ya lo consideraban o no, aunque, al final de cuentas, lo dejaron ir.
Por esa razón, optarán nuevamente por la coalición que funcionó a medias. Diseñarán otra mega alianza de tres o cuatro partidos quizá. Ahora, la elección se comienza a calentar en vísperas de otro nuevo ejercicio en 2022 donde habrá comicios; se prevé que PRI y PAN pierdan más representación en las entidades de acuerdo con los sondeos que ya circulan.
Tomando en cuenta ese hecho, quizá salgan las primeras conclusiones y evaluaciones. PAN se torna favorito en algunas de ellas, pero, cómo para ponerle un freno a Morena, no. Lo cierto es que sin duda es la segunda fuerza política en el país; seguida del PRI y MC; muy atrás ha quedado el PRD que de milagro se salvó.
Entonces, en la perspectiva de los hechos, el PAN podría tener mano para el 2024 como lo hizo en 2018. Los resultados le otorgan más capacidad para negociar e imponer un abanderado emanado de esas filas. ¿Será Anaya? Creemos que de eso dependen varios aspectos.
Primero, es necesario separarse considerablemente de los posibles aspirantes en conocimiento y aceptación, desde este momento ya lo hace en dos encuestas. Segundo, Ricardo Anaya debe satisfacer su propuesta que, a partir de ahora, tiene que replantearse con la lección que aprendió hace tres años; si es inteligente, puede colarse, pero con una operación de unidad muy minuciosa que no excluya a prácticamente nadie que está en contra del presidente. Hablo de empresarios, partidos y actores políticos incluidos, Felipe Calderón con quien hay rencillas.
Si logra eso, puede minarse. Aunque, para nada, eso le asegura ganar. La realidad innegable para la oposición es otra: están mermados y desinflados en gran parte del país. Su único pulmón sería un par de estados y, con el resultado del 6 de junio, la propia ciudad de México la que, por cierto, ya trabaja Morena para recuperarla bajo la batuta de Andrés Manuel López Obrador.
Así pues, hay todavía mucha cuerda por delante. Pero, insisto, será dificilísimo ganarle a Morena. El presidente sigue dándole el plus al partido; a pesar de la desorganización y de las imposiciones de Mario Delgado en la pasada elección, pesó más el efecto de López Obrador que continúa siendo fundamental como su ícono, referente, portavoz y, por añadidura, el motor que jala votos para ganar.