Desde que surgiera el IFE en 1989 y que conforme a la reforma de 1996 se desvinculara del gobierno para que su Consejo fuera electo por la Cámara de Diputados - incluido a quien lo presidiera-, por primera vez en su actual versión, ahora como INE, renovó su órgano colegiado de forma parcial mediante el método de insaculación o sorteo, lo que inaugura una nueva etapa mediante un mecanismo electivo que incluyó a quien es ya su presidenta, Guadalupe Taddei.

El hecho es inédito no sólo porque se eligió de esa forma a su titular, así como a una parte de su colegiado, sino porque también culminó una etapa en donde el empoderamiento y centralidad que lograra tanto el IFE como el INE, a través de su Consejo, tuvo como uno de sus principales soportes el acuerdo de las distintas fuerzas políticas para integrarlo, conforme a su expresión en la Cámara baja.

Resulta difícil imaginar que el IFE hubiese alcanzado la consolidación que logró acreditar, si la titularidad de su órgano de gobierno no hubiese tenido el precedente del acuerdo amplio de las fuerzas políticas para nombrarlo. Pero todo indica que ese procedimiento carece del peso que antes tuvo, ante el hecho de la polarización que escenifican los partidos políticos en el Congreso. En otras palabras, se puede decir que las condiciones actuales son distintas y de ellas emana la observancia de la innovación que tuvo lugar para renovar el Consejo Electoral.

Es de esperarse que se logre detonar una fase de fortalecimiento e independencia del órgano electoral, con la expectativa de un desempeño que supere los resquemores o reservas generadas por las prácticas del comité técnico de evaluación para seleccionar a grupos de aspirantes considerados ad hoc a los intereses del gobierno, y que finalmente fueron sometidos a sorteo para culminar así la renovación del Consejo.

Si como ya ocurre, la etapa de los grandes y amplios acuerdos para constituir el Consejo del INE ha quedado atrás, corresponde consolidar las ventajas del método de la insaculación que ha sido instrumentado conforme a lo que prevé la Constitución cuando los votos requeridos en la Cámara de Diputados no se alcanzan.

Debe recordarse que el sorteo de los cargos públicos fue una de las fórmulas características de la democracia ateniense; Aristóteles consigna en su obra de la Constitución de los atenienses diversas prácticas en donde sobresale su referencia de los magistrados y de los arcontes sorteados a partir de una pequeña lista electa, lo que se parece mucho a lo que ahora se puso en práctica para renovar parcialmente el Consejo del INE.

Sin embargo, existe otra práctica, también de cuño ateniense que se aplicaba a la par de los cargos por sorteo, la cual consistía en la rotación. Si se mira bien, ésta se emplea actualmente para la definición de quién preside en el Congreso de la Unión para estar al frente en cada uno de los órganos, ya sea en la Cámara de Diputados o en la de Senadores, en torno a períodos que duran un año de ejercicio. La rotación en la designación de personas para presidir órganos colegiados es un procedimiento que se ha extendido en organizaciones de ese tipo y tiene atributos incuestionables.

Los nombramientos por sorteo en el Consejo del INE, a partir de una lista previamente seleccionada, entre sus méritos tiene desdibujar el prejuicio que podría derivarse del involucramiento de los partidos en cuanto a la pretensión que pudieran tener en cuanto a deslizar un mandamiento imperativo sobre sus candidaturas. Pero seguir esa ruta puede llevar a considerar si, adicionalmente, a futuro se debiera establecer que, en caso de llegar al nombramiento por sorteo, también se observara una fórmula para la rotación anual de la persona que encabece el órgano.

De esa forma la ecuación plantearía un primer escenario con la posibilidad de nombramiento por el Congreso, si reúnen los votos requeridos para la designación de los consejeros y de quién presidirá la instancia colegiada; de igual forma, un escenario distinto consistente en el nombramiento por sorteo en el supuesto de que no ocurriese lo primero y, en esta misma hipótesis, rotación anual en la presidencia del colegiado.

Las dos opciones implican ventajas y estímulos distintos, en un caso se encuentre la fuerza que otorga a las designaciones el acuerdo emanado de la pluralidad política; en el otro supuesto sobresale la presunción de independencia e imparcialidad de los nombramientos por el hecho de enmarcarse como parte de un proceso que descarta el mandato imperativo de una sola instancia; ahí es donde sorteo y rotación pueden ser fórmulas para afirmar la desvinculación de los intereses en juego y del dominio de canales o redes que buscan vías para prevalecer en su interlocución y que regularmente derivan de la permanencia en los cargos.

Todo indica que los atenienses no estaban nada extraviados cuando construyeron una cultura de la política y de lo público con cargos por sorteo y sujetos a rotación, la pista está.