El martes pasado circuló en redes sociales y medios de comunicación una imagen donde aparecen los flamantes senadores Gerardo Fernández Noroña y Adán Augusto López con, nada más ni nada menos, que el otrora archienemigo del obradorismo: Miguel Ángel Yunes Márquez.
Vale señalar que su padre, Yunes Linares, fue en el pasado un acérrimo crítico de AMLO. Desde su estado natal de Veracruz, los Yunes no dejaron jamás de señalar las pifias, omisiones, mentiras y actos de corrupción cometidos por el ex presidente.
Huelga recordar que la animadversión de la 4T hacia los Yunes, sumado a las muy probables corruptelas de los expanistas, condujo en el pasado a una apertura de carpetas de investigación en el estado. Así ha sido confirmado por la gobernadora Rocío Nahle, que si bien no es la mandataria mejor posicionada para señalar actos de corrupción, ha alzado la voz para rechazar abiertamente la afiliación del senador al partido oficial.
Yunes es un impresentable por donde se le mire. Se debe recordar que, en un acto de descaro y cobardía política sin precedente en este pobre país, dio la espalda a los veracruzanos que le votaron con la ilusión de que fuese al Senado y plantase cara a un régimen dispuesto a torpedear la arquitectura institucional del Estado mexicano.
Derivado de su traición, el oficialismo ha contado con la mayoría calificada en el Senado -no otorgada en las urnas- para llevar a cabo la lista interminable de reformas destructivas.
En un país democrático Yunes y quienes le apoyan habrían sido condenados al ostracismo y a una segura muerte política. En el México de hoy el ex panista - hoy morenista- se lo pasa muy bien. Viaja, gana bien, goza de impunidad y cuando se le requiere vota dócilmente en el pleno del Senado lo que se le ordene desde Palacio o desde la curul de Adán Augusto López.
¿Les ha sorprendido el hecho de que Morena haya hecho oficial la afiliación de Yunes y de Rubén Rocha? ¿No es el partido oficial la reencarnación del PRI más putrefacto de antaño?
Morena no es hoy más que una vulgar copia de un PRI corrupto dispuesto a todo para llevar adelante una agenda política y legislativa sin el menor miramiento hacia los intereses de los mexicanos.
El partido oficial, aquel que juraba abanderar las reivindicaciones más legítimas de los mexicanos, es hoy una vergüenza nacional que debe ser denunciada.