La Arena Ciudad de México es un lugar privado, propiedad de Guillermo Salinas Pliego, hermano del dueño de TV Azteca y operado por el grupo empresarial del que es propietario Ricardo Salinas Pliego, que tiene una cotización por renta para evento de 200 mil hasta 350 mil pesos. Un concierto con la Sonora Dinamita y la Sonora de Arturo Ortiz y Antonio Méndez por aproximadamente 3 horas puede ascender a poco más de 500 mil pesos. Casi alcanzando el millón, Marcelo Ebrard tuvo un cierre de pre encuesta poco austero, que tuvo de recuerdo más de 20 mil bolsitas de tela ecológicas llenas con despensa, propaganda en plumas, termos, llaveros, lonches, jugos, sándwiches y volantes. El evento se transmitió en internet y sin contar el costo de las agencias de imagen, video, comunicación y marketing que aderezaron el alcance del evento, una pregunta se queda flotando frente a los otros dos eventos que se limitaron a brindar mensajes durante el fin de semana en el Monumento a la Revolución: ¿quién compró?

En Estados Unidos, la ley permite que empresas y personas físicas realicen donativos a sus contendientes preferidos. Los donantes deben estar autorizados legalmente para interactuar con un candidato, sus donativos tienen un tope de US $2,700 por candidato. Pueden donar las iglesias igual que los grandes empresarios de Wall Street, desde 10 dólares en una comunidad hasta cantidades que legalmente puedan demostrarse como un ingreso debido. Aquel esquema permite que los donativos sean algo transparentes y por lo tanto, que haya claridad entre quienes aspiran a un cargo, quienes le apoyan y principalmente, que los intereses de unos y otros puedan ser observados por cualquiera que decida buscarlos. Eso facilita que las preferencias y apoyos no sean un mercado de favores, como lo que sucede en la incipiente democracia mexicana en la que reina el oscurantismo y brilla la ley electoral por su ausencia al momento de fiscalizar. La ley electoral federal de Estados Unidos no es perfecta, pero al menos sí exige que todos los candidatos registren e informen cada aportación que reciben al Comité Federal de Elecciones (FEC, por sus siglas en inglés). Tanto donador como cantidad es registrable y así se hace posible conocer quién está financiando las campañas. Aunque el sistema permite pasar por alto un amplio boquete en las sumas que se agrupan en las cuentas de fondos independientes de financiamiento de actividades proselitistas, dirigidos por simpatizantes y mejor conocidos como “super-PAC”, puede conocerse un aproximado de quienes y como le apuestan a cada cual.

Eso no sucede en México. Para comenzar, nuestra ley electoral no estuvo lista para una etapa de precampaña que no fue precampaña. Hecha en un plazo fuera de lo ordinario y sin claridad en las facultades de fiscalización ni en el tope de gastos que pudieran plantearse. Prácticamente, fue el precopeo de la fiesta democrática que ya anuncia varias resacas antes de que inicie la fiesta importante: el periodo oficial de elecciones. Por un lado, dentro de la contienda de Morena, los desencuentros y sinsabores cerraron con tres eventos principales en los estilos que mejor dibujan a Claudia Sheinbaum, Adán Augusto y Marcelo Ebrard.

En la crónica del evento más escandaloso, la Arena México recibió a miles de personas provenientes de todo el país en camiones que aglutinaron cerca de 18 mil asistentes. Las familias desfilaron con el rostro de Ebrard en el hombro, quien seguro se sintió Taylor Swift por un día pero con cargo al bolsillo desconocido. ¿Será que Marcelo Ebrard ahorró toda su vida para este momento? ¿Acaso los hermanos Salinas Pliego le dejaron de a gratis el espacio que el mismísimo Marcelo Ebrard inauguró en 2012 como jefe de gobierno con un esquema oscuro en el que el gobierno entregó aquel predio dónde se construyó ese espacio? ¿El evento es un favor que se está cobrando o una nueva alianza en la que Marcelo Ebrard ofertó impunidad fiscal a Salinas Pliego en caso de llegar a gobernar? ¿A quién se le dirigirá la solicitud de información por el costo de tal evento si es que la Arena México pasó por un proceso de privatización?

Adán Augusto y Claudia Sheinbaum ocuparon el espacio público. Hicieron el Monumento a la Revolución la sede más grande para la recolección de simpatías, hubo mensajes, templete, sonido, sillas y bastante carga ideológica sobre lo que se definirá. Más sustancia que espectáculo. De las taparroscas opositoras, después hablamos. Y al despertar, el INE seguía ahí, dormido.

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