Al abordar un tema como éste y cuestionarnos sobre la posibilidad de que una organización sindical tenga una preferencia política y/o una ideología definida, sectores ligados a la derecha y al conservadurismo lo descartan completamente. En contraposición, en Morena lo asumimos como uno de los grandes temas de la lucha ideológica, defendido por aquellos que abanderamos la Cuarta Transformación.
Esta discusión se remonta a la lucha emprendida por las organizaciones sindicales en los años 70 y 80 del siglo pasado, incluyendo a sindicatos universitarios, el FAT, el SINTIA, etc. Estos partían, entre otros principios, de la libertad política e ideológica frente al entonces partido hegemónico: el PRI, el cual se encargaba de mantener estructuras (en este caso, la obrera) en beneficio de una élite vinculada claramente a intereses empresariales y financieros, alejados del pueblo de México.
Esta lucha culminó en los grandes movimientos sindicales de mediados de los 90, que resultaron en leyes y criterios importantes como la libertad sindical, el reconocimiento de las minorías, y la paridad de género en los cargos directivos, derechos obtenidos a través del esfuerzo y sacrificio de miles de trabajadoras y trabajadores.
Sin embargo, el paradigma social actual es diametralmente opuesto. Con la llegada de Morena a la presidencia en 2018, México inició su camino de transformación, desmantelando instituciones neoliberales y revolucionando no solo el modelo de Estado sino también la concepción de la economía, la política y el nuevo régimen legal bajo el modelo ideológico conocido hoy como humanismo mexicano.
En este nuevo contexto, se defiende el argumento de que la organización, defensa y autoeducación de los trabajadores puede, por sí sola, estar influenciada por una línea ideológica. La idea de concebir a los sindicatos como organizaciones neutras y apolíticas no solo refuerza la noción de un movimiento obrero estático y dependiente del patrón o del régimen, sino que además contribuye a su inmovilidad y aleja de su esencia de clase, con la que nacieron.
Las ideologías siguen teniendo vigencia debido a su naturaleza y su interés de clase: izquierda (Cuarta Transformación) versus derecha (conservadurismo). Estas posiciones defienden modelos de sociedad totalmente distintos, donde las condiciones de vida de los asalariados varían significativamente. Esta es la razón fundamental por la cual los grandes sindicatos mexicanos hasta mediados del siglo pasado se mantuvieron en la izquierda. Por lo tanto, se entiende que las condiciones de vida de los trabajadores no solo se defienden en la disputa laboral por un salario justo o condiciones de trabajo decentes. El trabajo sigue siendo un pilar fundamental, pero no es el único aspecto.
Todas las políticas públicas influyen en nuestras vidas, y las políticas en defensa de los trabajadores y la reducción de la desigualdad social han sido la bandera de la izquierda política en México y en el mundo. Por ello, los sindicatos deben tener una ideología marcadamente de izquierda, simplemente por consecuencia. Así, los trabajadores, para mejorar sus vidas y no solo sus salarios, necesitan asumir decisiones políticas que les favorezcan; por lo tanto, las organizaciones que los representan deben hacerlo con una visión integral, y para esto es necesaria una ideología.
Este tinte ideológico, que desemboca en reivindicaciones concretas, a menudo genera confusión en la sociedad, igualando a los sindicatos con los partidos políticos. Esta confusión se debe a la errónea creencia de que solo los partidos hacen política, una visión miope porque existen muchas organizaciones que, sin ser partidos, también realizan actividades políticas. La política es el conjunto de decisiones que afectan a un grupo de personas, y por ende, es evidente que un sindicato con una ideología de izquierda y que reivindica medidas concretas está haciendo política.
Ciertamente, este aspecto político de las organizaciones sindicales puede llevar a aberraciones, como la idea de que los sindicatos deben ser el arma de los partidos de izquierda contra los gobiernos de derecha. Este es un error conceptual; los campos de batalla de sindicatos y partidos son distintos; la pugna política partidista debe protagonizarla los partidos. La acción sindical no debe estar condicionada por el tacticismo partidista del momento. Los sindicatos deben ser pragmáticos, capaces de presionar, negociar y pactar (cuando sea posible) con cualquier gobierno, independientemente de su color político, para mejorar la vida de los trabajadores. Por este mismo razonamiento, para mantener su credibilidad social, los sindicatos deben ser igualmente exigentes cuando gobiernan partidos de izquierda.
Pero esta equidistancia partidista no debe confundirse con neutralidad política. De hecho, el centro político desde un punto de vista ideológico es una ilusión, un engaño para enmascarar medidas regresivas sin los inconvenientes de las etiquetas de “izquierda” o “derecha”. Es más una construcción teórica moderna para confundir a quienes rechazan estos clichés que una propuesta real de sociedad.
En conclusión, cualquier sindicato que pretenda defender rigurosamente los intereses globales de los trabajadores lo hará desde la izquierda.
Juan Rubio Gualito, diputado del Congreso de la Ciudad de México