Recuerdo cuando estaba en carrera que en ciertas materias los exámenes no se tomaban en el salón sino en un lugar llamado el Centro de Evaluación. Presentar ahí era complicado y estresante pues tenías un tiempo predeterminado para acabar sino el examen era invalido. Depende de la materia, podría haber formularios para poder resolver los problemas de ciertas materias. Imagine que esto era para las materias que llamaban tronco común que una buena cantidad de estudiantes tomaba. Podías reservar fecha y hora de tu examen y cuando entregabas el examen de inmediato sabías tu calificación pues metían la hoja de respuestas en un lector que identificaba las buenas de las malas.
En ese Centro de Evaluación vi compañeros que no tenían idea sobre el examen y contestaban al ahí se va. Conocí a otros que se atrevían a llevar un acordeón con formulas y los problemas resueltos en clases. Había la leyenda que algunos estudiantes habían robado los exámenes y practicaban los problemas y resolvían el examen de memoria. Muchos métodos para contestar los exámenes de los que no estudiaban y el trabajo reflejado en la calificación para los que si estudiaban.
La votación para los del poder judicial fue tan complicada que muchas personas que habían votado en las elecciones pasadas no lo hicieron. Muchos de los que fueron sin acordeón se tardaron más de lo esperado. Los que llevaron acordeón se dividieron entre los que hicieron la tarea y los acarreados. Haciendo reflexión, si en una votación normal donde se juntan diputados locales y federales, senadores, alcaldes, gobernadores y presidente es complejo, la del poder judicial es una locura.
Habrá que esperar resultados para ver si las elecciones reflejan lo que buscaba el “pueblo bueno” y no las intenciones de ciertos grupos de poder. ¿Quiénes habrán determinado el resultado, los de los votos aleatorios, los que estudiaron a los candidatos o los acarreados?
La pregunta siempre va a ser, ¿a quien se le ocurrió esta manera de ejercer el voto tan compleja para los votantes y para los que cuentan los votos? ¿Entre tantos expertos, politólogos, actuarios, estadísticos no se les ocurrió una mejor manera para esta votación?
Hubiera valido la pena probar con un sistema de votos electrónico para ver que tan efectivo es. En las presidenciales, yo voté de manera electrónica y no vi que nadie se quejara en esa casilla. Sabiendo que la afluencia iba a ser poca que mejor manera de darle certeza o no al proceso. Al final, siendo sinceros, la gran mayoría de los votantes no supo por quien voto o “copio las respuestas” de otra persona, y todavía peor, tuvo que poner lo que sus empleadores le dijeron.
Momento de reflexión para el INE, ¿no cree?