Nunca contamos las cosas como son. Las contamos como las vemos y en este debate electoral-judicial pareciera que la noción más básica de “democracia” es lo que está en disputa, pues ciertamente, democracia implica que el pueblo elija y también implica que los mecanismos sean suficientemente fiables para garantizar que la voluntad expresada no se corrompa en el proceso.

Dos visiones se confrontan con rabia por imponer la propia entre votar o no hacerlo. La realidad es que en este debate, al desglosar los argumentos de quienes están en contra, tiene altísima responsabilidad el INE que a través de acuerdos del Consejo, decidió medidas sin justificación al presupuesto que afectan a la credibilidad del ejercicio y que son parte del argumento para no creer en los resultados.

El primer argumento de los escépticos -qué están en todo el derecho de no querer votar así, como los que votan están en su derecho de hacerlo- dice que es una elección en la que los votos no serán contados por los funcionarios de casilla y no habrá sábanas de resultados. El reclamo es más que válido. Es un grave error del INE pues de entrada, los funcionarios de casilla no cobran y sabemos que son quienes asumen las largas jornadas para instalar físicamente las casillas, organizar y permitir el acceso a los votantes y realizar los conteos finales, así como la garantía de resguardo de paquetes hasta la entrega final a la autoridad electoral. Eso no sucederá y la decisión no fue de la reforma sino del INE.

Históricamente, que los ciudadanos cuenten los votos de cualquier elección había sido un triunfo contra la imposición, la tradición del fraude y los manejos en lo oscurito.

Este error sin duda empañará la elección y hará que surjan miles de reclamos litigiosos. Peor aún, pondrá en tela de juicio a los triunfadores por permitir la gigantesca duda sobre si es que esos votos -ya cuestionados de entrada- realmente les dieron el triunfo o les permitieron llegar a la presidencia de la Corte o si en realidad, hubo influencia en el conteo.

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Esa manera de minar la legitimidad cobrará factura pues pareciera que fue la antesala a la nueva forma de organizar elecciones, una que permitimos por la excepcionalidad de estas y sobre lo que no se protestó ni se exigió lo suficiente con pretexto del desinterés por la idea de que todo ya esta decidido. ¿Cómo vamos a exigir que en próximas elecciones vuelvan a ser los ciudadanos quienes cuenten los votos después de permitir un precedente de este tamaño?

El segundo argumento es que las boletas que no se utilicen no serán canceladas, otra decisión tomada por acuerdo del INE que no tiene congruencia ni sentido y tampoco tiene impacto presupuestal. ¿Qué costo podía representar qué como siempre, el funcionario de casilla marcará con una gran línea diagonal todas las boletas no utilizadas?

EL INE encabezado por Guadalupe Taddei ha tenido la brújula extraviada. Es como si el reclamo por recortes presupuestales se expresara en forma de desplante, como una venganza. Como quitar legitimidad en el proceso en respuesta a una propuesta presupuestal rechazada.

Vaya, que si los que cuentan -funcionarios a discrecionalidad- deciden marcarlas de un modo, no podremos saberlo y toda la elección estará comprometida. Se sabe que esta elección es compleja por la cantidad de aspirantes y de puestos a renovar, pero también es importante reconocer que pudo ser mucho más pulcra y mejor organizada, aún con recortes pues si es que hay algo pudiera disuadir la participación por la lejanía de las casillas es justamente el INE con aquellas determinaciones.

Tal vez es hora de voltear a ver los mecanismos de votación digital como una herramienta complementaria para futuros ejercicios en los que las elecciones serán doble o triplemente concurrentes pues habrá años en los que se elegirán a los integrantes de todos los poderes en todos los niveles con más de 10 boletas por persona... Una locura.

X: @ifridaita