En el 2018, el partido Morena logró más de 60 escaños en el Senado y aunque la bancada no era para nada homogénea, de inmediato resaltó Lilly Téllez, conocida principalmente por su reportaje televisado en el caso Paulette y por su posturas conservadoras. Desde el principio, Téllez comenzó a enfrentarse con las personas de su mismo grupo parlamentario y después de un año se cambió al PAN. Estando ahí se volvió una férrea opositora del presidente, pero eso no era suficiente para destacar en un partido donde todos son conservadores como ella y desprecian al presidente como ella.
Para poder hacer ruido, Lilly emprendió una estrategia utilizada por la derecha en otros países, el insulto. En sus intervenciones durante sesiones del Senado adoptó un lenguaje político incendiario. La retórica burlona e insultante de Téllez logró ser nota y aunque al principio fue percibida como algo no realmente dañino, en redes sociales exacerbó la burla salvaje contra quienes la cuestionaban, haciendo comentarios degradantes sobre el físico de las mujeres, la mendacidad de algunos diputados y generalizaciones crudas y xenofobias sobre otras culturas. Esto no fue casualidad, evidentemente la intención era la construcción de su imagen pública como transgresora y extrema, utilizando la política del insulto en su beneficio.
Recientemente, en una conferencia de prensa que formaba parte de la sesión del Grupo Parlamentario de Acción Nacional del Senado, Lilli Tellez se autodestapó para ocupar la candidatura del partido opositor. La noticia sorprendió pues parecía que aquel evento estaba hecho para el anuncio del gobernador de Querétaro como el gallo del PAN, pero la senadora se les adelantó.
En esa misma reunión, Téllez planteó que en el hipotético caso de encontrarse en la boleta del 2024 junto con Claudia Sheinbaum -quien tampoco es candidata oficial- ella le ganaría. La aseveración suena por lo menos intrépida, pues en papel, Claudia tiene mucho más méritos no solo por las credenciales académicas, ni por la trayectoria política donde una tiene más de 15 años de experiencia sobre la otra, sino más bien por las responsabilidades de gobernanza que despeñan.
Parece fantasioso que el PAN, que ni siquiera le quiso dar la candidatura para la gobernatura de Sonora, permitiría que fuera candidata alguien que no tiene dirigencia y que llegó al Senado por otro partido. Menos aún cuando se está forjando una alianza con más partidos, la cual, con ella de candidata, no se sostendría. Pero la búsqueda por el poder de Lilly Tellez ilustra los problemas inherentes al uso de lenguaje insultante y políticamente peligroso.
Ante los señalamientos de racismo, misógina y clasismo que le han hecho, no solo a ella, también al diputado Gabriel Quadri, Telléz ha sido una autoproclamada defensora de la libertad de expresión. Se ha excusado argumentando que la gente debería poder decir lo que quiera -como Quadri que discrimina a las comunidades indigenas y las personas trans- y ofender a quien quiera -como ella que ha llamado changoleón al diputado Noroña, gorda a la senadora Citalli y hasta doctor muerte al doctor Gatell, entre muchos otros.
La actitud de Téllez visibiliza a los conservadores caminando hacia un lugar que pondrá en peligro los avances del país. En ese sentido, es necesario evidenciar estas conductas pues no se pueden hacer alianzas ni dar poder político a quienes creen que la la violencia es parte legítima del discurso político y democrático: el liderazgo no se gana mediante insultos.
A medida que el país enfrenta enormes desafíos, más lo que se se avecinan derivados del escenario geopolítico, la realidad aquí es que una actitud intolerante a minorías y otros sectores de la sociedad causa muchos más problemas de los que resuelve. Los insultos no resuelven tales problemas, el liderazgo ganado a travez del respeto, sí lo hace.