En tiempos donde desafortunadamente parece que las decisiones de los gobiernos suelen ir más rápido que el diálogo ciudadano, resulta necesario detenerse y reconocer cuando se hace lo correcto. La cancelación definitiva de un proyecto tan grande y controversial como el viaducto elevado sobre el río Santa Catarina, cancelación que no sólo representa un giro de timón en la política de infraestructura de Nuevo León, sino un acto de coherencia y responsabilidad con el presente ambiental, sensibilidad con la sociedad civil y compromiso con las futuras generaciones.
Durante meses, colectivos ambientalistas, expertos y ciudadanos hicieron escuchar su voz: construir un viaducto sobre el lecho del río Santa Catarina no sólo implicaba un retroceso ecológico, sino un error histórico. El cauce, considerado uno de los últimos pulmones verdes de la zona metropolitana, estaba en riesgo. Hoy, gracias a esa movilización y a un Gobierno que decidió escuchar antes que imponer, ese riesgo ha sido desactivado.
El desistimiento oficial presentado por el Gobierno de Nuevo León ante la Semarnat confirma que no se construirá ningún viaducto, que se revocarán los permisos existentes, que se blindará el área como un Corredor Biológico Ripario y que se elevará su protección legal. No es una simple cancelación de obra: es una declaración política y ética de que el bienestar colectivo está por encima de la idea de progreso sin conservación.
Los colectivos como “Un río en el río” celebraron la declaratoria con razón, porque esta decisión no sólo impidió una obra invasiva, sino que abrió la puerta a una nueva visión del desarrollo urbano: una donde las decisiones se construyen con la gente, no a pesar de ella. Es cierto: el proyecto fue promovido en un inicio. Hubo topografías, estudios y discursos como parte de las alternativas para solventar otras problemáticas de la zona metropolitana, sin embargo es cierto que rectificar es de sabios, y aún más de gobernantes que entienden que escuchar no es claudicar, sino gobernar con responsabilidad y apertura. Cambiar de rumbo ante argumentos válidos y presión social legítima no es debilidad: es liderazgo, aunque muchos actores de la vieja política ya no comprendan el son de los tiempos.
Esta decisión también salda una deuda histórica con los neoleoneses. Durante décadas, el río Santa Catarina fue marginado de las prioridades urbanas, convertido en vertedero, olvido o “tierra de nadie”. Hoy, el decreto estatal que lo reconoce como Área Natural Protegida, el convenio con la Conagua que transfiere su custodia al Estado, y la creación de una agenda participativa de restauración, señalan un cambio de paradigma: el futuro ya no se construye sobre los ríos, sino con ellos.
La postura firme del Gobierno de Nuevo León deja claro que esta no es una decisión aislada ni mucho menos cosmética. Es el punto de partida para una transformación ambiental de largo aliento, que incluirá vigilancia, conservación, proyectos educativos y una red de colaboración entre sociedad civil, academia, municipios y Estado.
Quienes critican este giro como contradicción política olvidan que la coherencia no está en mantener una decisión errónea, sino en tener el valor de corregirla. El desarrollo no puede entenderse hoy sin sostenibilidad. Y sí Nuevo León aspira a ser un modelo nacional, necesita demostrar que puede crecer sin destruir, y avanzar sin atropellar y Gobernar escuchando e integrando a los ciudadanos en la toma de decisiones. Con la cancelación del viaducto, el Gobierno del nuevo Nuevo León demuestra que sí se puede gobernar con visión y con escucha. Que proteger el río es también proteger la vida urbana, el derecho a un ambiente sano, y la dignidad de las decisiones compartidas. Hoy, el río Santa Catarina sigue corriendo. Pero ahora lo hace acompañado de una causa: ser símbolo de un Nuevo León que aprendió a poner el bienestar y el medio ambiente por encima de la inercia y el cemento. Y eso, sin duda, ya es historia.