Una fábula mexicana inspirada en la novela “La Guerra Interminable” de Joe Haldeman, publicada en 1974.

En un México cada vez más caro y con menos certidumbre, vivía Don Lupe López, un taquero de la colonia Guerrero. Vendía tacos de canasta desde hace veinte años, y aunque no era economista, entendía más de inflación y economia real que muchos de los que dan conferencias en Palacio.

Una mañana de junio de 2025, encendió la radio con su café de olla hirviendo:

—“Última hora: Estados Unidos bombardea tres instalaciones nucleares en Irán. Suben el petróleo y los mercados tiemblan”. Don Lupe bajó el volumen y masculló: —Y luego dicen que eso no nos afecta.

Pero sí le afectó. El aceite vegetal subió 18%. El gas LP otros 15%. El chile cuaresmeño, que usaba para la salsa verde, pasó de $28 a $44 el kilo. El INEGI dijo que la inflación general fue de 6.3% en junio, pero para Don Lupe, era del doble.

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En la casa de Don Lupe, su hija, Citlali López, estudiante de economía en la UNAM, revisaba su tesis sobre “transición energética y justicia fiscal”.

—Papá, es por el petróleo. El Brent llegó a $105 dólares por barril. México gana más por Pemex, pero los de abajo pagan el precio. Eso tiene efectos directos en los gastos de transporte y producciión. —¿Y por qué el gobierno no hace nada? —preguntó él. —Porque está entre dos fuegos: si calla, el lider del norte le sonríe. Si habla, le cierran la frontera o los dólares y a los migrantes les pone mas limitaciones.

En Monterrey, Beto Garza, ingeniero del ITESM en una empresa automotriz, recibió la peor noticia en años:

—“Suspensión de exportaciones. El costo del acero subió 23%, el diésel 14%. Estados Unidos entra en recesión técnica.” Beto Garza, que ganaba en pesos y pagaba créditos en dólares, se preguntó si estudiar ingeniería había valido la pena.

En Tapachula, Chiapas, Toñito Calymayor, un niño de 9 años, ayudaba a su abuela a vender plátanos frente a la estación migratoria Siglo XXI. Pero ese junio, la fila de migrantes no terminaba nunca. Haitianos, afganos, nicaragüenses, venezolanos… y desde Medio Oriente empezaban a llegar otros.

—¿A poco vienen de donde lanzaron bombas? —preguntó Toñito.

Su abuela le dijo que no preguntara mucho. Pero en la noche, escucharon balazos. En Chiapas, el crimen organizado se había adaptado rápido al caos internacional: extorsión a migrantes, control de rutas, cobro de derecho de piso.

Mientras tanto, el gobierno federal no sabía si protestar o aplaudir. Por un lado, la cancilleria sonreía en la ONU; por el otro, se firmaban cartas de cooperación con EE.UU. que nadie leía.

Pemex sí ganó más. Ingresó 30% extra ese trimestre. Pero la deuda pública también creció y el subsidio a las gasolinas rebasó los $140 mil millones de pesos en lo que iba del año.

Porque en México, el petróleo sube, pero el pueblo no flota… Se hunde.

Un día, Citlali fue con su padre al mercado.

—Papá, si esto sigue, no habrá dinero que aguante. La guerra está allá, pero la pobreza se siente aquí.—Yo ya no espero nada del gobierno —dijo Don Lupe López—. Lo que me preocupa no es que callen, sino que sonrían y digan que vamos requeté bien en tanto el país no crece económicamente.

Moraleja:

Cuando el petróleo arde en tierras lejanas, los precios suben en tu fonda. En tu negocio hay incdertidumbre, en las regiones menos desarrolladas y marginadas se incrementa la delincuencia organizada por la falta de economia productiva. La guerra del otro lado genera efectos colaterales.

X: @MarioSanFisan | CEO FISAN SOFOM ENR | PROMETEO

Banquero a nivel directivo con más de 30 años de experiencia de negocios. Ex presidente nacional AMFE corporativo@fisan.com.mx