Gerardo Fernández Noroña ha sido, durante años, una figura polémica pero constante dentro de la política mexicana. Siempre con un discurso encendido en defensa de los pobres y una postura radical contra los privilegios, logró construir una imagen de luchador social incorruptible. Sin embargo, los recientes acontecimientos en la Asamblea del Partido del Trabajo (PT) parecen indicar que esa fachada comienza a desmoronarse.
El hecho de que el propio PT, un partido con el que ha compartido trincheras por años, lo haya retirado de un evento importante por “traidor”, marca un punto de inflexión en su carrera. No es poca cosa que un político tan identificado con la izquierda combativa sea calificado con términos como “chapulín” por sus propios aliados. ¿Qué motivó este quiebre? Muchos apuntan a sus actitudes recientes, más cercanas al privilegio que a la lucha popular.
La crítica más repetida es su estilo de vida. Viajando en primera clase, desplazándose en vehículos de lujo y rodeado de un aire de élite que antes criticaba, Noroña parece haberse olvidado de sus raíces. Esto no solo es contradictorio, sino profundamente decepcionante para quienes creyeron en su mensaje de austeridad y compromiso con los más desfavorecidos.
Su reacción ante el rechazo del PT tampoco ayudó a mejorar su imagen. Lejos de asumir una actitud autocrítica, se mostró molesto, incluso indignado, por haber sido excluido del evento. En política, la humildad es una virtud escasa, pero indispensable cuando se presume de ser del pueblo. Su actitud refuerza la idea de que ha perdido piso.
Los señalamientos de “traición” también surgen por su cercanía con otros grupos y partidos, lo cual alimenta la narrativa de que Noroña ha abandonado sus convicciones por ambición política. En un entorno donde el transfuguismo es una plaga, los votantes esperan coherencia, especialmente de quienes hicieron de la congruencia su bandera.
Más allá de simpatías personales, es evidente que Noroña atraviesa una crisis de legitimidad. La confianza es un activo valioso en la política, y cuando se traiciona, es difícil recuperarla. La izquierda necesita liderazgos sólidos y coherentes, no figuras que terminan pareciendo justo lo que juraron combatir.
En conclusión, la expulsión simbólica de Noroña del PT no es solo un problema interno del partido. Es un mensaje claro de que la incongruencia tiene consecuencias, incluso entre aliados. Para un político que construyó su carrera denunciando traiciones, verse ahora del otro lado de la acusación es, sin duda, una ironía amarga.
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