La elección de León XIV como sumo pontífice de la Iglesia universal ha provocado reacciones positivas, tanto en el seno de la curia romana como entre los millones de católicos en el mundo.

Apenas nombrado cardenal en 2023 por el papa Francisco, el primer papa estadounidense, nacido en Chicago, pasó dos décadas en el Perú y ha vivido los últimos años de su vida en Roma. Según se infiere de la biografía de Robert Prevost, ha sido un hombre que ha conocido ambos mundos: el de los ricos y el de los menos favorecidos.

No es novedad la discusión en torno a la depresión que atraviesa la Iglesia católica. El auge de las corrientes liberales propias del siglo XXI, sumado a los vergonzosos casos de pederastia han dañado profundamente la legitimidad de la Iglesia. Sin embargo, a diferencia de lo que auguran los más pesimistas, no será el fin del catolicismo. Las crisis del pasado como la persecución de los primeros cristianos, los cismas de la Edad Media y la reforma luterana han dado cuenta de la vocación perenne de la Iglesia universal.

A diferencia de Jorge Mario Bergoglio, Prevost ha sido testigo de cerca de los entresijos de la política vaticana. En tanto que prefecto del dicasterio de los obispos, ha tenido una participación directa en el nombramiento, ratificación y cese de los sucesores de los apóstoles en distintas coordenadas del planeta, ampliando su conocimiento y experiencia sobre la administración y conducción de la Iglesia.

León XIV parece tener mayor vocación como líder universal. Francisco, a pesar de su sencillez en su vestir, actuar y hablar, lucía más como un pastor local cuasi parroquial que sembraba dudas de liderazgo vis-a- vis a los cuadros más duros de la Iglesia.

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Su paso por Roma le ha brindado a León XIV las bazas diplomáticas para tender puentes entre las distintas facciones de la Iglesia que, de una forma y otra, se desafiaron durante el pontificado de Francisco.

León XIV reúne, a mi juicio, lo mejor de dos perfiles. Por un lado, pretende dar continuidad al legado de Francisco, marcado por la compasión hacia los migrantes y los pobres, y la apertura limitada a temas como la bendición pastoral de parejas homosexuales, pero a la vez, es avezado en la construcción del diálogo y consensos en el seno de una Iglesia lastimada por la división.

También ha resultado transcendente la elección del nombre de León. Se recordará que fue el pontífice Leon XIII aquel que dictó una de las encíclicas más destacadas de la historia de la Iglesia romana: Rerum Novarum. Lo hizo en el contexto de la emergencia del socialismo en Europa hacia finales del siglo XIX y ante la exigencia moral de que la Iglesia formase parte de la lucha en favor de los obreros, en un abierto desafío contra la nueva burguesía.

La elección de León XIV ha abierto un nuevo episodio en la historia de la Iglesia universal. Sus llamados a la paz deberán contribuir a sensibilizar las conciencias de los líderes políticos, a construir puentes entre el norte y el sur y a restablecer la concordia entre los pueblos del mundo.