En el mundo virtual, cuando X era Twitter, usar el nombre propio y colocar una foto real era distintivo de valor, honestidad, seriedad e inclusive, factor decisivo para que las opiniones y tuits fueran considerados. Los famosos “bots” siempre se caracterizaron por el anonimato y con ello, la menor veracidad y nula posibilidad de prestigio.
Aquel sello de verdad se ha transformado en una vulnerabilidad que coloca en riesgo al que quiera opinar, investigar, difundir o hacer periodismo. No se trata simplemente de las sanciones inverosímiles y censoras del INE usando como pretexto la violencia política en razón de género, el abuso de resoluciones administrativas que amenazan periodistas para revelar sus fuentes o el nuevo punitivismo blando de multas y requerimientos que parece castigar por investigar.
Es todo un ecosistema de vigilancia y control basado en la tecnología. El simple manojo de posibilidades que se abren cuando una persona comienza a ser incómoda. Ni siquiera me atrevería a decir que las nuevas reformas en materia de desaparición forzada, como la CURP biométrica o el paquete de inteligencia y seguridad son exclusivamente herramientas contra opositores y criminales. Es un sistema de profunda vigilancia que estará habilitado para quienes encarnen el Estado, que no distingue entre militantes y opositores, uno que permanecerá aunque los gobiernos más impolutos, honestos y representativos de la historia pasen. Uno del que no hay vuelta atrás.
A pesar de ello, la compleja realidad de nuestro país implica a menudo que las leyes no se cumplen a cabalidad. Cuando se trata de tecnología, sucede el doble. Tal vez por la incapacidad técnica de hacer que se cumplan cosas tan básicas como la ciberseguridad o la protección de datos. Tal vez, porque la tecnología para geolocalizar e intervenir en tiempo real ya existe, ya opera y únicamente, las reformas recién aprobadas son un ajuste del marco legal a la vida cotidiana de las fuerzas de seguridad, en las que ya no cabe la distinción entre militares o civiles y si es que cabe, resulta ociosa.
Me parece que el conjunto de disposiciones y el ejercicio tan desafortunado del INE están creando las condiciones para que la autodefensa de la privacidad sea una nueva forma de informar con seguridad. Aunque el prestigio de los nombres verificados con foto siga teniendo más seguidores, comenzar a informar desde cuentas impersonales será lo más seguro. Algunas de esas cuentas ya son valiosas, pero hasta ahora, siempre había sido una elección. Pronto tendrá más que ver con poder hacerlo en paz.
Medidas como instalar máscaras de red que indiquen geolocalizaciones de redes en tiempo real distintas a la auténtica, estrategias para evitar conexiones públicas, preferir a los establecimientos que ofrecen servicios sin requerir un sinfín de datos, volver a consumir de manera alternativa, contratar al médico independiente que tiene un pequeño consultorio y laboratorio en casa, reconectar con medicina alternativa siempre que sea suficiente, vivir dentro del 80% de líneas prepago con esos chips que se venden al por mayor, como panes calientes de cualquier esquina. Todo un mercado de la privacidad y el anonimato qué ya está floreciendo. Por ejemplo, meter dispositivos en bolsas de faraday inhibe señales electromagnéticas y podría impedir que sus ondas o comunicaciones en tiempo real sean identificadas.
La Corte ha dicho y en listado un sinfín de razones por las que medidas excesivas resultan inconstitucionales, incluyendo el hecho de que impedir el anonimato es violatorio a la libertad de expresión. Entre todos los actores, el que más tristeza da por su decadencia es el INE, qué abandonó su naturaleza de hacer cumplir a candidatos, partidos y actores públicos por perseguir periodistas, tuiteros, amas de casa, personas que opinan. Abandonaron sus funciones fiscalizadoras de políticos por adoptar medidas censoras a ciudadanos. No estoy segura de que la Presidenta del Consejo, Guadalupe Taddei, dimensione lo que ha implicado que para los ministros del acordeón, no hubiera ni una sola multa pero para Laura Brugés, periodista que exhibió la dinámica de operación del voto como muchas otras cuentas, haya una advertencia de revelar origen sobre los acordeones o pagar cerca de cincuenta mil pesos. Un absurdo total.
Analizar de forma aislada cada reforma y cada ley es inútil. Por un lado, porque no parece que la nueva Corte esté dispuesta a mantener y respetar los precedentes que aluzan la inconstitucionalidad de las medidas que contienen que son desproporcionales, atentan contra la seguridad jurídica, son invasivas, discrecionales, impiden todo tipo de oposición o réplica, vaya que ningún ciudadano aún siendo dueño de sus datos, podrá cuestionar o negarse al mismo. Siquiera, podrá saber si es investigado. Mucho menos las razones. Por otro lado porque el ecosistema vigilante y censor se va conformando con miles de tentáculos entre los que la verdad nunca es reconocida como valor puro. El punto de partida es que revelar verdades, tanto por ciudadanos, activistas, defensores o periodistas, implica una falacia: estar en contra de este gobierno y anhela la “era de los gobiernos corruptos”. El simplismo domina una agenda en el que publicar esta opinión ya es audaz. Y eso, eso... apesta.