La conferencia de prensa más larga del expresidente López Obrador duró tres horas y media. Ayer, Carlos Slim sostuvo un encuentro con periodistas de tres horas y cuarenta y cinco minutos.
Demostró resistencia el ingeniero Slim, quien así se desahogó frente a representantes de medios de comunicación: llamó imbéclies a los ganadores del Nobel de Economía 2024 y apostó que Elon Musk no llegará a Marte.
Expliquemos las cosas. Carlos Slim insultó a los economistas porque ellos lo habían cuestionado fuertemente en un libro; dijeron que Slim no es rico por innovador, sino por beneficiarse del capitalismo de cuates. Y retó de esa manera a Musk quizá para provocarlo: no deja pasar una el principal asesor de Donald Trump, así que podría hacer una pausa en su proyecto de tomar el control de OpenAI con una inversión de 100 mil millones de dólares solo para responder con alguna puntada al hombre más rico de México.
Hace no mucho tiempo el señor Musk compartió en Twitter, bromeando, una calumnia contra Slim. En realidad Musk no acusó a Slim de nada, pero la prensa mexicana así presentó una especie de chiste del dueño de Tesla y otras compañías de gran tamaño. Por tal motivo, es decir, presionada por la comentocracia mexicana, la presidenta Claudia Sheinbaum defendió a Carlos Slim ante los supuestos —y artificialmente exagerados en México— ataques del magnate estadounidense de la tecnología.
La presidenta de México, obligada por las circunstancias, ha dedicado demasiado tiempo a Donald Trump y a sus aliados. Pero esto apenas empieza. Es decir, creo que Claudia deberá insistir en sus mañaneras en la defensa de la soberanía nacional, amenazada menos por el gobierno de Estados Unidos que por la prensa mexicana, que hoy amaneció particularmente entusiasmada por el supuesto espionaje realizado por las fuerzas armadas del vecino del norte.
Lo anterior lo demuestra un breve repaso a la prensa de hoy: “Espionaje sobre México”, columna de Raymundo Riva Palacio en El Financiero; “Espías con espuelas”, de Joaquín López Dóriga en Milenio, y “México espiado desde el aire” de Pascal Beltrán del Río en Excélsior. Seguramente hay más textos así. Esos solo son los que pude leer a las cinco de la mañana de este martes 11 de febrero.
Pienso que la presidenta Sheinbaum deberá poner a trabajar a su buena caligrafía —he visto mensajes de ella en libros de visitas de sedes de gobiernos estatales y en algún medio de comunicación— para preparar algún texto a difundir en sus redes sociales en el que pida calma a los y las columnistas de México, que sin duda se ven obsesionados con una invasión estadounidense. Algunas personas de la prensa expresan de esa manera temores; otras, de plano desean ver a los ejércitos gringos en nuestras calles —sí, como en los tiempos de Maximiliano—.
Hablé de la caligrafía de Sheinbaum porque acabo de leer un texto del vicerrector de la Universidad de Exeter, del Reino Unido, en el que recomienda volver a escribir a mano porque tal habilidad casi perdida mejora la creatividad:
“Hay algo en la escritura a mano que mejora el flujo creativo… Requiere que las oraciones se compongan de antemano —hay menos alcance, o al menos más costo, para ‘cortar y pegar’. Requiere una mayor precisión en la ortografía —no hay autocorrección—. Requiere más tiempo, no hay texto predictivo. Y requiere más destreza y variedad de movimiento. Todo esto promueve la reflexión, tanto sobre lo que se ha escrito como sobre lo que viene después, y esos pocos segundos, o incluso nanosegundos, pueden marcar la diferencia”.
RICH SMITH, vicerrector de la Universidad de Exeter
Claudia deberá ser muy creativa para convencer no a Trump de olvidar sus locuras injerencistas, sino a la prensa mexicana de que no hay ni habrá invasión a pesar del mitote del espionaje. Ya basta de alarmar al público, que parece ser el deporte favorito de nuestra comentocracia.