Una de las cuestiones críticas, polémicas y controvertidas en torno a las iniciativas reformistas o de cambio educativo en el sector público, en México y en otras naciones, es la escasa o baja participación de los actores sociales protagónicos de la enseñanza en esos ciclos de transformación, es decir, de las maestras y los maestros, de las y los directivos escolares, así como de los demás miembros de las comunidades educativas.

Se ha señalado con frecuencia y con razón, por ejemplo, que la mayor parte de los procesos de reforma a las estructuras y el funcionamiento de los sistemas educativos, sobre todo en su base (educación inicial, preescolar, primaria y secundaria), comienza y se opera en una dirección que va de arriba hacia abajo. Con esa forma de proceder son, en pocas palabras, las élites gobernantes, las cúpulas del poder económico, político, sindical, los organismos internacionales, las y los especialistas y demás poderes fácticos quienes asumen ese rol protagónico, pero no así las y los educadores. (Ver, por ejemplo: Fernando M. Reimers (Editor) Propuestas Educativas Audaces. La transformación de los objetivos de los sistemas educativos desde los Gobiernos. 1ª edición, enero 2021. Edita: UCJC Stamp. Impreso en España).

Dentro de esta crítica no se le resta importancia a las decisiones correctas de los gobiernos, que han generado cambios educativos trascendentes y de avanzada en materia de políticas públicas educativas. Tenemos el caso virtuoso de la política pública educativa transexenal que ha consistido en dotar de libros, sin costo, a las niñas, los niños y las y los jóvenes de educación básica.

En este punto estoy de acuerdo con Arcelia Martínez Bordón, investigadora de la Universidad Iberoamericana, cuando afirma: “Con todo, también estoy convencida de que algunos cambios pueden impulsarse desde arriba, cuando, por ejemplo, hay un ejercicio bien pensando y, remarco, consensando, de elaboración del presupuesto. La política educativa implica, entre otras cosas, una toma de decisiones sobre en qué y cuánto gastar. Y ahí quizá, sí necesitamos otras voces… Además de las de los y las maestras… Necesitamos evidencia del pasado, de lo que se ha hecho, de lo que ha o no funcionado, de lo que se sabe a partir de la investigación educativa. Es el caso de las becas, o de otras intervenciones que hoy parecen urgentes para, por ejemplo, mejorar la conectividad y aprender a aprovechar mejor las herramientas tecnológicas.” (Ver: “Apuntes sobre ´La crisis del reformismo educativo en México´ de Juan Carlos Miranda Arroyo”, Educación Futura, 16 de marzo, 2021. https://www.educacionfutura.org/apuntes-sobre-la-crisis-del-reformismo-educativo-en-mexico-de-juan-carlos-miranda-arroyo/)

Continúo con la crítica. Además, no en pocos casos registrados, las y los gobernantes piensan que primero se deben reformar las constituciones políticas, las leyes y demás ordenamientos o normas y luego llevar dichos cambios doctrinarios, de principios generales o reguladores que contienen los distintos instrumentos legales, hacia las escuelas y las aulas.

Esa lógica de los cambios impuestos desde arriba y desde afuera de las escuelas y no desde dentro, también opera en las iniciativas reformistas del currículo escolar tanto de la educación básica como media superior.

En realidad, y a reserva de cuidar las formas y los contenidos de una cierta línea discursiva y tomar distancia sobre las intencionalidades reformistas del gobierno (pongo sobre la mesa la tesis de la crisis de reformismo educativo en México sobre la que escribí un libro en 2021), lo que hace falta es pensar y actuar desde una perspectiva diferente: diseñar políticas públicas educativas de abajo hacia arriba y más en forma horizontal que vertical; y no necesariamente empezar con el manoseo a la Constitución política (Artículo 3), como lo han hecho los dos últimos presidentes de la república en México (para bien o para mal), sino a partir de la planificación de un proyecto educativo nacional que cuente con una amplia discusión, legitimidad y consenso desde las escuelas, esto es, desde las comunidades educativas.

Justo uno de los escenarios que se podrían trazar acerca de la viabilidad de un impulso hacia el cambio de la educación pública en México, desde abajo, es la generación de espacios institucionales, legítimos, para canalizar la participación de quienes son y tienen a su cargo y responsabilidad la educación, a nivel de escuela, de aula, de patios, de talleres y auditorios: las y los profesores.

Abrir espacios de participación organizada no sólo para registrar las propuestas y aportaciones magisteriales, sino también para tomar decisiones críticas y sensibles en las orientaciones, programas, acciones, métodos y contenidos de las políticas públicas educativas. Y que ese mecanismo de participación no sea temporal, sino permanente, institucional.

Otro escenario estaría colocado, a través de la participación social y educativa, en la confección del Programa Sectorial de Educación (PSE), que el gobierno federal entrante de la doctora Claudia Sheinbaum, presidenta electa, deberá preparar y entregar en un término de un año contado a parir de la toma de posesión. Será el PSE del gobierno federal 2025-2030.

Coincido con la idea de Manuel Gil Antón, profesor e investigador de El Colegio de México, cuando afirma que “Si de veras importase la educación, es ineludible juntar esfuerzos para, desde la estrechez de la cornisa, con paciencia y cuidado, iniciar la construcción de un puente. ¿Cuál sería? El que le proponga a la nación un grupo amplio y plural de conocedores de la complejidad de lo educativo (maestras y maestros, sin falta, pero acompañados de otros actores con saberes avanzados en pedagogía, didáctica, infraestructura física y digital, y otros campos imprescindibles). Es decir, una estrategia de lago plazo sólida y factible, transexenal, que todos los partidos políticos respetaran, con el fin de modificar, con el tiempo necesario, las estructuras, procesos y relaciones que conduzcan a un cambio real en el incremento del aprendizaje.” (Ver el texto de Gil Antón: “La educación en México 2018-2024 ¿hacia dónde?”, El Universal, 13 de abril, 2024. https://www.eluniversal.com.mx/opinion/manuel-gil-anton/la-educacion-en-mexico-2018-2024-hacia-donde/)

El próximo 1 de octubre, fecha en que tomará posesión la doctora Claudia Sheinbaum, se iniciará el periodo en el cual se abrirá también la posibilidad de pensar y repensar en torno a los esquemas o modelos reformistas de la educación que se han adoptado en nuestro país en el pasado reciente, y quizá sea tiempo propicio para orientar las acciones y los hechos de un modo radicalmente diferente.

Quizá sea la oportunidad de abrir canales de comunicación, participación y actuación para cambiar los patrones anquilosados en que se toman las decisiones de la educación pública en México, y aterrizar las anheladas transformaciones educativas en las escuelas, en las comunidades educativas, y para concretar un efectivo ejercicio del derecho a la educación, con equidad y con un sentido formativo y de aprendizajes duraderos para las niñas, las niños y las y los jóvenes.

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