El caso de Lucio y Diana nos consternó. Esta pareja de jóvenes se hizo viral cuando el joven de 18 años abandonó en una bolsa de plástico, a plena luz del día y en la calle, a su pequeño hijo recién nacido.

El llanto de la criatura alertó a los vecinos, quienes de inmediato llamaron a las autoridades. El hecho fue grabado por una cámara de seguridad de una vivienda cercana y de esta forma todos y todas nos enteramos, gracias a la rapidez de las redes sociales.

Horas más tarde, Lucio se entregó a la autoridad de forma voluntaria, acompañado por sus padres, que no daban crédito a lo que su hijo acababa de hacer.

Por su parte Diana, la madre del bebé, dijo en un primer momento que no sabía que su pareja había ido a tirar al infante a la intemperie, pero después supimos por medio de un chat que se hizo público que ella había dado a luz al bebé, con apenas cinco meses de gestación, en el baño de la panadería donde ambos trabajaban.

El diálogo entre los jóvenes asusta: ella le dice que hay que deshacerse del recién nacido, tirarlo a un canal o abandonarlo. Además, Diana menciona que el baño del local, donde tuvo el aborto, estaba lleno de sangre y había que limpiarlo.

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Creo que a ningún maestro del horror, como Lovecraft o Stephen King se les hubiera ocurrido una narrativa similar.

Algo está pasando con la juventud.

Una madre, que evidentemente no deseaba concluir su embarazo, expuso su vida y la de su pequeño al interrumpir el embarazo tomando pastillas, que ocasionaron la expulsión de la criatura en el baño de un local, donde ella por poco muere desangrada.

Mientras esto ocurría, el padre abandona en la calle a su propio hijo prematuro.

Todavía no nos reponemos del caso de Marianne, la joven influencer que apuñaló a la pareja de su ex novio en un claro ejemplo de celotipia, cuando vemos a unos jóvenes que sin remordimientos atentan contra la vida de su pequeño hijo, que por fortuna está en recuperación.

Ambos casos que conmovieron a la sociedad mexicana deben verse desde todos los ángulos, no solo desde los juicios a la ligera de muchos internautas, que aseguran que estamos en una sociedad decadente, con una juventud deshumanizada y violenta.

Sobra decir que no todas las mujeres jóvenes son Marianne o atentan contra la vida de sus hijos, como lo hizo Diana. Tampoco es la culpa del feminismo y de luchar contra la violencia hacia las mujeres, como lo aseguran tontamente algunos internautas.

La violencia, es cierto, no tiene género, y desde siempre han existido hombres y mujeres que pierden el respeto por la vida de otro, así sea su propio hijo, pero de ahí a generalizar y asegurar que todas las jóvenes son violentas, malas madres y por ello la lucha feminista es una falacia, hay un trecho enorme.

Las dos jóvenes que trasgredieron la ley tendrán que pagar. Lucio, el infame que quiso deshacerse de su bebé, también.

Corresponderá a los encargados de impartición de justicia darles la pena merecida. A nosotros, los ciudadanos de a pie, nos queda como tarea dejar de hacer del morbo nuestro entretenimiento principal, pues banalizar el horror no ayuda a eliminar la violencia, al contrario, la puede incrementar por medio de la propagación del odio o de la burla.

Las redes sociales satanizan y no falta quien propicie un linchamiento o alguna que otra barbaridad, hasta que, de plano, acabemos todos desquiciados. Ojalá y no, por favor.