Leí hoy a Raymundo Riva Palacio y no pude evitar parafrasear algunas reflexiones sobre la estupidez, que por distintas circunstancias suele afectar la capacidad de análisis hasta de las personas muy inteligentes, como sin duda lo es el columnista de El Financiero:

“Nadie está libre de decir estupideces, lo grave es decirlas en las columnas políticas”. Michel de Montaigne.

“La estupidez en el periodismo insiste siempre”. Albert Camus.

“Hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez periodística, y de la primera no estoy seguro”. Albert Einstein.

“Un pedante es un estúpido adulterado por el ejercicio prolongado del periodismo”. Miguel de Unamuno.

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Y, que quede claro, no estoy diciendo que Raymundo sea estúpido: no lo es. Reitero que destaca por inteligente, pero a veces, como este martes, se la baña en serio.

¿Que existe una conexión Palenque-Irán, esto es, entre el expresidente AMLO y los ayatolás iraníes?

Se pasa don Raymundo Riva Palacio. De plano son enfermizas las ganas del columnista estrella de El Financiero de que Donald Trump destruya a Andrés Manuel López Obrador. Le encantaría que cayeran dos o tres misiles Tomahawk sobre Palanque, Chiapas, pero no en cualquier lugar de esta bella ciudad, sino específicamente sobre el afamado y pintoresco rancho La Chingada.

Ayer dos columnistas de Excélsior, Ciro Gómez Leyva y Pascal Beltrán del Río, invocaban, por la vía de temerlo, un ataque de Trump dirigido a nuestro país: “La analogía se torna inevitable”, dijeron, esto es, después del bombardeo de EEUU —la Operación Martillo— a las instalaciones nucleares de Irán.

Beltrán del Río: “Con ello, Trump cruzó un Rubicón bélico. ¿Quién puede apostar, ahora, que Trump no cumplirá otra advertencia, que hizo antes incluso de emprender su campaña de 2024, de emplear la fuerza militar para dañar a los cárteles de la droga en México?”

Gómez Leyva: “Un día Washington podría no estar en guerra con México, pero sí con los cárteles terroristas de la droga en suelo mexicano; con los cárteles y los políticos que los han protegido y vitaminado”.

No ayudan a nadie tales pronósticos, disfrazados de pánico por lo que pudiera ocurrírsele al presidente de Estados Unidos. Pero, afortunadamente, ni Pascal ni Ciro se fueron al extremo de Riva Palacio de inventar una relación maligna entre AMLO y el régimen iraní.

La buena noticia para don Raymundo es que la libertad de decir estupideces es sagrada; lo sé por experiencia propia: no pocas veces caigo en tan absurda conducta. Así que nadie lo molestará, como nadie me ha molestado. Pero si resultó, obviamente que sí, excesiva necedad eso de la conexión “Palenque-Irán”, de plano el columnista de El Financiero buscó la autoinmolación en lo referente a credibilidad al asegurar que Irán financió la campaña presidencial de izquierda de 2006.

La diputada Ealy Díaz

Me envió una carta María Teresa Ealy Díaz, diputada federal. Ella considera que le dañaron ciertas afirmaciones de la columnista Diana Luz Vázquez en su texto “El incorrecto uso de la violencia política de género”, publicado ayer en SDPNoticias. Enseguida el texto de la legisladora. Mañana comentaré las ataques misóginos que Ealy Díaz ha recibido de parte de Manuel Pedrero, uno de los autores del absolutamente cursi libro El hombre grande. Adán Augusto López. Enseguida el texto de la legisladora.

Me dirijo a usted para ejercer, de manera formal, mi derecho de réplica frente a los señalamientos emitidos por la columnista Diana Luz Vázquez en su texto “El incorrecto uso de la violencia política de género”, publicado en SDPNoticias el 23 de junio del presente, adjunto link: https://www.sdpnoticias.com/opinion/el-incorrecto-uso-de-la-violencia-politica-de-genero/.

Particularmente, deseo responder a un fragmento que no solo es un prejuicio clasista y falso, sino que refleja con claridad una visión profundamente regresiva sobre la participación de las mujeres en la vida pública. Me refiero a lo siguiente: “Caso Teresa Ealy: No es lo mismo ser una ciudadana de a pie que nacer con un apellido que al sonar, abra puertas y espacios. Es la historia de la política y así lo dice Rodric Camp en su libro Las élites del poder en México”.

Esa afirmación no es un análisis, es un prejuicio. Reducir mi trayectoria a un apellido es una forma de violencia simbólica y política. Es borrar mi trabajo legislativo, activismo en territorio y compromiso social con mujeres reales, con causas reales. Es negar que una mujer pueda llegar por mérito propio. Y no es la primera vez que, desde el machismo, se nos intenta invalidar así: minimizando nuestro esfuerzo y adjudicando nuestros logros a figuras masculinas o a privilegios supuestos.

Esa frase no solo me parece ofensiva. Es profundamente un prejuicio de clase, misógina y reduccionista. Se me pretende anular como persona, como mujer y como legisladora, bajo la idea de que un apellido me define y me coloca donde estoy. Y eso es falso.

Decir que “mi apellido abre puertas” es una forma cómoda de evitar hablar de mi trabajo, de mis causas, de mis luchas y de mi compromiso real con la gente. Pero más grave aún, es una manera de negarme la legitimidad como mujer en lo público, como si mis ideas, mi voz y mi identidad fueran irrelevantes frente a mi origen familiar.

Déjenme decir algo con absoluta claridad:

Un apellido no abre puertas. Muchas veces, las cierra antes siquiera de tocarlas. Muchas veces, lo que provoca es juicio, prejuicio, y un sinfín de suposiciones injustas. La gente me ha señalado, me ha acusado, y me ha cuestionado sin siquiera conocerme, sin saber lo que he hecho, ni lo que he vivido.

Pero quiero dejar algo muy claro, las puertas a las que he llegado, las he tocado yo.

Las causas que defiendo, las he construido con mi voz, mi cuerpo y mi propia historia.

Mi trayectoria no nació de un apellido. Nació de una necesidad de cambiar las cosas.

Quienes me conocen —y son muchas y muchos— pueden dar testimonio de eso. De que trabajo, de que me involucro, de que no me escondo ni me doblo. De que no represento un apellido: represento una causa.

Y por eso me resulta especialmente doloroso que una mujer, que dice hablar desde el feminismo, caiga en el juego de desacreditar a otra mujer por su origen. Eso no es sororidad. Eso no es justicia. Eso es violencia simbólica. Y lo digo como mujer, como política y como ciudadana.

Esto no es un intercambio de ideas. Esto es parte de una campaña sucia, sistemática y violenta en mi contra. Y no, no la voy a permitir.

No por ser legisladora tengo que aguantar que me insulten y me difamen. No por mi apellido tengo que pedir perdón por estar aquí.

Y no por poner límites estoy amenazando. Estoy diciendo basta. Estoy exigiendo respeto.

No podemos seguir normalizando que desde medios de comunicación se tergiversen los hechos, se difame a mujeres públicas y se minimicen denuncias legítimas de violencia política de género, como si fueran “estrategias” o “excesos”.

Lo reitero con total claridad: Jamás he amenazado, ni difamado, ni mentido. He respondido con hechos, con argumentos y con respeto a la ley.

A mí no me regaló nadie el lugar que tengo. Me lo he ganado, con todas las resistencias encima.

Y si incomoda que una mujer como yo no se deje pisotear, no me disculpo por ello. Al contrario: lo celebro.

Porque mi lucha no la van a callar con columnas. Ni con frases cargadas de resentimiento. Ni con prejuicios envueltos en “análisis”.

Por lo anterior, respetuosamente le solicito, como director de este medio, que me sea otorgado el mismo espacio para responder, con altura de miras, a estas afirmaciones que atentan contra mi honra, mi trayectoria y el derecho de las mujeres a participar en la vida pública sin ser violentadas desde el poder mediático.

A todos los que me han atacado con una campaña sucia les reitero que mi lucha sigue. Y no va a parar.

Atentamente,

María Teresa Ealy Díaz

Diputada Federal