La tarea de un político comprometido con las bases, sobre todo cuando tiene cargos de peso en los que hay que tomar decisiones importantes, es apuntalar los quehaceres de la estructura territorial, y encontrar áreas de oportunidad para fortalecer su fuerza. Los últimos dirigentes del PAN, que no tienen la más mínima idea de cómo recomponer la crisis profunda que los ha llevado al fracaso, no saben ni cómo encarar el proceso electoral que se les viene. Marko Cortés, por ejemplo, aprovechó al máximo su paso, pero para posicionarse él. De igual forma, desde que tomó protesta hizo a un lado a muchos cuadros para tomar determinaciones en torno a los espacios de participación social, en especial para amigos y familiares, incurriendo en conflicto de intereses y hasta nepotismo. Eso, como ya lo hemos dicho antes, solo es la punta del iceberg de un listado de elementos que son vistos desde cualquier ángulo como factores asociados que los tienen en el abandono, pues las encuestas, que han hecho un trabajo bueno a partir del 2 de junio, colocan al panismo como la cuarta fuerza política de México.

A pesar del fracaso y de los discursos de reestructuración en las bases del partido, Jorge Romero, actual dirigente del PAN, lleva los mismos pasos que Marko Cortés. De hecho, muchos pensaron que sería una solución a la debacle, sin embargo, él mismo ha dejado al descubierto que representa los mismos intereses del conservadurismo. Lo que menos les importa son las bases del partido. Por encima de todo eso, desde luego, están las prerrogativas y el reparto de posiciones que tienen jugosas remuneraciones. A este ritmo, sin lugar a dudas, Jorge Romero entregará cuentas muy malas de los procesos electorales de Durango y Veracruz. En esa tesitura, queda claro, las condiciones sociopolíticas pintan muy mal para el ejercicio intermedio del 2027, donde solo aspiran a ganar Chihuahua, Querétaro y Aguascalientes.

El problema es que, en retrospectiva, el PAN viene arrastrando una decadencia política. Jorge Romero, que prometió reinventar al partido, no ha podido desprenderse de una alianza variopinta que, en sí, solo es un mecanismo de supervivencia. Él mismo, en diversas entrevistas, quedó en hacer una pausa con el PRI. Fue, en definitiva, la misma narrativa que manejó Marko Cortés durante su paso. Esa pésima gestión, ahora heredada a Romero, no aspira a prácticamente nada. Las mismas encuestas, en especial las de mayor confianza entre la población, exponen que la sociedad, que se opone a la coalición del PRIAN, ha girado el eje a otra alternativa que viene movilizando a las estructuras. Hablamos de los casos específicos de Chihuahua, Querétaro y Aguascalientes. Basta contrastar las metodologías que, con mucha fundamentación, tienen datos precisos que muestran que Morena, a estas alturas, no solamente empató al PAN en esos enclaves, sino que los rebasó.

A la par de las encuestas, que muestran el dominante paso de Morena en las 16 entidades en que habrá relevo del ejecutivo estatal en 2027, es muy evidente que no hay un proyecto político que sostenga a la oposición. En lo legislativo, por ejemplo, no debaten ni analizan temas, sino esgrimen una narrativa soez y peyorativa que ha dejado de ser atractiva para la población, pues, en lo sociopolítico, no generan una empatía más que animadversión. Eso, ya lo dijimos, ha dejado al descubierto las pobres posturas que nos anticipan lo inminente: el panismo perderá todo lo que se jugará. Será, evidentemente, un golpe duro y contundente que necesitará más que un milagro para no perder el registro, tal y como le sucedió al PRD. De hecho, para Acción Nacional, aunque lo nieguen, su panorama luce muy incierto, que pide a gritos el respaldo social.

En Aguascalientes, Morena está abriendo camino para doblegar al PAN. El máximo exponente del lopezobradorismo, que además es uno de los principales verdugos de la oposición en las mesas de análisis y debates, ha dado el salto definitivo. Ese activo político del que hablamos, sin duda, es el vocero de la fracción parlamentaria de Morena en San Lázaro, Arturo Ávila. Esa elocuencia discursiva, sumado a los factores de la paridad de género que se moverá en Aguascalientes, apuntan en la misma dirección a favor del legislador. Y si, así como ocurrió en 2024, la coalición Seguimos Haciendo Historia, a pesar de las diferencias que existen, signará nuevamente una alianza fuerte y vigorosa para aplastar a la oposición, pues Aguascalientes, de acuerdo con la narrativa de Luisa María Alcalde, es una de las prioridades para ganar. Ese desafío, junto a otros más, se los ha echado al hombro la nueva dirigencia nacional que mañana definirá las reglas de participación de un proceso que, al igual que las corcholatas, se juega con gran intensidad en un momento coyuntural y muy oportuno para el proyecto de la cuarta transformación. Me refiero a las políticas públicas, pero también al abrumador respaldo que tiene la presidenta constitucional de México, Claudia Sheinbaum.

Una vez que se haga pública la convocatoria, y las bases se movilicen en el territorio, Morena parte cómo el gran favorito para ganar, ni más ni menos, las 16 gubernaturas. Entre ellas, por supuesto, Querétaro, Aguascalientes y Chihuahua. Los datos y las encuestas han ido presagiando ese hecho, aunque también la falta de liderazgos del PRIAN. Es claro: el PAN, que no tiene liderazgos ni referentes a nivel nacional, sufrirá las consecuencias de los malos manejos de sus dirigentes. Marko fue un fiasco, pero Jorge Romero ha sido un total fracaso. No lo digo yo, sino todas las metodologías que desnudan la debacle que tiene contra las cuerdas al blanquiazul.