Según la comentocracia los “puros del obradorismo” (Raymundo Riva Palacio dixit) han dado argumentos a la derecha de Estados Unidos para pensar que México está decidido a invadir al vecino país del norte: “El sector radical, veleidoso y suicida en torno del expresidente López Obrador, articulado, organizado y administrado por su exvocero y jefe de la maquinaria de propaganda, Jesús Ramírez Cuevas –coordinador de asesores de Sheinbaum–, se envolvió en el lábaro patrio tras ver las fotografías de los manifestantes ondeando banderas mexicanas, que se convirtieron, en los ojos de la prensa internacional, en el símbolo de la violenta protesta”.
La verdad de las cosas es que no solo la izquierda se ha envuelto en el lábaro patrio: la derecha mexicana también lo ha hecho. Ayer, el diario más conservador —extraordinariamente influyente, hay que admitirlo—, Reforma, dio espacio en su portada a un escrito cursi, extremadamente nacionalista de Jorge Ramos: “Los Ángeles, la valiente, desafía a Trump”. Y sí, Ramos elogió que en las protestas haya “banderas mexicanas por todos lados”, ya que “esta fue una ciudad mexicana hasta 1848 y se llamaba, originalmente, El Pueblo de Nuestra Señora la Reina de Los Ángeles del Río de Porciúncula”.
Es una interesante curiosidad conocer el nombre completo de Los Ángeles en 1848, pero cuánto estorba que de eso trate un texto de portada de un diario tan importante como Reforma, el más creíble tanto para la derecha de México como para quienes encabezan al conservadurismo de Estados Unidos.
Hoy Reforma insiste en avivar el fuego al mentir acerca de lo que dijo, equivocadamente, Kristi Noem, secretaria de Seguridad Nacional de aquel país. Es falsa la cabeza de la nota principal del diario de la familia Junco: “Acusa EU a Sheinbaum de la violencia en LA”. Estados Unidos no ha acusado a la presidenta de México de nada. Fue Kristi Noem la que cayó en un lamentable malentendido por la tergiversación que se ha hecho de ciertas palabras de Claudia Sheinbaum.
La presidenta mexicana tiene capacidad de sobra para aclarar cualquier malentendido. Podrá hacerlo cara a cara con Donald Trump, e inclusive con Kristi Noem, en la reunión del G7 en Canadá del próximo 16 de junio, o por teléfono en cualquier momento.
Más allá de quien tiene la culpa de la crisis de Los Ángeles, no vale la pena que desde México estorbemos a la presidenta con mensajes tan cursis como nacionalistas que aplaudan a la gente que en esa ciudad californiana protesta.
Carece de sentido discutir si debemos apoyar a las personas que retan a la policía californiana y a la Guardia Nacional y aun a los marines de Estados Unidos. Lo razonable, para todo el mundo, es pedir que las manifestaciones no sean violentas y, muy especialmente, que en territorio estadounidense no sean vistas como mexicanas. Porque no es México el que ha tomado las calles de Los Ángeles: lo han hecho hombres y mujeres que nacieron en Estados Unidos o que consiguieron la ciudadanía de ese país y tienen la obligación, si no legal, sí moral de respetar la bandera de las barras y las estrellas y no usar la de otra nación para justificar ninguna protesta por legítima que sea.
No debe haber ningún argumento para que la derecha afirme que es México el que se enfrenta a Estados Unidos en la segunda ciudad más grande del vecino país del norte.
México tiene con Estados Unidos relaciones productivas y pacíficas, y benéficas para ambas naciones. El país que más visitamos es Estados Unidos. El país que más visitan los y las estadounidenses es México. El principal socio comercial de Estados Unidos es México y el principal socio comercial de México es Estados Unidos.
La Selección Mexicana jugará en Los Ángeles el próximo 14 de junio en el partido inaugural de la Copa Oro ante República Dominicana. Ojalá el futbol no sea un pretexto para que las banderas de México sirvan para algo más que apoyar a nuestro equipo nacional. No ayudará que la gente insista en utilizar la bandera tricolor para darle pretextos a la derecha estadounidense, siempre racista, siempre con ganas de reprimir a quienes considera diferentes.
Shawn Hubler y Orlando Mayorquín se han preguntado en The New York Times por qué tantos manifestantes llevan banderas mexicanas en una protesta política estadounidense. Es un error, gravísimo. No lo aplaudamos en México.