En la Ciudad de México, un joven de 26 años trabaja de lunes a lunes vendiendo comida en la calle, tlayudas, por ejemplo. Gana más que muchos profesionistas, pero no tiene seguro, ni vacaciones, ni ahorro para el retiro. Él representa al “nuevo trabajador mexicano”: activo, necesario, pero invisible para el sistema.

Mientras los informes oficiales celebran que la economía creció 2.2% anual en el primer trimestre de 2025, millones de mexicanos siguen vendiendo al margen de un empleo digno. México está creciendo, sí. Pero la pregunta sigue siendo: ¿para quién?

¿Qué es la economía informal?

El INEGI define a la economía informal como aquella que abarca a todas las actividades productivas realizadas por unidades económicas no registradas en el Sistema de Administración Tributaria (SAT) y por tanto fuera del marco legal. Se mide bajo dos modalidades complementarias:

1-. Sector informal: unidades económicas no constituidas legalmente, como tianguis, puestos ambulantes o pequeños talleres familiares.

2-. Otras modalidades de informalidad: incluye a trabajadores que, aunque laboran en unidades formales, carecen de acceso a prestaciones y seguridad social.

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Según la Cuenta Satélite de la Economía Informal (INEGI,2024), el valor agregado generado por la economía informal fue de 5.89 billones de pesos, equivalente al 21.9% del PIB. Esto significa que 1 de cada 5 pesos que se generan en el país proviene de actividades fuera del marco legal.

¿Dónde se concentra la informalidad?

Los sectores con mayor participación informal son:

  • Comercio minorista: tianguis, changarros y venta ambulante.
  • Servicios personales y reparaciones : plomeros, electricistas, estilistas sin registro.
  • Transporte: taxis no regulados , moto-taxis, plataformas sin relación laboral formal.
  • Construcción: trabajadores de obra sin contrato o afiliación a seguridad social.

Por otro lado, los sectores mas formalizados, con trabajadores registrados en el IMSS o ISSSTE, se encuentran en:

  • Industria manufacturera: especialmente automotriz, electrónica y alimentos.
  • Servicios financieros y corporativos
  • Telecomunicaciones y tecnologías de la información
  • Administración pública

Según datos del IMSS (marzo 2025), los sectores con mayor generación de empleo formal fueron manufactura (24%), servicios para empresas (17%) y construcción (11%).

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE, primer trimestre), 32.6 millones de personas trabajan en la informalidad, lo que representa el 54.9% de la población ocupada. Esta cifra ha permanecido prácticamente sin cambios en una década.

Además, el subempleo afecta al 11.2% de la PEA (más de 6 millones de personas) y el crecimiento de empleo formal, medido por trabajadores afiliados al IMSS, fue de apenas 0.3% en marzo, lo que evidencia un freno respecto a años anteriores.

Un país que mantiene a mas de la mitad de su fuerza laboral fuera del sistema formal enfrenta tres amenazas estructurales:

1-. Fragilidad fiscal:

Según la SHCP, la recaudación por ISR e IVA es del 16.9% del PIB, muy por debajo del promedio OCDE (27.1%). Sin una base tributaria amplia, México seguirá dependiendo del petróleo y de deuda.

2-. Crisis de pensiones:

La CONSAR advierte que 7 de cada 10 trabajadores no tendrán una pensión suficiente bajo el sistema actual. Muchos, simplemente no cotizan.

3-. Exclusión social:

Según CONEVAL, el acceso efectivo a servicios de salud cayó del 71% en 2018 al 55% en 2022. La informalidad perpetúa la vulnerabilidad ante enfermedades, accidentes o vejez.

¿Qué se puede hacer?

No basta con celebrar cifras de crecimiento. Necesitamos una política pública que integre a los trabajadores informales al sistema, sin criminalizar su condición:

Rediseñar el Régimen Simplificado de Confianza (RESICO) para hacerlos realmente accesible para pequeños negocios y autoempleados. Así como incentivos fiscales a empleadores que formalicen trabajadores en sectores clave como comercio, servicios personales y construcción. Seria conveniente vincular programas sociales con trayectorias de inclusión laboral, fomentando la capacitación, el ahorro y la cotización. Sin dejar de actualizar la Ley Federal del Trabajo para reconocer nuevas formas de empleo, como los trabajadores de plataformas digitales.

En mi opinión el crecimiento económico sin inclusión laboral es como construir un edificio sin cimiento. No se trata solo de sumar puntos al PIB, sino de mejorar la calidad de vida de quienes sostienen al país con su esfuerzo diario.

Mientras mas de la mitad de la fuerza laboral mexicana siga al margen del sistema, ningún “milagro económico” será suficiente. México necesita crecer, sí. Pero necesita, sobre todo, que el trabajo deje de ser un privilegio con derechos y se convierta en un derecho con dignidad.