Andrés Manuel López Obrador, como presidente constitucional de México, cumplió con la obligación de informar a la ciudadanía acerca de los avances de su gestión a través de conferencias de prensa efectuadas durante prácticamente todas las mañanas. También, promovió el derecho de las y los ciudadanos para acceder a la información sobre las acciones y las obras realizadas por el gobierno federal a su cargo durante el periodo 2018-2024.

De manera intencionada o no, la conferencia mañanera fue algo más que todo eso en términos informativos y comunicativos. Fueron espacios y tiempos extraordinarios para precisar ideas, matizar declaraciones, profundizar en las líneas de acción gubernamentales, definir y redefinir el rumbo, recuperar la historiografía y, entre otros aspectos, celebrar las efemérides cívicas y reivindicar o rendir homenaje a las y los personajes de nuestra historia nacional. Así, observamos días de mañaneras con los hermanos Flores Magón, con Leona Vicario, con Pancho Villa o con Felipe Carrillo Puerto.

Ahí también hubo momentos de alegría o de camaradería para festejar a las madres, a las niñas y los niños, a las y los maestros, a las y los jubilados, para conmemorar episodios del calendario cívico o para no olvidar pérdidas de personajes entrañables.

Las mañaneras son y han sido tiempos y espacios singulares, inéditos, tanto para reivindicar a la sociedad que ha apoyado el proyecto de transformación como para ejercer la réplica frente a los ataques de la oposición política (partidos o asociaciones civiles), o ante las tendencias informativas y de opinión adversas que provenían de actores sociales contrarios al régimen de la transformación social, o de los poderes del Estado (como lo ha sido el poder judicial); o para defenderse de los embates de líderes de las cúpulas empresariales y de los poderes fácticos, (económicos, de medios convencionales de información, de poderes religiosos, de organismos internacionales y hasta de algunas embajadas de países vecinos).

La conferencia mañanera se convirtió en un espacio y tiempo de comunicación educativa, porque el jefe del ejecutivo federal se dirigió a la población o a la sociedad de una manera sencilla, coloquial, directa, sin intermediarios y sin tecnicismos incomprensibles.

Para la inteligencia comunicativa de AMLO en las mañaneras había varias audiencias, simultáneas, a las cuales se dirigía el presidente; éstas fueron variadas y plurales, cercanas o lejanas, de simpatía y de rechazo, pues de pronto el titular del ejecutivo se dirigía a sus adversarios políticos, a sus críticos o a la población que no pensaba como él ni estaba a favor de su gobierno o del movimiento social que encabezó (Morena). “Son mis adversarios políticos no mis enemigos”, decía.

El lenguaje utilizado por el primer mandatario fue como inspirado en una “Pedagogía de la comunicación” o una “Psicología del diálogo” que, aun cuando no era sistemática ni académica, surtió profundo impacto en enseñanzas y aprendizajes con la audiencia. Fue una comunicación educativa efectiva, no diseñada desde ningún manual sino más bien creada por intuición política. AMLO le llamaba “diálogo circular”.

En las mañaneras se introdujeron términos o expresiones que fueron recogidos por la ciudadanía y registrados en medios informativos nacionales e internacionales. Expresiones que, por ejemplo, ya no se usaban, se recrearon al calor de las conferencias: “fifís”, “machuchones”, “minoría rapaz”, “oligarquía neoporfirista”, “PRIAN”, “conservadores”, “neoliberales”, “tecnócratas”, “minoría moralmente derrotada”, “su Dios es el dinero”.

Como parte del emergente vocabulario morenista, AMLO generó ideas con espacial creatividad como “Cuarta Transformación de la vida pública del país” (que habrán de revisar las y los historiadores); “economía moral”, “humanismo mexicano”; el clásico “no puede haber pueblo pobre con gobierno rico”, para lo cual sugirió que se adoptara la “austeridad republicana o franciscana”; o “por el bien de todos, primero los pobres” y “revolución de las conciencias”, etc. Algún día habrá que integrar un diccionario del obradorismo.

Dos aspectos que no son menores: a través de la mañanera, AMLO definió, día a día, la agenda política nacional y le disputó la audiencia a las barras matutinas de la radio y la televisión mexicana tradicionales, generalmente dirigidas a amas de casa, estudiantes, empleados, adultos mayores y personas jubiladas, entre otros grupos.

La conferencia de las mañanas, transmitida en vivo desde un salón de Palacio Nacional (CDMX), se convirtió también en un espacio y tiempo de controversia o de confrontación con algunos representantes de medios informativos de las grandes corporaciones nacionales (El Universal, Reforma, El Financiero, Grupo Fórmula, CNN, etc.) e internacionales, desde donde sus colaboradores, abiertamente antiobradoristas, enviaban sus notas informativas y opiniones para adjetivar o contradecir al presidente y al gobierno. Al poder se le critica, no se le aplaude, decían. Tiempo y espacio donde también se sostuvieron diferencias o coincidencias con integrantes del periodismo independiente o emergente (comunicadores en redes sociales digitales y creadores de contenidos).

La llamada popularmente “mañanera” se llevó a cabo casi todos los días del sexenio. ¿Qué hacer y para qué con toda esa información? Aritmética para historiadores: si el año tiene unas 48 semanas efectivas, se podrían estimar alrededor de 240 sesiones mañaneras durante un año. Eso, multiplicado por seis, nos daría una cantidad cercana a las 1440 conferencias matutinas. Ahí hay un vasto material de estudio e investigación historiográficos.

La mañanera y su actor protagónico son un fenómeno de comunicación educativa del siglo XXI para tener presente como experiencia de gobierno y para describir e interpretar como campo u objeto de indagación.

El gobierno que encabezará la doctora Claudia Sheinbaum (2024-2030) ha anunciado que las conferencias mañaneras continuarán. Es un reto formidable que habrá de asumir con altas dosis de creatividad, con empatía y congruencia, con mirada democrática, con claridad y firmeza, con equilibrio y sabiduría en un contexto de enorme respaldo popular, pero sin olvidar que debe gobernar para todas y todos hacia el “segundo piso”, el de la “continuidad con cambio”, y con la conciencia de que habrá fuertes disputas por el poder político de la nación.

La próxima presidenta de México tendrá mucho que aprender y poner en práctica a partir de estas más de mil 400 lecciones de comunicación educativa.

X: @jcma23 | Correo: jcmqro3@yahoo.com